El amor se acompaña de pasiones furibundas y remansos protectores; de ideas, sueños y deseos; de conquistas y frustraciones; de felicidades y lágrimas ocasionales o eternas. Febrero siempre nos trae su carga de amor para celebrar fecha, aunque ya es sabido que para amar no hacen falta calendarios ni relojes, y se hace a pesar de tiempos y espacios. Camilo, cargado de amor, también nos nace cada febrero, cada día 6, y sigue amando y enamorando desde su leyenda guerrillera, pero también desde su vida.
Camilo inmenso, lindo, cortés, simpático y valiente de 93 años; el que se suma al regalo que puede ser una flor de campo, silvestre, o una banda sonora altísima de la Revolución de todos los enamorados que la defendemos con la vida.
La patria en la familia
Si fuéramos a hablar del amor más grande de un joven como Camilo, hay que hablar sin duda alguna del amor a su patria, a la Cuba dolida y burlada por gobiernos proyanquis, corruptos y tiranías como las de Gerardo Machado y Fulgencio Batista.
El amor a la patria de José Martí de un joven habanero, de Lawton, que desde pequeño vivió la humildad y la militancia de su padre, quien se convertiría en uno de sus grandes amores, su héroe, el que inculcó en sus muchachos valores indispensables para ser hombres de bien y más aún: revolucionarios.
La impronta de Ramón Cienfuegos en Camilo se puede apreciar en sus acciones y también en las imágenes de las publicaciones de entonces, cuando ambos se abrazaban felices y orgullosos de la victoria. Pero Emilia Gorriarán, su mamá, también dejó en Camilo su huella en el carácter, en la alegría de bailar, de salir airoso en cada reto con una sonrisa, en la educación y el cuidado de la familia.
Y sí, el amor a la familia y a la patria crecieron a la par en Camilo, como pilares indispensables en su vida. Por su familia viajó a Estados Unidos en busca de trabajo para ayudarla económicamente, y por la patria viajó a México para venir en el Granma en 1956.
Así se refleja en carta su amigo Reinaldo Benitez, el 1 de julio de 1956 desde Estados Unidos: en su segunda incursión por tierras norteñas- le escribe desde San Francisco a su amigo Reinaldo Benítez:
“¿Qué hacer? Pensando lo cobarde que fui cuando abandoné Cuba en el momento en que ella necesitaba de sus hijos.
No puedo describirte cómo me sentí aquel domingo en que escuchando la radio dieron la noticia “que se estaba peleando en toda la isla”, fue tal mi desesperación que no tenía otra idea que ir para allá, como fuera; horas más tarde cuando andaba en busca de medios, salió las primeras páginas de los periódicos que el intento insurreccional había fracasado, ese ha sido el día que más he querido a Cuba, fue ese día que le di gracias a la madre natura por habernos ofrendado una tierra como esa el día de la creación; una tierra donde sus hombres de arrestos mambises y arrojo sublime, se lanzan a la muerte, antes que vivir de rodillas, para ellos por esa inmolación en holocausto a nuestra sufrida tierra, mi mayor admiración y respeto.”[1]
Para Cuba fue el sentimiento más alto y más lindo de Camilo. En ese amor hallaba alimento su audacia para ser el jefe de la vanguardia, luchar en el llano, pelear en la ofensiva en la sierra, comandar la columna invasora número 2 Antonio Maceo, llegar al centro de Cuba y liberarlo junto al Che; llegar a La Habana triunfante, derribar los muros de Columbia, cerrar para siempre el triste capítulo del BRAC en Cuba, y llenar de poesía la Revolución en su último discurso donde inmortalizó los versos de Bonifacio Byrne. El Camilo de la alfabetización y la Reforma Agraria, el de los juegos de pelota, el que sabía jaranear y disciplinar, el amigo del Che, de Raúl, de Almeida, y el leal soldado de Fidel y de su patria.
Y es por eso, además, que en su libro de mil anécdotas, el maestro de periodistas Guillermo Cabrera Álvarez señala como lema de Camilo los versos de Espronceda:
Y si muero: ¿qué es la vida?
por perdida ya la di,
cuando el yugo del esclavo
como un bravo sacudí.
De amores y luchas
Todos los que le conocieron, aseguran que en Camilo convivían simpatía y cordialidad, sonrisa atrayente para las jóvenes que aumentó con la estela del héroe barbudo del sombrero alón. Es por esa razón que el amor tocó a la puerta del joven en otra de sus formas más intensas y en varias ocasiones. Así nos narra el acucioso historiador Gerónimo Besanguiz Legarreta, director del Complejo Histórico Comandante Camilo Cienfuegos.
En el año 1955 Camilo y su amigo Rafael Sierra contrajeron matrimonio en Cuba con dos salvadoreñas que conocieron en su primer viaje a Estados Unidos en 1953. Isabel Blandón era el nombre de aquella enfermera que ocupó el sitio de esposa del joven Cienfuegos. Como había sido deportado de aquel país, fue Isabel quien se encargó de los trámites para que este pudiera regresar. Es del año 1955 precisamente la carta del 11 de octubre que dirige a Isabel, en la cual le comenta del estado de salud de su padre recién operado, de los trámites para su regreso y el deseo de reunirse con ella:
“Quiero que me saludes a todos y para ti todo el amor de este tu Camilo que aunque poco escribe, mucho anhela tenerte otra vez a su lado, para cuando no existan preocupaciones brindarte todo el amor que siente y tú mereces. Por siempre Camilo.”[2]
Sin embargo, cuenta Besanguiz, aunque Camilo logra regresar y reunirse con su esposa, en el año 1956 ambos deciden separarse, pues el joven parte a México a unirse al grupo de jóvenes que se preparaban con Fidel para liberar a su patria de la dictadura batistiana. Ella le puso en su maletín, varias estampitas de santos para que lo protegieran durante el viaje. No se vieron más, y a pesar de que existía un lazo legal, ambos sabían que la relación había terminado.
