No pensaba ver a Erlis Casanova lanzar otra vez en la segunda Liga Elite del Béisbol Cubano, mucho menos bajo los focos de una final muy tensa contra los Cocodrilos de Matanzas.
Nunca dudé de su capacidad, de su compromiso, de su pasión por el béisbol y por el arte de sortear rivales desde el centro del diamante; pero después de conocer, hace dos semanas, del fallecimiento de su esposa, Susana Ortiz, no imaginé que el derecho pinareño reuniría fuerzas para encaramarse nuevamente en la lomita.
Erlis Casanova, moldeado a la vieja usanza por el ejemplo de su padre Luis Giraldo, uno de los mejores peloteros que ha dado la Isla, este sábado regresó en solitario a la colina de los martirios, dejó el guante, la bola y la gorra en el suelo, y unió sus manos en forma de corazón mirando al cielo, desde donde un rayo de luz lo iluminó en medio de una tarde cubierta de nubes negras en Artemisa.
Aún quebrado y llevando la procesión por dentro, su lenguaje corporal indicaba que, sin importar el dolor, estaba listo para dejar huella. Y así fue. El vueltabajero maniató a la potente alineación matancera, aguantó la presión de una ventaja mínima durante siete episodios y sentó cátedra en lo que a concentración y control de las emociones se refiere.
Erlis dio una clase magistral durante nueve episodios, en los que dibujó buena parte de sus envíos en la zona baja para sacar de quicio a los Cocodrilos, que cedieron la mitad de los outs (13 en total) por roletazos al cuadro. Control fino con su recta y su slider, más el gancho demoledor de su tenedor, fueron las claves para el pinareño, reafirmado como el serpentinero con mayor capacidad para devorar entradas en el béisbol cubano actualmente.
Sumando su actuación en la 62 Serie Nacional con la segunda Liga Elite, el diestro acumula 16 aperturas y 13 juegos completos, rendimiento que no pertenece a esta era. Podría decirse, sin ningún tipo de temor, que Casanova está lanzando en otra pelota, en la pelota del siglo pasado, cuando los tiradores salían al box conscientes de que iban a completar toda la ruta, pasara lo que pasara. Eso, hoy, ya no existe, salvo por el vueltabajero, una especie en extinción.
“No hay palabras para elogiarlo. Su compromiso con el equipo ha sido total. Me pidió el voto de confianza y no podía quitarlo para el noveno. Si perdía, lo iba a perder con él, aunque me mataran a mí por tomar la decisión de dejarlo”, aseguró el mánager de los Cazadores, Yuliesky González, interrogado sobre el hecho de que Casanova tirara el juego completo.
“Para el equipo era clave emparejar la serie. Es una victoria también importante para mí por todo lo que ha pasado, se la dedico a mi mujer que está en el cielo. Darle las gracias al público que me apoyó toda la Liga Elite, y aquí en la final no fue menos. La afición es un pelotero más de nuestro equipo”, apuntó Erlis al periodista Pavel Otero, el único que logró entrevistarlo, justo después de que se despidiera de la grada y antes de que entrara al dugout con la misión cumplida.
Nunca voy a olvidar que, mientras un equipo festejaba una victoria en una final de un torneo doméstico, varios rivales estaban allí, justo en medio de la celebración, solo para acompañar a Erlis, para mostrarle respeto. Noelvis Entenza, lanzador de los Cocodrilos, fue el primero en salir a abrazarlo cuando cayó el último out, y tras el choque dejó unas sentidas palabras en las redes sociales.
Además del derecho cienfueguero, otros representantes del conjunto yumurino también llegaron al box para abrazar a Casanova tras su victoria, como Frank Luis Medina, compañero de mil batallas en su natal Pinar del Río, y los entrenadores Alexis Garro y Jonder Martínez. Deportividad en su estado más puro.
Por: Reinaldo Nerey