Desde hace varios años la tendencia a rasurarse se ha generalizado entre hombres y mujeres. Con excepción de las barbas masculinas (otra tendencia en boga), según los nuevos patrones de belleza, mientras menos pelo tenga el cuerpo más atractivo resulta.
Si bien la depilación no es algo nuevo, se ha vuelto más regla que excepción y las zonas genitales no escapan a tal práctica. Sin embargo, muchos aún se cuestionan si eliminar el vello púbico puede repercutir en la salud humana.
¿Cuál es su función? ¿Por qué crece de manera diferente al resto los pelos de nuestro cuerpo?
Según algunas fuentes consultadas en la red, desde los inicios de la humanidad el vello púbico cumplía funciones primarias como mantener la temperatura en la zona genital o como una manera de protección contra el roce durante el acto sexual.
Estas podrían ser las razones por las que es rizado, pues al tener mayor volumen es más eficaz a la hora de proteger la piel también de manera térmica. Además, en las comunidades más primitivas era una señal de la fertilidad de la mujer.
En lo que sí está de acuerdo la ciencia es en el efecto protector en una zona del cuerpo bastante sensible, y aunque no resulte del todo atractivo o estético para las generaciones actuales, funciona como una barrera para preservar el PH y el microambiente que requiere la vagina, en el caso de las mujeres.
¿Es entonces perjudicial depilarse? Apuntan los expertos que no hay nada malo en ello, sino tal vez en la forma en que se haga y en las consecuencias que pueda traer. Por ejemplo, esta práctica en ocasiones puede provocar escozor, irritación e incluso alguna infección causada por heridas o cortes si no se hace de manera adecuada en las zonas más sensibles.
Algunos expertos recomiendan una depilación parcial, o sea, mantener el vello en la zona de los labios y la vulva entorno a la entrada de la vagina, para que siga cumpliendo su función protectora. Igualmente, se aconseja usar ropas cómodas, de tejidos suaves como el algodón y evitar las sintéticas y las piezas ajustadas, al menos durante los primeros días después del rasurado.
Según algunos sexólogos, además de las funciones protectoras del vello púbico, existe un factor social y es que actúa como un potenciador de la atracción sexual, pues es capaz de atrapar más feromonas y hacer que ese olor, imperceptible pero atrayente, dure más tiempo y logre aumentar la química corporal a la hora de buscar pareja.
Cada cual elige qué hacer con su cuerpo para así sentirse más a gusto consigo mismo. Si es usted de las personas que prefiere eliminar el vello de sus genitales, recuerde que es una de las partes más delicadas de su anatomía y por lo tanto requiere de mayor cuidado.
Especialistas recomiendan que siempre se debe rasurar con lubricación, o sea, alguna espuma, jabón o crema que suavice el vello y haga más fácil y menos doloroso el trabajo. Lo ideal sería una máquina de afeitar nueva o por lo menos que se utilice solamente en esa zona.
Es aconsejable hacerlo siempre de manera suave, estirar la piel para que la superficie sea plana y no rasurar muchas veces en el mismo lugar para evitar inflamaciones. Al enjuagar se deben evitar humectantes con fragancias o colorantes, sino fórmulas compuestas por aloe vera o cremas hidratantes diseñadas para áreas sensibles.
En el caso de la depilación, no es recomendable el uso de cera fría, pues a la hora de tirar la banda pudiera resultar muy doloroso en esa área. Las cremas depiladoras o el láser serían las técnicas más idóneas, pero no siempre se cuenta con el poder adquisitivo para usarlas.
Sin vello o con él, lo más importante no es siempre la estética, sino saber cuidar de nuestra salud.
Curiosidad: Carlos II fue el primer rey de Gran Bretaña después de la república de Oliver Cromwell. Por aquella época, a principios del siglo XVI, las pelucas generaban un movimiento estético basado en el poder y la clase. Antes de ascender al trono, Carlos llevaba una peluca que destacaba entre todas y la razón era que entre los largos rizos abundaba vello púbico de sus amantes, algo de lo que presumía constantemente.
En una ocasión, el monarca envió su preciado objeto al conde de Moray, quien vivía en Escocia, como un obsequio por un pasado lleno de fiestas y buen ambiente, el “valioso” presente terminaría tiempo después en un club de caballeros escoceses dedicado a la celebración de la sexualidad masculina, donde se realizaban todo tipo de orgías.
Actualmente, se encuentra en una pequeña caja en el museo Saint Andrews de Escocia.