Teresa la estaba abrazando, se separó, le subió el mentón, la miró a la cara y le dijo:
“Él no se va a morir, ni se va a ir, ni te va a dejar, ni se va a enamorar de otra, porque aunque eso pase, no va a renunciar a ti; así que acaba de asumir este problema y déjalo, mientras estés cerca, seguirá dándote golpes y un día te puede matar, quien te maltrata no te ama, y la única solución es tenerlo a distancia, estar lejos de sus manos”.
Meses después, Yesenia me confesó que esas palabras fueron las que la decidieron a divorciarse, algo parecido le habían dicho muchas veces otras amigas y familiares, pero dijo que cada vez que la golpeaba se acostaba a llorar y fantaseaba con esas alternativas que le enumeró Teresa, que llegaban y le avisaban de su muerte, o él le decía que se iba con otra, y así ella y sus hijos podían quedarse en la casa solos.
A la larga, esas ilusiones la hacían sentirse culpable. “¡Qué mala soy, desearle la muerte al padre de mis hijos!”. No sin tropiezos ni resistencia logró salirse de las manos de su esposo y reconstruir su vida. La historia es real, y ocurrió hace algún tiempo, solo modifiqué el nombre de la protagonista por respeto a su privacidad; de ello aprendí la necesaria insistencia con las personas, que las palabras adecuadas pueden ser cualesquiera; como mujer y madre de dos, sé que la violencia de género es un asunto que se solapa en la cotidianidad.
Ser herederos de una cultura machista no es pretexto para asumir tales prácticas con normalidad, y para aquellas que están sufriendo en carne propia este mal, es imprescindible que conozcan cuáles son las puertas que están abiertas.
MÁS QUE UNA ORGANIZACIÓN
“Yo no me corto el pelo porque a él le gusta que lo tenga largo”; te dicen eso, sin notar que están siendo violentadas, porque alguien está tomando decisiones sobre su cuerpo y ellas lo permiten, sin tener en cuenta si es lo que quieren o no; por eso, para mí, lo más importante es visibilizar qué es la violencia de género y cómo se manifiesta”. Esa es la visión de la psicopedagoga María Mathilde Castañeda Rodríguez, coordinadora de la Casa de Orientación de la Mujer y la Familia en Pinar del Río.
La misma radica en la sede del secretariado municipal de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y aunque el jueves es el día asignado para atender tales casos, en cualquier momento que se acerquen a la institución recibirán ayuda, así lo aseveró Narmina Reynoso Marín, secretaria general de la organización en el territorio.
Puedo dar fe de que ese día, un lunes, llamaron de la dirección provincial de la FMC, que habían derivado hacia allá a una solicitante de apoyo, y aunque la trabajadora social se encontraba en el terreno, inmediatamente designaron a una funcionaria para que la recibiera, el local apropiado, con la privacidad necesaria…
Castañeda Rodríguez reconoce que actualmente hay mayor percepción del problema a nivel social, lo que se manifiesta en más concurrencia al centro, y que eso es un elemento que puede incidir en que, a juicio de muchos, se está dando un incremento de este fenómeno y acota que la violencia contra la mujer siempre ha existido, pero ahora se sabe un poco más cuándo es que se está siendo violentada en el ámbito intrafamiliar, doméstico. Puntualiza que esto es fruto del quehacer de varios actores sociales.
Sobre el tema, Narmina precisa que incluso se reciben denuncias de hombres: “Ahora trabajamos un caso que fue un vecino quien lo puso en nuestro conocimiento, porque le preocupaba la situación de una adolescente maltratada por su madre”.
A pesar de ello, para María Mathilde “nos falta concientización para la identificación, denuncia y solución”, asegura que se puede hacer mucho más desde la Federación, porque no es solo utilizar la Casa de Orientación de la Mujer y la Familia, es lograr que en cada bloque, y la organización está en todas las comunidades, se trabaje en función de capacitar y educar, no solo a las féminas sino a los hombres, y especialmente a los infantes y adolescentes.
