¡Llegóooooooo! Es el grito que por costumbre tenemos incorporado desde niños cuando se restablece el servicio eléctrico en nuestros barrios y casas. Tal algarabía viene acompañada, por supuesto, de risas, chiflidos y hasta aplausos al momento que se encienden el radio o las luces.
Lo anterior viene siendo casi que un ritual, pues el cubano de todo hace una fiesta, aunque sea sobre la base de estar por varias horas o días sin electricidad. Es nuestra idiosincrasia.
La electricidad es de vital importancia para el desarrollo de la calidad de vida personal y colectiva, porque la iluminación, ventilación y refrigeración de los alimentos son de extrema importancia.
No hablemos ya de otros menesteres como lavar, planchar, cocinar y demás labores domésticas que obligatoriamente necesitan energía eléctrica.
Para nadie es un secreto que los ya acostumbrados y desprogramados “apagones” interrumpen igualmente las comunicaciones telefónicas, tanto móviles como fijas, al tiempo que también cortan los servicios de rotación y distribución por ciclos del agua potable, por solo mencionar algunos.
Por tal motivo, en las escasas horas en las que contamos con corriente, andamos como “pollos sin cabeza” garantizando el “hacer” y el “coordinar” de cuanto proceso sea posible.
Pero no es de esa alegría, éxtasis o furor por los llamados “alumbrones” del momento o como se quieran llamar de lo que vienen estas líneas –ni de las locuras asociadas al restablecimiento del servicio–, sino de otros asuntos que verdaderamente laceran la vida cotidiana de cada uno de nosotros.
Y es que ante la falta de corriente por largos periodos como hemos experimentado en los últimos días, también se interrumpen y se cierran los locales comerciales, supermercados, gasolineras, cajeros automáticos, bancos y otros servicios indispensables.
Tampoco es que seamos una nación del primer mundo, pero grandes pasos hemos avanzado ya en la digitalización de la sociedad; pasos que hoy, ante la tensa situación que vivimos debido al bloqueo y la falta de mantenimientos programados y la carencia de hidrocarburos, nos están pasando una terrible factura digital.
Tampoco es que estemos en un punto apocalíptico, pero lo cierto es que mientras el suministro energético falla, crecen las largas colas en establecimientos de comercio, cajeros automáticos, tiendas por divisas, bancos y gasolineras.
En el caso de estos últimos, ya ni siquiera son filas o colas, sino verdaderas concentraciones numerosas de pueblo a la espera… una espera que realmente desespera.
Ante esta situación, y sondeando un poco el terreno, comienzan a verse y a escucharse historias sobre negocios e indisciplinas, pues la gente habla y comenta.
Por ejemplo, hoy los nuevos negocios residen en el comercio ilegal de gasolina o petróleo indistintamente, así como la venta de turnos para rellenar los tanques o para acceder a los servicios bancarios, por solo citar algunos.
Al igual, se escuchan comentarios sobre la retirada de gran parte del personal de bancos y tiendas al irse la luz, y regresar e iniciar operaciones cuando la ponen. Actos que sin duda atrasan y deterioran los respectivos servicios, máxime cuando nos empeñamos en horarios tan inflexibles y cuadrados.
Y es aquí donde viene el colofón… ya que ante la actual coyuntura energética que se vive en toda la isla, las diferentes administraciones gubernamentales, tanto municipales y provinciales, deberían pensar en extensiones de horarios u horarios nocturnos, cambios de turnos u otras estrategias que garanticen que la población tenga acceso a lo que necesita.
Los nuevos tiempos prolongados sin energía eléctrica requieren reajustar las dinámicas económicas, y en consecuencia, establecer diferentes formas de respuesta frente a lo que ya es costumbre: el apagón.
Recordemos las palabras del presidente Miguel Díaz-Canel cuando expresó “(…) nuestra vida cotidiana es difícil, se desarrolla en un contexto mundial complejo, en un mundo que está viviendo en crisis, con una guerra de una envergadura que aún no podemos saber hasta dónde va a llegar, y para nosotros se suma un bloqueo recrudecido; pero entre todos con ese trabajo, con ese esfuerzo y con esa resistencia creativa podemos salir adelante. “Tenemos que estar pendientes a cualquier insatisfacción de la población para de inmediato atender, explicar, argumentar y, donde se pueda, resolverla de la forma más inmediata posible”.
Corresponderá y recaerá entonces sobre cada administración la ardua tarea de, con las facultades conferidas, organizar y flexibilizar horarios, trabajos y servicios de cara a satisfacer las demandas poblacionales del momento.
Usted me va a perdonar. Pero donde yo vivo. Calle San Juan nunca se escucha ese tal furor del q usted habla. Al contrario la realidad es que ya nadie soporta más estos apagones. Además creo q es una falta de respeto con el pueblo pinareño tratar este tema con tanta ligereza. Acuérdese que muchas personas sufren por ésta situación. Mejor ni tocar el tema. En verdad nada de lo q escribió tiene ninguna coherencia.