Son las diez de la noche y el doctor Rafael Miranda Pedroso se dispone a tomar una siesta. Antes me escribe para darme las buenas noches: «Acabo de terminar este turno, mucho trabajo, pero gracias a Dios todo bien, voy a descansar un poco que en dos horas me toca entrar para la zona roja».
«Cuídate mucho e intenta descansar», le respondo, pero mis instintos periodísticos me traicionan. Desde hace un tiempo conozco de su labor y no se me va de la cabeza la idea de preparar una entrevista con sus experiencias.
Y es que él es uno de los médicos que durante los últimos 12 días atendieron a pacientes positivos de la COVID-19 en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital León Cuervo Rubio, de esta occidental provincia.
Al otro lado del teléfono su voz suena cansada. Según me cuenta, ha estado casi 16 horas despierto y ya se lo siente. Sin embargo, cuando comienzo a hablar, enseguida se pone en pie nuevamente.
«Es un trabajo responsable, serio, peligroso, porque todos sabemos la magnitud de la COVID-19 como enfermedad, pero lo fundamental es el cuidado del ser humano y en eso la Revolución ha sido consecuente y nos ha facilitado los medios de protección necesarios y pertinentes para evitar la contaminación. Lo cierto es que uno se prepara porque existen protocolos y esos son los que utilizamos», me explica.
¿Cómo es el trabajo en una sala de terapia, donde están los casos más complicados?
Distribuimos todo el trabajo en turnos y por horarios, generalmente de ocho a doce horas. Tenemos un área para realizar la desinfección de los equipos y de nosotros mismos después que terminamos de atender al paciente. Además, no salimos por el mismo lugar por el que entramos y eso también reduce el riesgo de contagio.
«Cuando no estamos trabajando directamente con los infectados tenemos un área de aislamiento que es donde descansamos, comemos y realizamos el resto de las actividades cotidianas. Tenemos muy buenos equipos para trabajar y los medios de protección son muy novedosos, eso nos da seguridad».
¿Cómo ha sido esa experiencia de protagonizar el enfrentamiento a una enfermedad nueva y bastante desconocida?
Para todos ha sido algo novedoso y estresante. Sabíamos de la pandemia, pero no habíamos podido tratar de cerca con ella, y la verdad creo que lo hicimos muy bien. Tenemos buen récord, el grupo que más trabajo ha tenido desde que empezó la epidemia en Vueltabajo es el de nosotros:seis pacientes en 12 días entre sospechosos y confirmados y la mortalidad en cero.Eso es un logro, no solo para los profesionales sino también para el sistema cubano de salud.
«Éramos un equipo multidisciplinario formado por personal de enfermería, laboratorio clínico y de microbiología, epidemiólogos, auxiliares de limpieza (que son fundamentales), camareros y dos médicos, un intensivista y un residente.
«Cuando el paciente llega lo recibimos en conjunto, le damos el seguimiento y luego hacemos una rotación en cuanto a horas de vigilancia, de manera tal que esté supervisado las 24 horas».
En tu caso, ¿cuánto ha sido el máximo de horas trabajadas en estos días?
No contamos las horas. Para nosotros lo importante es lograr que los pacientes que llegan a nuestro servicio se recuperen en el menor tiempo posible e incorporarlo a la sociedad, tal y como hicimos con la paciente que tuvimos primero en estado crítico, luego grave y finalmente en la sala abierta de medicina, con una evolución favorable».
Esta será una de las pacientes que nunca podrás olvidar…
Bueno, imagínate que cuando recibimos a esta señora en la terapia yo no dormía, porque había que hacerle la evolución y estar siempre pendiente, la preocupación era mucha.
«No entraba donde estaba ella directamente, pero en la unidad hay unos cristales que te permiten ver adentro y por ahí constataba cómo le subía la frecuencia y estaba al tanto de los demás parámetros, hasta que se fue estabilizando, afortunadamente. Ahí fue cuando dije:“esta pelea la ganamos”.
«Su familia está muy agradecida con nosotros y con el trabajo que realizamos. Son gente humilde, de campo, y sobre todo sincera».
¿Cómo se comunican los familiares para conocer el estado de los pacientes?
Tenemos dos horarios para informales por vía telefónica, de 1:30p.m. a 2:00p.m. y de 6:00p.m. a 6:30p.m. Les contamos sobre el estado en que se encuentra el paciente y, si las condiciones lo permiten, interactuamos con el enfermo y le comunicamos noticias de su familia; eso también ayuda a su recuperación, sobre todo desde el punto de vista emocional».
Esos pacientes están aislados y durante el tiempo que permanecen en la sala ustedes se convierten en su familia. ¿Cómo hacen para crear este vínculo y llevarlos a sentir que no están solos?
Principalmente le decimos que tengan fe en que se van a recuperar, que confíen porque el país tiene protocolos y tratamientos para vencer la enfermedad. En general tenemos que hacer de médicos, enfermeros y hasta de sicólogos».
¿Cuánto se extraña a la familia al estar tanto tiempo separados en medio de una pandemia de este tipo?
«La familia siempre se extraña. Nos queda la satisfacción —a nosotros y a ellos— de que, estamos alejados, pero cumpliendo con nuestro principio sagrado de salvar vidas. Precisamente esa admiración que sienten nuestros familiares por la labor que realizamos es lo que nos da fuerzas para seguir adelante y hacer nuestro trabajo con más calidad».
¿A quién dejaste en casa tú, por ejemplo?
«A mi madre, de 82 años, con su demencia. Pero bueno, una de mis hermanas es la encargada de cuidarla y el resto de la familia también está al pendiente de mi viejita y de mí. Constantemente me escriben, me llaman para saber cómo va el trabajo y cómo estoy.
«Del otro lado del teléfono siempre llegan las exigencias de que me cuide, que use bien los medios de protección, pero, sobre todo, la seguridad de que afuera todos los que me importan están bien. Eso se agradece y proporciona una tranquilidad enorme».
¿Qué es lo más difícil de estar en una terapia atendiendo a casos positivos de COVID-19?
Estar pendiente de los compañeros para que no se vayan a contaminar, para que el cansancio o la fatiga no los vaya a vencer, y además mantener en todo momento la vigilancia a los pacientes.
«En realidad, todo es un reto. Aquí hemos hecho de todo, desde fregar hasta limpiar el piso, porque en determinado momento nuestra auxiliar de limpieza se enfermó de otra cosa y tuvimos que cumplir también con sus funciones y lo hicimos entre todos, sin ningún problema. Esa unidad y ese trabajo en equipo creo que es lo que garantiza que hoy, por ejemplo, todo el mundo tenga un test rápido negativo, eso es lo importante».
¿Existe espacio para el miedo entre los profesionales pinareños que se enfrentan al nuevo coronavirus?
Creo que no. El médico cubano se caracteriza por ser altruista, audaz, valiente, eso es lo que marca la diferencia. Somos profesionales de tiempos nuevos, muy bien preparados para estos tiempos históricos».
El Dr. Rafael Miranda Pedroso, especialista en primero y segundo grado de medicina Intensiva y Emergencia, ya concluyó su labor en la Unidad de Cuidados Intensivos y permanece aislado junto a sus compañeros por 14 días más. Sin embargo, está feliz, pues luego de 288 horas de trabajo en esta sala, se va con la satisfacción de haber ganado la batalla contra la COVID-19.
«Perdón por el tiempo, me robé tu sueño», le comento al filo de las 11 de la noche.
«Que no se diga, para eso está la familia», responde, y una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras el corazón se llena de orgullo al pensar que Rafael, mi tío, es también uno de nuestros valientes galenos cubanos.