El destacado artista de la plástica Juan Moreira perdió los colores de la vida e inició su trayecto hacia la memoria histórica cubana, al fallecer este lunes en La Habana a la edad de 83 años.
Como un rayo que arremete sin previo aviso llegó la noticia de su muerte, informó el Ministerio de Cultura, al tiempo que se hizo eco de las palabras de elogio difundidas por el pintor y crítico Manuel López Oliva.
La muerte no respeta tampoco a los hacedores raigales, acaba de llevarse a uno de los artistas cubanos que supo cumplir -con poesía y arraigo generacional- la misión humana y expresiva que la vida le asignó, afirmó López Oliva.
Asimismo, el creador destacó la fidelidad de Moreira «a la Nación, su nobleza de espíritu, sus valores de dibujante y pintor, la sustancia paternal y familiar ejercida, y el peso de un imaginario diverso«.
En ese sentido, destaca su prolífica obra que «pasó de sus apuntes un tanto naturalistas de las visiones elaboradas en la Isla de la Juventud, a una poética que unía su labor en vallas anunciadoras con una muy profesional», resaltó López Oliva.
De su trayectoria sobresalen su labor como ilustrador de ediciones del texto Don Quijote de la Mancha, su participación en los murales del Hotel Habana Libre y del edificio donde se fundó la agencia Prensa Latina, los retratos de héroes y amigos, así como su arte erótico.
Profesor de dibujo en la Escuela Profesional de Artes Plásticas San Alejandro, Moreira registró en su carrera una veintena de exposiciones personales y decenas de muestras colectivas, mientras sus piezas permanecen en prestigiosas colecciones de Cuba y el mundo.
Concibió composiciones ornamentales y simbólicas para fuentes y espacios urbanos, «e igualmente hizo de su casa -junto a su esposa la también pintora Alicia Leal- un espacio amable para la comunicación», señaló López Oliva.
Merecedor de la Distinción por la Cultura Nacional, es momento de despedirlo, no sin antes agradecer su legado, ese que enalteció la cultura cubana desde las artes visuales y quedó impreso en sus discípulos.
(Con información de Prensa Latina)
Palabras del artista y crítico de arte Manuel López Oliva
La muerte no respeta tampoco a los hacedores raigales. La muerte acaba de llevarse para el «reino de la memoria artística cubana» a uno de los artistas cubanos que supo cumplir -con poesía y arraigo generacional- la misión humana y expresiva que la vida le asignó.
Juan Moreira ha fallecido. La tristeza nos envuelve a cuantos fuimos sus amigos y supimos de su fidelidad a la Nación, su nobleza de espíritu, sus valores de dibujante y pintor, la sustancia paternal y familiar ejercida, y el peso de un imaginario diverso que paso de sus apuntes un tanto naturalistas de las visiones elaboradas en la Isla de la Juventud, a una poética que unía su labor en vallas anunciadoras con una muy profesional asimilación de los signos visuales del Aduanero Rousseau por conducto de la Nueva Figuración desatada desde los 60.
También produjo una versión lineal muy suya que ilustró ediciones nuestras de Don Quijote de la Mancha, laboró como asistente de Venturelli en los murales del Hotel Habana Libre y del edificio donde se fundó Prensa Latina, realizó románticos retratos de héroes y amigos acompañados de animales…y avanzó hacia una vertiente de arte erótico sintética en diseño y purista en los cuidadosos planos cromáticos de duros contornos.
Moreira fue un exigente profesor de dibujo en la Escuela Profesional de Artes Plásticas «San Alejandro», concibió composiciones ornamentales y simbólicas para fuentes y espacios de la existencia publica urbana, e igualmente hizo de su casa -junto a su esposa la también pintora Alicia Leal- un espacio amable para la comunicación de muchas gentes criollas y externas del arte y otras esferas culturales. Ya llegará el momento de la justa y necesaria muestra retrospectiva, de sacar a la luz cuanto hizo y ha de conocerse por generaciones nuevas, de reunir sus aportes en un libro cargado de historia y sentimientos.
Ahora nos toca despedirlo con el agradecimiento de todas las entidades de las artes visuales, de quienes fueron sus alumnos, de los amigos que siempre tuvo en cuenta, de esa gente de la patria que admiraba sus creaciones con agrado y ocasionalmente las usaba como componente representativo de publicaciones y ámbitos. Su viejo taller de Mercaderes 2 en la Habana Vieja y su casa vedadiense de la calle 8 guardaran por siempre el recuerdo de su impronta… que indirectamente queda en sus hijas y esposa. Recordémosle con sus ganados méritos.