Dejar testimonio del hoy es el mayor reto que tenemos ante nosotros los periodistas de esta Isla para que cada palabra ayude a construir la nación y sea esencia misma de ella, lograrlo no es tarea fácil y sabemos que hay muchas cosas que debemos hacer mejor.
Este 14 de marzo, a 131 años de la fundación del periódico Patria por José Martí, se celebra el Día de la Prensa Cubana. La jornada en torno a la fecha ha sido un pretexto para una vez más, con mirada crítica y a camisa quitada, analizar los problemas objetivos y subjetivos que nos alejan de la ejecución de las proyecciones.
No es baladí que el XI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), convocado para julio de este año, tenga como eje la transformación del sector, no solo en el aspecto formal y económico, sino en las maneras y contenidos que propongamos desde cada espacio informativo, ya sea radial, televisivo, impreso o digital.
Los medios de prensa no están exentos de los problemas que en el orden material inciden sobre el país como insuficiente disponibilidad de transporte, equipos tecnológicos y fuerza laboral, son males afines a los que hemos de sumar que el salario resulta muy poco atrayente, por no decir desmotivador.
Sin embargo, seguimos en las redacciones un grupo de hombres y mujeres que elegimos esta profesión como forma de vida, sobreponiéndonos a adversidades, eso no nos hace exclusivos ni héroes, es lo que diariamente desde el surco nos enseña el campesino, el maestro en el aula, el médico en la consulta, el ingeniero en la fábrica…
La diferencia estriba en que cualquiera de los antes mencionados puede disimular sus fracasos, los periodistas desde que empezamos a engendrarlos lo hacemos con el fin de sacarlos a la palestra pública.
Es imposible ignorar que dentro del gremio hay desaciertos solubles solo con voluntad y responsabilidad, con asumir a rajatabla el rol de servidores de la sociedad, esa que hoy nos cuestiona con crudeza los aspectos que quedan fuera de nuestras agendas y que son de su interés, pero también es cierto, sin ánimo de justificar, que el ejercicio del periodismo tiene mucho de creatividad, esa que a veces se vuelve esquiva porque la madeja a desenredar nos abruma y apenas llegamos a tomar la punta del hilo.
La autocensura es tan real como el hecho de que muchas veces las palabras certeras se ignoran o toman como agravio, e incluso, llegan a ser fuente de que nos endilguen definiciones muy poco halagüeñas y hasta calumniosas, porque hablar de las “verdades incómodas” nos hace cómplices del “enemigo”, como si hubiera algo más dañino que el triunfalismo y autocomplacencia, actitudes que nos apartan del camino a la solución.
Hablar de las manchas y errores, identificarlos, exponerlos, decirnos de frente lo que sucede en esta Cuba que nos duele, es el aporte que nos corresponde; como también hay espacio para ensalzar lo bien hecho, porque no se trata de centrarnos en un hipercriticismo destructivo, pero sí de hacer valer las enseñanzas del Apóstol: “No existe gobierno invulnerable, la prensa debe ser el examen y la censura, nunca el odio ni la ira que no dejan espacio a la libre emisión de las ideas. Nunca se acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa; se acepta lo que viene en forma de razonado consejo”.
También definió las misiones de la prensa periódica entre ellas “… hacer estudio de las graves necesidades del país, fundar sus mejoras, facilitar así la obra a la administración que rige”.
Vuelve su pensamiento precursor a mostrarnos la senda, esa que está llena de abrojos, pero que es la única salida hacia la luz.
La prensa cubana de hoy tiene deudas con la sociedad y consigo misma, y a pesar de que las redacciones estén medio vacías, que unos pocos hagamos el trabajo que se diseñó para muchos más y que la mayoría precisemos de usar la posibilidad del pluriempleo para llegar a fin de mes, estamos seguros de que podemos hacerlo mejor, porque el amor a la profesión y la responsabilidad que emana de ella son superiores al resto de los males.
Que sea este 14 de marzo un día para el homenaje y el reconocimiento, pero también para estimularnos a esa transformación que estamos convocados y que nos hará mejores ciudadanos al servicio de nuestro país.
Y aunque lo habitual por estas fechas es colmar de elogios a los agasajados, es valedero hablar de las deficiencias, esas que hacia lo interno se han discutido con fuerza y que estas líneas apenas esbozan.