Volver sobre los números de la pandemia debería dejarnos más enseñanzas que asombro, más ocupación que preocupación. Sin embargo, todavía hay quien espera al doctor Francisco Durán cada mañana en el parte televisivo solo para ver en qué región del país salieron más casos y cuántos fallecieron en el día.
Pero las cifras son frías. Incapaces de mostrar más allá de la envergadura del contexto, crítico, complejo, que tensa la situación de un país que, por demás, sufre los efectos de la crisis mundial y de un bloqueo recrudecido.
Las cifras siempre son frías. No muestran el desespero de una madre o de una hija. No muestran el dolor por aquel que perdió la vida aún joven y lleno de sueños, ni por aquel que después de vivir más de ocho décadas terminó sus días complicado por una COVID-19.
¡Tanto se ha dicho de las medidas! ¡Tanto se ha hecho en Pinar del Río! Se escalonaron por etapas, se adelantaron incluso para ir primero que la pandemia. Se imprimieron tarjetas para identificar a los autorizados a transitar, una idea con no pocos detractores que vieron en ella una muy buena intención, pero pocas probabilidades de que surtiera efecto toda vez que, de pronto, eran muchas las personas que tenían por alguna u otra vía un permiso de movilidad.
Se establecieron puntos de control en los accesos al municipio cabecera y se detectaron violaciones escandalosas en las que varios pillos burlaron los perímetros establecidos.
Aún quedan reservas en el trabajo a distancia y el teletrabajo y no pocos organismos e instituciones siguen convocando para reuniones de todo tipo.
A la indisciplina social; a las colas en las tiendas de equipos electrodomésticos por MLC; a las que se generan en los quioscos en los que se venden por CUP, donde las personas acuden aunque no les corresponda en aras de “resolver”; a todo ello se le sumaron fisuras en el trabajo de Salud Pública y la incidencia de nuevas cepas del virus.
Hubo deficiencias en la pesquisa, en las encuestas epidemiológicas. Nadie quiere ir a un centro de aislamiento. Y aquí hago un aparte: todos sabemos lo que implica dormir en una litera y usar un baño colectivo. Entonces nadie quiere que lo den como contacto. Y lo que es peor: el que se sabe contacto y no fue informado, no se queda en la casa, no, va a trabajar, sale a la tienda. En fin… irresponsabilidades al por mayor.
Ni hablar de cuando hay menores implicados en el asunto. Los 448 niños que como promedio se enferman cada día en Cuba en las últimas jornadas no parecen asustarnos.
Y sí, es cierto que los centros de aislamiento no tienen todos buenas condiciones (ni siquiera los que reciben a los médicos al salir de la zona roja), que la limpieza no siempre es adecuada, porque no siempre cuidamos de ella o porque el personal de servicio no hace bien su labor, y la comida no es tan balanceada como en los inicios de la pandemia.
Basta con sacar cuentas y calcular cuánto le cuesta a nuestro país la estadía de una persona en un centro de aislamiento o en un hospital.
De vuelta a Salud Pública, hay insatisfacciones con los traslados desde los municipios y después con la espera para ser evaluado y reorientado a este o aquel centro.
En nuestra redacción hemos sabido de pacientes que han estado 10 horas sentados en una silla a la espera de una ubicación y que luego han conocido de dos resultados diferentes de pruebas de PCR.
El personal médico está agotado. Benditos los jóvenes que llenos de fuerza asumieron esta guerra y han estado para nosotros hasta hoy. Esta ha sido una carrera de resistencia. Entonces no vale de nada tanto esfuerzo para rendirse al final.
Porque no nos podemos rendir, se impone una mejor organización en el trabajo y emplear las soluciones informáticas que en los inicios crearon tanta expectativa y que en tiempo real ofrecían una panorámica de disponibilidad de camas de cada centro de aislamiento, por transitividad, ello optimiza el control de los recursos.
Casi un año y medio después de que iniciara la pandemia es válido retomar los procedimientos y ver qué se está haciendo mal. Rectificar siempre es de sabios.
El caso es que hoy no estamos mejor que antes y la tendencia, según los expertos, es a subir todavía más durante un periodo de tiempo.
En este mismo espacio decía una colega varias ediciones atrás más o menos así: “Si algo no nos da resultado, quizás lo mejor sería cambiar la forma de hacer las cosas”.
¡Estamos a tiempo!