Ya comienza septiembre, y con él las precipitaciones correspondientes a esta época del año. Por supuesto, con la llegada de este noveno mes también arranca la conocida campaña de frío, un periodo de suma importancia para la alimentación del país.
Llamados por las máximas autoridades a generar alternativas y estrategias para la producción de alimentos de cara a la población, es vital el aprovechamiento de cada recurso natural o humano para potenciar las siembras y alcanzar esa soberanía alimentaria que tanto necesitamos.
Y aquí me gustaría detenerme, pues esto último pareciera ser una utopía cuando el país aún importa grandes cantidades de alimentos para llenar los vacíos en la canasta básica y los mercados estatales.
Sí, quizás muchos “entendidos” podrían alegar que cultivar sin insumos y con el tiempo en contra es una tarea realmente compleja, ya que aparejado a las desgracias climatológicas, igualmente habría que mencionar la carencia de combustible, lubricantes, herbicidas, fertilizantes y otros.
La inflación, dirían, del mismo modo viene a cobrar su parte, pues en los campos y surcos también los precios se elevan… hablemos de la urea a 10 000 pesos el saco, de un tanque de petróleo a 30 000, y del pago por concepto de prestación de servicios de una cosechadora de arroz –mejor ni decir cifras–. Todo lo anterior proviene del mercado informal, porque los insumos que asigna el Estado en la actualidad casi no sustentan ni las siembras.
No es menos cierto que el escenario es sumamente difícil, pero no imposible. Conozco casos puntuales sobrados y cooperativas a las que el país no les “pasa la mano” hace algún tiempo e igualmente tienen resultados que envidiar.
La realidad es que tenemos ahora más que nunca que jugar con las “cartas que nos tocaron”, y con ellas tratar de mostrar la mejor de las manos posibles.
En ello juegan un papel primordial las estructuras de dirección a todos los niveles, y por supuesto, la voluntad de cada campesino a la hora de las contrataciones o empeños para los disímiles cultivos a producir.
Por otra parte, se les debe prestar especial atención a las biofábricas con las que contamos y a los centros responsables de la creación de fertilizantes biológicos de producción nacional.
Se debe –sin dejar atrás el mantenimiento tecnológico al equipamiento con el que se cuenta– aprovechar aún más la tracción animal para la preparación de suelos y demás labores en la tierra; a la par contar con naves para la lombricultura; y por último, pero no menos importante, un espacio diseñado para la conformación de materia orgánica.
Será importante saber y poder ubicar las siembras donde sea que se puedan preparar tierras, y lograr resultados superiores a la media, sin miedo a los nuevos terrenos o a los que lleguen con nuevos bríos.
Pero no solo de pan vive el hombre; y lo digo, pues como mismo deben esmerarse los campesinos en sus cosechas, de igual forma quienes los atienden deben tener ojo crítico para discernir quiénes merecen “lo poquito que llegue”.
Es necesario un seguimiento bien de cerca a las empresas, a los polos productivos, a las cooperativas y a cuanto productor exista desde el mismo inicio de campaña.
Esto nos permitirá reconocer y premiar objetivamente en tiempo a quienes se destaquen y logren mayores indicadores de eficiencia durante la presente campaña.
Estimular de verdad a quienes mejor hayan contribuido a la transportación, al acopio, a los rendimientos y las entregas a los mercados estatales en cada municipio deberá ser más que una palmadita en el hombro.
Con ello garantizaremos encargos y compromisos seguros en el futuro por parte de quienes dejaron el sudor en el surco, e incentivaremos a quienes se dejaron vencer por las dificultades.
Pensemos que la soberanía alimentaria es una meta que depende exclusivamente del concurso de todos los actores posibles a los distintos niveles.
Lograrla… llevar más comida a nuestro pueblo, es un adeudo con el que debemos cargar todos los días, y para ello no hay mejor meta que exigirnos resultados sin importar los posibles imposibles.