LA EDUCACIÓN
A juicio de la especialista, la educación de las nuevas generaciones es la única manera de acabar la violencia y romper con patrones de conducta, que los niños aprendan desde edades tempranas que las niñas son un pétalo de flor y no se pueden dañar ni con la mirada.
“No hay que esperar a que empiece la escuela, eso hay que inculcarlo entre los primeros hábitos, se debe comenzar por la familia, la enseñanza Prescolar; por eso insisto en lo que se puede hacer en cada barrio desde la organización”.
Confiesa que no sabría decir cuál o cuáles son las causas directas, pero que hoy se da una pérdida de respeto en el entorno filial, evocó a sus abuelos y la veneración que se sentía por los mayores, que actualmente son unas de las víctimas más frecuentes de la violencia intrafamiliar.
“Al quitarle su mueble favorito del lugar en que siempre lo tuvo, modificarle los horarios de vida o hábitos se les está violentando”, comentó, además, que hay aspectos que no dependen completamente de los cuidadores como asegurarles medicamentos y alimentos adecuados, y que son efectos de la crisis económica sobre ese grupo etario, pero que, si a ello se adiciona el privarle de derechos, propiedades y hasta la toma de decisiones, es mucho el daño que reciben, aunque no se ejerza fuerza física sobre ellos.
Y aunque hay una prevalencia de la violencia del hombre sobre la mujer, también esta se manifiesta en modo inverso, por lo tanto, Castañeda Rodríguez enfatiza que hay que utilizar todos los medios posibles para educar y cultivar las buenas maneras en las relaciones interpersonales, la tolerancia, y especialmente el respeto.
También hizo hincapié en que los hogares suelen ser los escenarios en los que se manifiesta con mayor frecuencia e intensidad la violencia, pues es de ahí de donde sale el sujeto masculino que maltrata a la madre, a la novia, a la esposa o a la hermana; de ahí también emergen las mujeres violentas con sus hijos, mayores o parejas, en consecuencia, es primordial que cada integrante de una familia reciba patrones positivos.
“Se puede sancionar a una persona por violentar a otra, y ayudar a la reinserción de la víctima, reubicarla, buscarle empleo, ayuda psicológica, médica; pero esa no es la solución, porque sería una cadena interminable si las generaciones futuras repiten los mismos actos”.
Llamó a eliminar el tabú, el miedo, los recelos y hasta la vergüenza de hablar sobre estos temas, porque visibilizarlos es lo primero para enfrentarlos y erradicarlos.
LO PRINCIPAL
A su juicio se necesita mayor agilidad en la respuesta ante las denuncias, acota que cuando hay menores de por medio suele actuarse con mayor prontitud, pero no ocurre así cuando las víctimas son mujeres o adultos mayores, incluso, con amenazas, y precisa: “Tengo la mejor opinión de nuestro Ministerio del Interior (Minint), pero hay mucha tibieza, mucha demora, inclusive, a veces son casos de amenazas de muerte.
“Hay que ganar en sensibilidad, las personas sienten temor de ir a hacer la denuncia a una estación de policía, y si después que estás allí es espérate, aguanta, y pasan 12, 15 días y no se hace nada, es poco esperanzador, ese es mi sentir”.
“Paso a paso sí se puede eliminar la violencia, con el accionar de todas las organizaciones, políticas y de masas; el cumplimiento de las leyes, pero hay que trabajar y hacerlo bien, oportunamente; acabar de romper con eso de que entre marido y mujer nadie se debe meter y apoyar a las víctimas, que suelen ser personas vulnerables, ya sea por el sexo o la edad”.
Se confiesa esta mujer de 61 años una convencida creyente en el mejoramiento humano y la posibilidad de que la violencia deje de ser cotidiana, con esa fe impulsa el accionar de la Casa de Orientación de la Mujer y la Familia en el municipio de Pinar del Río, para contribuir a edificar esa sociedad pacífica que desea.