Cada día tiene su propia historia y mientras unas fechas pueden pasar desapercibidas, otras, se resisten a ser incoloras; este es el caso de cada siete de mayo, día en que se conmemora la muerte de José María Heredia, cubano de nacimiento y considerado por muchos el primer poeta romántico de América; conocido como el “Cantor de las palmas”, por la alusión a nuestro árbol nacional en su obra y particularmente “En una tempestad”, en la que hace referencia a las palmas que se agitan durante una tormenta en la costa de Cuba.
De Heredia sentimos aún en nuestra piel el rubor que nos deja la lectura de su poema insigne “Himno del desterrado”, una reflexión profunda sobre el sufrimiento y la soledad del exiliado, y la búsqueda de consuelo en la belleza de la naturaleza y la memoria de su tierra natal. Esta obra, sin dudas, trasciende como un símbolo de la resistencia y la lucha por la libertad y como prueba fehaciente del amor que significa la patria.
Entre sus emocionantes versos sobresalen: “¡Oh, patria! ¿Por qué me arrancaste del suelo donde me viste nacer? ¿Por qué me condenaste a morir lejos de los cariños de mi hogar?” En Heredia, la cubanía en toda su extensión de la palabra encuentra un aliado de honor. En sus rimas está el sentir de siglos de sufrimiento y de nostalgia por la ausencia de quienes no han aprendido nunca a vivir lejos de esta tierra hermosa y de quienes no negamos a alzar la mano en señal de adiós.
En voz de Leonardo Padura, Heredia es uno de los escritores cubanos más importantes, de quien reconoce una gran influencia en su propia escritura. Con la referencia a Heredia en “La novela de mi vida”, Padura también destaca la importancia de reconocer y honrar la rica historia literaria y cultural de nuestra Isla. La presencia de Heredia en la novela es una forma de homenajear su importancia en la literatura y cultura cubanas.
“La novela de mi vida”, del gran escritor cubano Leonardo Padura, nos ofrece una ventana a la vida en la Cuba de los años 50, marcada por la perturbación política y los cambios sociales. La trama de la obra crece alrededor de un personaje muy importante, un joven llamado Iván, quien vive en la pequeña ciudad de Sagua la Grande. Iván es un lector ávido, y su pasión por la literatura lo lleva a establecer una amistad con el consejero Gaspar (amigo de Carrión, el narrador de la historia y personaje principal). Gaspar le presenta a Iván un libro antiguo y misterioso que lo fascina: la primera edición de una novela escrita en el siglo XIX por un autor desconocido, titulada: “Las aventuras de Tomás Acosta”.
Juan Carrión, está obsesionado con descubrir la verdad detrás de la historia de Tomás Acosta, un escritor cubano que se suicidó años antes. Y, precisamente, a lo largo de la novela, se va revelando la relación entre la vida de Acosta y la obra de José María Heredia.
En la novela, se sugiere que Heredia pudo haber tenido una influencia importante en la vida de Acosta y en su decisión de quitarse la vida. Se revela que Acosta había estudiado la obra de Heredia y se había sentido profundamente conmovido por su poema “En una tempestad”, en el que se dibuja uno de los tantos miedos que vivimos los de occidente en cada época ciclónica: “¿Qué rumor? ¿Es la lluvia…? Desatada, cae a torrentes, oscurece el mundo, y todo es confusión, horror profundo…”
La novela se desarrolla en un momento crucial en la historia de la isla, cuando la Revolución cubana estaba en su apogeo. La situación política y social de la época se refleja en la vida de Iván y en sus relaciones con los demás personajes que dan vida a la novela. A medida que Iván se adentra en la historia de Tomás Acosta y su propia búsqueda personal de la verdad, Padura pinta un retrato vívido de la Cuba de los años cincuenta, llena de pasión, peligro y conflicto, a la vez que rinde homenaje a la figura y obra de Heredia al utilizar su legado literario y cultural.
A los 184 años de su muerte, la voz de Heredia sigue susurrando a los oídos de todos los que saben distinguir el valor de la tierra que nos vio nacer: “Cuba, Cuba, que vida me diste/ Dulce tierra de luz y hermosura, / ¡Cuánto sueño de gloria y ventura/Tengo unido a tu sueño feliz!
Y mientras, acompañamos a Iván en un camino que lo llevará al poeta; tal vez una manera muy especial de hacer que viva por siempre quien frente al Niágara escribiera: “¡ay!, las palmas deliciosas, /que en las llanuras de mi ardiente patria/nacen del sol a la sonrisa, crecen, /y al soplo de la brisa del océano/bajo un cielo purísimo se mecen/.” Sí, las palmas de Heredia: nuestras palmas.