Con varias iniciativas en el programa de la Bienal de La Habana, el proyecto artístico pedagógico continúa marcando el ritmo de las artes visuales en la provincia y su poder transformador
El artista visual Juan Carlos Rodríguez Valdés lleva en su cuerpo un marcapasos que estimula el latido del corazón; pero, hay en él una fuerza mayor, que lo mantiene activo y no requiere de cirugías.
Nadie que le conozca pondría en duda que el proyecto artístico pedagógico Farmacia es para él una fuente de vida. Varias veces se le ha escuchado confirmar que es esa “la obra de su vida”, aunque posee varias de relevancia como creador, curador y museógrafo.
Más de una década cuenta Farmacia. En ese tiempo, el proyecto ha educado a un número considerable de personas, de todas las edades, en temas de creación y apreciación artística; de ellos, una parte también significativa ha llegado a ingresar a escuelas de arte de nivel medio o superior, o a formar parte de prestigiosas galerías internacionales.
Ninguno de esos triunfos es para él tan trascendente como alcanzar a inculcar en el otro el poder sanador del arte, la obra como proceso de vida. Esa concepción contemporánea y transformadora en torno a la creación ha sido determinante para la inserción del proyecto en las últimas tres ediciones de la Bienal de La Habana, una de las más relevantes en el contexto latinoamericano, y con similar notoriedad en otras partes del mundo.
NUEVOS IMPULSOS
Exposiciones, acciones comunitarias, charlas, emplazamiento de obras y otras iniciativas han formado parte del programa presentado por Farmacia en la decimoquinta edición de la Bienal, que inició el pasado 15 de noviembre de 2024 y culmina el 28 de febrero próximo.
Esta vez, la convocatoria ha coincidido con la inauguración oficial de la sede del Proyecto, ubicada en la comunidad de Montequín, en las afueras de la ciudad de Pinar del Río.
Donde alguna vez estuviera ubicado el extinto Conservatorio de Música, hoy radican las aulas multifuncionales de Farmacia. Según explica Rodríguez Valdés, el espacio ha sido organizado de modo tal para que pueda acoger lo mismo una clase que una exposición o cualquier otra iniciativa.
“Farmacia no es solo para aprender a dibujar. Aquí también se ha hablado de cómo diseñar ropa, de maquillaje, de animación, diseño escenográfico… todo dialoga con la concepción de volver a la tierra”, explica.
Actualmente, unos 60 estudiantes cursan los talleres regulares, los cuales están dirigidos a un público diverso, a partir de los cinco años de edad.
“Comenzamos con una base popular, porque nuestra pretensión no es solo formar artistas sino también públicos. Desarrollamos la personalidad, tratamos de conectarlos con el respeto hacia la naturaleza”, comenta el coordinador del proyecto.
Varios artistas pinareños le acompañan en el empeño; algunos, como Raidel Hernández Iglesias, comenzaron siendo alumnos para luego asumir otros roles. Desde hace varios años, el joven artista es, además, el profesor del taller de creación infantil Llenar el corazón, dirigido a infantes de entre siete y 11 años de edad.
Según cuenta, “a la vez que imparto conocimientos a los niños, aprendo de ellos muchas cosas que me han servido en mi carrera como creador. Siento que todos en el proyecto hemos crecido conjuntamente hasta niveles que no pensamos en un inicio”.
LATIDOS COMPARTIDOS
Farmacia, igualmente, tiene colaboradores en diferentes países. Como parte del programa de residencias estrenado en esta edición de la Bienal, se han sumado varios, procedentes de España, Chile, México, Guatemala y otras naciones.
Los artistas vienen hasta la más occidental de las provincias cubanas, muestran sus obras, imparten o reciben talleres y quedan prendados, sin distinción, del enfoque social del proyecto.
“Me parece una belleza, siento que la resiliencia con la que se trabaja aquí y la capacidad de sobreponerse a las adversidades, poniendo por sobre todas las cosas el arte, es increíble”, confiesa Lorena Richie, profesora del taller de Automaquillaje, estilista y maquilladora profesional chilena.