Ya en la Sierra Maestra, Camilo vuelve a enamorarse, esta vez de una joven campesina colaboradora de los rebeldes en Agua Revés llamada Ileana, y a la cual él nombra “Ily” en sus cartas. Por lo que puede leerse entre notas de solicitudes de abastecimientos o mensajes para otros compañeros, hay varias notas y cartas a Ileana llenas de cariño y picardía:
“Ily
Ayer te escribí y te mandé las carta con unos puros que le envié a Ramiro[3].
Estoy por hacer un viaje a vuestra cueva pero creo no tendré tiempo, quizás esté por aquí hasta saber del Gigante[4].
No escribo más porque tengo que preparar un sofrito.! Qué falta me hace una guajira trabajadora!
Camilo”[5]
O como cuando se define como un Odiseo moderno y le escribe preguntándole si ella será su Penélope, en carta del 22 de julio de 1958, y ese mismo día le vuelve a escribir otra nota: “Nunca antes había escrito a una persona tan seguido”. Y le envía saludos a su mamá y le agradece por el pañuelo que le mandó y que ya luce en su cuello.
Sin embargo, aquel amor de la Sierra queda en pausa con la salida de Camilo a Las Villas para llevar a cabo la invasión. Aunque Camilo trata de escribir y mantener el contacto, como lo refleja una carta del 30 de octubre de 1958, la realidad y la distancia fueron mucho más poderosas.
En medio del batallar en el centro norte del país, Camilo conoce a Rosalba Álvarez, campesina de la zona de Juan Francisco, hija de Tomás Álvarez, uno de los colaboradores más activos de la columna de Camilo y militante comunista. Cuenta el historiador Gerónimo Besanguiz, que el primer día que se vieron, ella acompañaba a su padre a llevarles almuerzo a los guerrilleros y allí, en cuanto se vieron ella y Camilo, surgió una fuerte atracción, y el jefe guerrillero, con su simpatía habitual comenzó a presentarle a la joven quiénes eran aquellos compañeros que estaban allí. Los fue nombrando y cuando terminó le dijo algo así: “Todos ellos son casados. El único soltero soy yo”. Y con su sonrisa vencedora, selló el encuentro.
En lo adelante, Rosalba y él vivieron una historia de amor muy bonita, recordada por ella para toda la vida, pero que no se concretó formalmente pues por tema de costumbre y maneras de pensar de la época, no decidió venir a La Habana en 1959 con él, pues además ya conocía que aún estaba legalmente casado. No obstante, Camilo insistió y ella se anotó en un curso en la capital, y se reencontraron, pero las responsabilidades del jefe rebelde les dejaban poco tiempo y ella en medio de su juventud no supo comprender y terminó el noviazgo, del cual no conservó ninguna de las cartas y poemas que Camilo le escribió.
El último de esos amores, por llamarlo así de una forma cronológica, fue el de Francisca Rabasa, una joven de su barrio cuyo hermano había venido con él de Las Villas. Ese noviazgo con Paquita duró hasta su desaparición física. Relata Besanguiz que el 26 de octubre, luego del acto en que habló Camilo en lo que sería su último discurso, la familia de Rabasa y la suya fueron juntas a la Bodeguita del Medio y allí, recostado al carro, Camilo le propuso matrimonio a Paquita y acordaron ordenar sus papeles de divorcio con la salvadoreña, para poder casarse en diciembre de ese año, 1959. Dos días después, el 28 de octubre, sucedió lo impensable.
Amar a Camilo
A Camilo se le amó y se le ama en todo el pueblo. Supo darse a querer por subordinados, compañeros, mujeres y niños, por su naturalidad, su carisma, su identificación resuelta con los más humildes, por su palabra y su vida apasionada.
Cuentan que recibía muchas cartas de muchachas enamoradas de la leyenda del barbudo guerrillero, el de la sonrisa linda, el jaranero. Olga Llera Fernández, Cuquita, quien trabajase con él, recordaba que él leía las cartas y a veces con su sentido del humor le decía que él no era “Pedrito Rico” para dar respuesta a todas.
A Camilo lo amaron y lo aman los niños y los jóvenes que lo distinguen de inmediato entre otros héroes, porque sus anécdotas se cuentan con alegría y porque con él aprendemos que amar y ser feliz es una decisión, es entrega, es lucha y es vivir.
Camilo es febrero, octubre y el tiempo entero de Cuba y su Revolución, que tiene en él a uno de sus enamorados más grandes, que hace que encontremos una y otra vez, el alma para todas nuestras canciones de combate.
Notas:
[1]Oficina de Asuntos Históricos. Fondo Camilo Cienfuegos Gorriarán.
[2] Idem.
[3] Se refiere al hoy Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez.
[4] Se refiere a Fidel.
[5] Oficina de Asuntos Históricos. Fondo Camilo Cienfuegos Gorriarán. Documento sin fecha.