Habría que informarse tras el paso de Ian cuántas familias vueltabajeras que antes no lo eran quedaron en situación de vulnerabilidad, por haberlo perdido todo, por quedarse sin hogar.
Habría que ver si esa situación per se te hace vulnerable o la condición es transitoria. Lo cierto es que después del ciclón la vida ha sido mucho más difícil para todos, pero para algunos mucho más.
Y eso se aprecia cuando se caminan los barrios, cuando se comparte con la gente, cuando se deja el centro de los poblados y uno se adentra en comunidades quizás un poco más alejadas, en las que las bondades del campo no se ven y las ventajas de la ciudad tampoco.
En ese término medio, un grupo de familias vive con dificultades, esperando unas su oportunidad para trabajar, para salir adelante; esperando otras, lamentablemente, que las cosas caigan por su propio peso.
Mas no todos se pueden medir con la misma vara, porque hay quien sin ser vago o cómodo necesita que lo orienten, que lo acompañen, que lo lleven de la mano, que lo ayuden.
Reitero un ejercicio sencillo que ha llamado la atención sobre este tema en más de una ocasión: ¿Puede una persona o familia vulnerable salir de ese estado solo con una ayuda económica o entrega de recursos? ¿Puede el Estado cubano sostener esa entrega incondicional de forma ilimitada y permanente?
Parece que no, mucho menos en medio de una crisis económica en la que los precios estatales y particulares se ríen del salario de los trabajadores y la inflación no se detiene.
Pudiera sonar peor aún si se afirma que en el contexto actual esas diferencias se acentúan a puntos críticos.
¿Cómo lograr que las transformaciones en los barrios en situación de vulnerabilidad impacten directamente en la vida de sus pobladores? Quizás la clave está en otorgarles más herramientas para que puedan decidir sobre sus vidas; en capacitarlos; en ofrecer fuentes de empleo acordes a sus niveles de escolaridad; en hacerles entender que en esta Cuba inclusiva y diversa, todos somos importantes.
Una excelente profesora dice a ratos: “Podemos tener las mismas oportunidades, pero no todos tenemos los mismos puntos de partida”.
Entonces no basta con ofrecer oportunidades para todos, no es suficiente con situarlos en igualdad de posibilidades, si no todos tienen las mismas condiciones para aprovechar o explotar esas oportunidades, esas posibilidades.
Urge acompañar; acompañar al anciano que no sabe hacer el papeleo de sus planillas de materiales y mucho menos solicitar un crédito o un subsidio. Urge capacitar a quien no pudo concluir la escuela y tiene aptitudes para determinados empleos. Urge asesorar a la madre de varios infantes para que llegue hasta el programa Educa a tu hijo, para que pueda encontrar un trabajo que la sostenga. Urge ayudar a quien no tiene nada, ni fuerzas o capacidad para trabajar.
Eso se llama dignificar a las personas, hacerlas sentirse útiles, porque lo son en realidad. Se trata de darles la mano sin lástima y caminar junto a ellas; de facilitarles la vida a quien el destino le llenó el camino de guisasos en lugar de estrellas y se las hizo más difícil y compleja.
Urge en sí, mirar de manera integral a las familias y llevar como principio esa máxima martiana que dice: “Yo quiero que la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.