Como un bálsamo para el alma califica la experiencia de impartir clases a niños del proyecto. Comprobar su compromiso con Farmacia, así como los conocimientos que poseen en cuanto a teoría del color, volumen y otros términos artísticos, le pareció sorprendente.
“El arte es absolutamente necesario para todos. Si no llegan a ser artistas, por lo menos les abrieron el alma, la cabeza; eso te enriquece y te transforma en un adulto más consciente, más solidario, empático. Tengo mucha fe en lo que sucede acá, veo que hay futuro”, asevera.
Asimismo, procedente de Chile, el profesor y artista visual Eduardo Elgueta confía en que “de aquí no solo van a salir artistas, también profesores de arte, gente enamorada de la producción artística, que no solo forme parte de ella sino que sepa apreciarla”.
Él ha participado del proyecto en varias oportunidades, y asegura que, aunque esta vez su economía no era la mejor, no podía dejar de venir a disfrutar de Farmacia en su sede propia.
El escenógrafo español Ricardo Sánchez Cuerda es otro de los que regresa, convencido de “la capacidad del arte para facilitar la vida de la gente, mejorar la sociedad en la que conviven y aportar”.
Como conocedor de la experiencia de Farmacia, recalca que “no hay tantas escuelas como esta, por la participación colectiva de los padres, la familia… más que un proyecto artístico es un proyecto social”.
Por su parte, los jóvenes Eduardo José Martínez y Leonel Tlacaelel López Rodríguez resaltan el cúmulo de aprendizajes recibidos en unas dos semanas de estancia en la sede del proyecto. Ambos son estudiantes de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Autónoma de México, y vinieron hasta aquí para recibir talleres.
Sobre la experiencia, comenta Eduardo José: “Más allá de participar en la Bienal, nos deja el entendernos como artistas desde la tierra, conectarnos con la naturaleza, que es mucho más que entender lo teórico. Nos estamos llevando una experiencia muy bonita, porque el proceso de creación artística es complejo, requiere de referentes, historia; pero, a veces, partir desde lo más simple, desde la naturaleza, también te ayuda a entenderte y a crear una identidad”.
LA DIMENSIÓN SOCIAL
Por tercera ocasión consecutiva, Farmacia ha ubicado a Pinar del Río en el mapa de la Bienal de La Habana, el más importante evento de artes visuales en Cuba. Y a la par, la Bienal ha conseguido traspasar las fronteras de la capital del país en su afán de llevar el arte a la gente.
“Creemos que este tipo de proyecto ayuda a revitalizar las áreas, por eso es nuestro interés potenciarlos. Así lo hemos logrado en Matanzas, Las Tunas y Holguín”, destaca Nelson Ramírez de Arellano, director del suceso cultural.
Los intereses de Farmacia están en absoluta consonancia con las aspiraciones de la Bienal, pues coinciden en involucrar a las personas con la experiencia artística y comprometerlas con la construcción de un futuro mejor.
Al respecto, Ramírez de Arellano explica que “las sociedades que no invierten en el arte al final colapsan, porque no son capaces de encontrar nuevas fórmulas y crear nuevas respuestas a los retos que impone la vida.
“En ese sentido, el proyecto trae una medicina al alma, por su intención de educar en el entendimiento del arte contemporáneo, pero sobre todo, por entender que el arte no es un pensamiento lineal, es un pensamiento de otro tipo que logra impulsar increíblemente el desarrollo humano”.
Farmacia es entonces mucho más que el niño que descubre la aventura de las líneas y los colores, o el artista que encuentra un refugio en el que anidar su obra, es un agente para transformar el entorno en el que acciona, cada vez, con mayor alcance. De modo que Juan Carlos tiene en él un verdadero marcapasos que, como mismo estimula el latido de su corazón, incentiva el palpitar de la sociedad pinareña.