La mujer cubana desde el triunfo de la Revolución siempre ha estado presente en cada tarea, en cada trabajo, en cada meta cumplida satisfactoriamente.
Hoy día es común ver ejércitos de “Marianas”, de “Celias” o “Vilmas”, apoderarse de cualquier labor y hacerlas suyas, e incluso, ejecutarlas mucho mejor que el sexo masculino si hay que decirlo todo.
Los ejemplos se sobran si de estas mujeres se trata, pues en cada colectivo siempre las féminas destacan por su bravura, belleza, encanto y ese toque de dulzura que ponen en cada jornada.
Seleny León Martínez es una de ellas. Una mujer que no tuvo reparos al momento de asumir la voz de mando y aportar su granito de arena desde la agricultura.
LOS COMIENZOS
Ella comenta que tras la visita a un amigo en una unidad pecuaria, y de pasar el día entre las labores propias del lugar, se enamoró de la ganadería, razón por la cual le solicitó que de presentarse la oportunidad pensara en ella para comenzar en los campos.
“Yo comencé como obrera en la función de ‘maternista’ y por ese entonces ya mi esposo era el jefe de la unidad a la que me incorporé. Pasados los tres años se le solicitó a él su traslado a otra unidad vecina para llevar el mismo cargo, y el director de esta UEB de conjunto con la dirección de la empresa me preguntaron si yo estaba de acuerdo en asumir el mando y fue entonces que di el paso al frente.
“Hoy llevo nueve años dirigiendo este colectivo y no me pesa. Me siento muy contenta y realizada en esta profesión”, expresa.
Al frente de seis hombres y 123 vacas de la raza Jersey incluidas en el plan de reproducción, el día a día se complejiza un tanto al ser la primera que inicia cada faena.
“Dirigir un colectivo de hombres no es una tarea sencilla, pero todo está en la base del respeto y el liderazgo. Yo soy la primera en el campo y ellos me siguen; trato de dar el ejemplo y de nunca quedarme por debajo de mis trabajadores a pesar de mi condición de mujer.
“Por supuesto, hago todas las tareas que ellos realizan sin perder mi lado femenino, que es muy importante”, asegura.
UN DÍA NORMAL…
Para Seleny la rutina cotidiana inicia a las tres de la madrugada, momento en el que se recoge el ganado de los campos y al llegar a las naves se les refresca la alimentación con un poco de miel. A partir de ese momento comienza el ordeño, y posteriormente se realiza el celaje, para al concluir llevar al ganado nuevamente a pastorear.
“Cerca del mediodía comienzo las tareas del hogar para mantener a mi esposo y a mi hijo. Allí en casa ellos siempre me ayudan y me apoyan, lo que me place mucho. Un poco más tarde vienen nuevamente las labores con el toro recelador en las naves y se vuelve al ordeño. Las rutinas son prácticamente las mismas. Pero siempre, aunque satisfactorio, es trabajoso”, afirma.
RENDIMIENTOS Y RESULTADOS
Ella no se queda atrás en cuanto a rendimiento ni planes de ordeño, pues con un plan de 200 litros diarios ronda hoy los 190 después de un extenso periodo de seca.
Su plan anual ronda los 69 510 litros y al cierre de mayo, de 19 110 a entregar, acopiaba 19 320, sobrecumpliendo así los indicadores pactados con la empresa y ratificando su condición de mujer trabajadora.
“Nunca estamos conformes, pues nuestra principal tarea es elevar todo lo posible el rendimiento en nuestra vaquería. Hoy nos encontramos por sobre los 6,3 litros de leche por vaca, pero sabemos que somos capaces de alcanzar y de aportar mucho más al plan de la economía y a nuestro país. Somos conscientes del llamado que ha hecho nuestro presidente a ser más responsables y mejores desde cada puesto de trabajo”, comenta.
Por supuesto, asegura que el hecho de que su esposo también ocupe su mismo cargo en otra estructura de igual tipo le otorga la ventaja de compartir ideas y de trazar mejores estrategias que tributen finalmente a mejores planes e indicadores.
“Nunca pensé que iba a dirigir. Pero siempre me enamoré de las labores de ganadería y modestamente lo he hecho lo mejor que he podido hasta ahora, en ello debo agradecer mucho a la dirección de la empresa por el apoyo y la confianza constante”, expresa.
Por último, esta jefa incansable asegura que no pudiera ya ser feliz si le faltaran los campos y el ganado alguna vez, pues allí es donde se siente más útil y confiada.
“Me siento muy orgullosa de haber sido la primera mujer administradora de una unidad pecuaria”.
“Dentro del entorno laboral cubano, en cualquier escenario que se encuentre la mujer, pienso que jugamos un papel primordial. Desde mi perspectiva creo que dotamos de belleza, valor, fortaleza y delicadeza cada obra que ejecutemos. La mujer cubana tiene su impronta y eso puede verse en la cotidianidad”.