Félix Elmusa, periodista de vocación, revolucionario por convicción, se alzó como una figura de integridad y valor en uno de los momentos más turbulentos de la Historia de Cuba. Su destino quedó sellado aquel 8 de diciembre de 1956, apenas días después del desembarco del Granma, cuando su lucha por un país libre terminó en el sacrificio supremo.
Nacido en Artemisa en 1917, siempre tuvo una conexión especial con la palabra escrita. Como periodista, supo dar voz a los ideales de justicia y libertad que tanto anhelaba su patria. Pero no solo fue un cronista de la realidad; fue también un hombre que eligió sumergirse en ella, tomar parte activa en la transformación de su tiempo. Esa determinación lo llevó a unirse al Movimiento 26 de Julio, convencido de que la lucha armada era el único camino posible para liberar a Cuba del régimen de Batista.
El Granma, aquel pequeño y frágil yate cargado de sueños y valentía, fue su camino hacia la historia. Junto a otros 81 hombres, Elmusa emprendió el viaje desde México hacia las costas cubanas en una travesía que prometía ser el inicio de la libertad. La llegada al manglar de Los Cayuelos, en la provincia de Oriente, estuvo lejos de ser el desembarco heroico que imaginaron. El grupo, diezmado por el hambre, la desorientación y los ataques enemigos, se dispersó por los campos de Niquero.
Félix Elmusa, junto con otros compañeros, intentó abrirse paso en aquel territorio hostil. Pero la suerte no estuvo de su lado. Fue capturado el 8 de diciembre por las fuerzas de la dictadura, quienes no mostraron clemencia ante aquel hombre que no llevaba más armas que su determinación y su fe en un futuro mejor. En un acto que marcó la brutalidad del régimen fue asesinado ese mismo día. Su cuerpo, junto al de otros compañeros caídos, se convirtió en evidencia del alto precio que estaba dispuesto a pagar por sus ideales.
Pero no murió en vano, su figura, al igual que la de tantos mártires de la Revolución, se alzó como un símbolo de sacrificio y entrega. En sus últimos días, no fue solo un periodista ni un combatiente: fue el rostro de un pueblo que se negaba a someterse, el eco de los sueños de libertad que resonaban en cada rincón de la isla.
Su nombre está grabado en los corazones de aquellos que reconocen que la lucha por la justicia requiere no solo palabras, sino también acción. Como periodista, entendió el poder de la verdad; como revolucionario, entregó su vida por ella.
Cada 8 de diciembre nos recuerda que la lucha por la libertad no tiene límites ni fronteras, y que quienes dan su vida por ella jamás serán olvidados. Así, el legado de Elmusa, el periodista que se convirtió en mártir, sigue siendo inspiración para todos los que creen que un mundo mejor siempre es posible.