Concluyó la octava edición del festival de la cultura pinareña Nosotros, una propuesta que busca rescatar y mostrar lo que nos identifica culturalmente. Teniendo en cuenta que la identidad, por concepto, es la conciencia que tiene la colectividad de ser ella misma y distinta a las demás; y que la cultura no se reduce solo a las expresiones artísticas sino al conglomerado de tradiciones y creencias, modos de vida y sistemas de valores humanos, ¿logró su objetivo en esta ocasión?
Lo mejor del Nosotros es que abrió sus puertas prácticamente como el primer evento de gran magnitud luego de un confinamiento prolongado debido a la situación epidemiológica de la provincia; los artistas estaban deseosos de mostrarse al público y, a su vez, el público estaba ávido de propuestas para su distracción.
La programación cultural contó con excelentes exponentes del gremio artístico y tuvo una planificación diversa lo que, por supuesto, conquistó mayores segmentos de audiencia.
Noelvis Relova, presidenta del comité organizador, expresó a Guerrillero que el Nosotros significó “un canto de vida, desde el corazón” para nuestro pueblo, luego de tanto sufrimiento generado por las pérdidas y las ansiedades de la pandemia.
No le falta razón. En cuatro días (del 26 al 29) el festival logró que las instituciones sedujeran al transeúnte y retomó el curso de actividades que por casi dos años estuvieron detenidas, reducidas solo a espacios virtuales en el mejor de los casos. ¡Y hubo una representación armoniosa de las manifestaciones del arte: literatura, artes visuales, teatro y música! aunque obviamente aún no se pudo volcarlas a las calles por el cuidado que todavía nos debemos contra la COVID-19.
Fue un festival presencial, pero en las redes también cobró protagonismo. Numerosos contenidos audiovisuales, fotografías y publicaciones, nacidas en perfiles institucionales del sector, estuvieron informando con la inmediatez y la audacia comparadas al mejor periodismo cultural.
También el Nosotros fue el marco idóneo para el homenaje a distintas instituciones y sectores como el de Deportes, por la declaratoria del béisbol como Patrimonio Cultural de la nación cubana; Salud Pública, por su infatigable aporte a la batalla contra la pandemia; a las editoriales Cauce, La Gaveta y Loynaz que están de aniversario este año; al Museo de Arte de Pinar del Río, al Patio de Pelegrín, a las agrupaciones Arsis, Hermanos Palacio y la Banda Provincial de Concierto que cumplen 30 años; a Tendencia y Miriela Mijares por sus nominaciones en los Premios Lucas este 2021 y, por supuesto, a la Asociación Hermanos Saíz por su aniversario 35, al 60 de la Uneac y al 90 de la radio pinareña.
Sin embargo, toda obra es imperfecta. Pese a que arribó a su octava edición, el evento aún debe estudiar algunas de sus acciones para potenciar su alcance.
El programa estuvo sujeto a cambios hasta el último momento, eso atenta contra la promoción y crea insatisfacciones, como las genera también la coincidencia de varias actividades en iguales horarios y diferentes sedes, poniendo al espectador en el dilema de ¿a dónde voy?
Pese a que el festival estuvo dedicado a la radio pinareña no hubo trasmisiones en exteriores como en otras ediciones, porque no existió un espacio de coordinación en conjunto entre la dirección del medio y el comité organizador del Nosotros. De hecho, la Uneac y la AHS no tienen participación dentro del comité organizador, aunque la idea del Nosotros surgió en el seno de la Uneac.
Hubo carteles y desde la pantalla del parque Roberto Amarán se proyectó el spot del festival (en este punto debo señalar que la imagen visual del Nosotros es encomiable) pero faltó “abigarrar”, “colorear” la calle con esa imagen visual, reiterarla hasta el cansancio, para atraer al pinareño.
Se hace necesario llevar la programación a los municipios, generarla desde allí y traer una representación del talento artístico municipal a la ciudad cabecera.
Pero ante todo (y este es su talón de Aquiles) el Nosotros como festival identitario no puede ser solo un muestrario de expresiones artístico literarias sino de rasgos, tradiciones, creencias e historia que conforman nuestro patrimonio inmaterial. En futuras ediciones, los gestores podrían buscar asesoría en la institución rectora del patrimonio vueltabajero para que no quede nada por exponer sobre identidad pinareña en el discurso del evento.
Nos obstante, grosso modo, fue un buen Nosotros: diverso, atractivo, marcó un punto de giro en nuestra cotidianidad. Un amigo me decía “se hizo lo que se pudo, y por suerte, se pudo hacer” luego del inamovible confinamiento. Por eso, si las debilidades de hoy encuentran oídos receptivos, confío en que la novena edición será un lujazo.