Este 16 de octubre se cumplen 70 años de La Historia me Absolverá, el histórico alegato de autodefensa de Fidel Castro ante el juicio por los asaltos a los cuarteles de Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, sucedidos el 26 de julio de 1953.
La causa 37 contra los acusados por formar parte del ataque al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953 tuvo su primera vista el lunes 21 de septiembre de ese propio año, en el Palacio de Justicia de Santiago de Cuba.
Fueron juzgadas 102 personas, de las cuales, 29 recibieron condenas de entre siete meses y 13 años de prisión. La sentencia los obligaba a cumplir la pena en el tristemente célebre Presidio Modelo, en Isla de Pinos.
El presidio Modelo fue una cárcel construída en la Isla de Pinos, Cuba, en la década de 1920. Semejante a una penitenciaría de los EE.UU., estaba compuesta por cinco edificios de planta circular con una capacidad para 5 000 reos en total. Le decían la cárcel de los horrores por los desmanes que se cometían con los presidiarios. Allí confinaron a los asaltantes del Moncada.
Fidel Castro, principal acusado, asistió a las dos sesiones iniciales. En la primera, luego de ser autorizado para oficiar como abogado defensor, interrogó no solo a sus compañeros, sino también a soldados, peritos y testigos requeridos por él.
“Desde que estábamos en la cárcel de Boniato, ya yo concebía la posibilidad de defenderme”, dijo Fidel en el programa de televisión Mesa Redonda en el año 2000. “Ya yo me había defendido en una protesta estudiantil en Cienfuegos donde me metieron preso. Yo mismo me defendí. ¿Para qué iba a buscar otro?, si yo era abogado. Y en el juicio del Moncada yo me volví acusador”.
Dicen los que allí estaban, que la firmeza de sus palabras, la claridad de su exposición y la pasión con que mostraba los hechos cargaron de veracidad y aceptación el alegato.
Aquella defensa discursiva de Fidel Castro, se convirtió en un programa político esencial para movimiento revolucionario 26 de julio. Fidel resumió la problemática cubana de entonces en seis puntos fundamentales: El problema de la tierra, de la industrialización, vivienda, desempleo, educación y salud.
El propio discurso fue la presentación de una agenda política de la nueva etapa de lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. Fidel sostuvo el argumento de que, en la lucha revolucionaria, el pueblo sería la fuerza fundamental.
El joven abogado anunció los cambios que introduciría en Cuba tras el triunfo revolucionario, tales como la reforma agraria, la reforma integral de la enseñanza, la nacionalización de la industria eléctrica, entre otros. Afirmó además que el autor intelectual del movimiento revolucionario era José Martí.
¿Cómo se convirtió aquel discurso en La Historia me Absolverá?
La primera vez que estuve cerca de Fidel Castro fue en 1975. Recién graduada y recién llegada a Isla de Pinos para cumplir mi Servicio Social, me asignaron reportar una visita de Fidel.
Los periodistas fuimos ubicados en el patio central de la sala pabellón del hospital del presidio, donde estuvieron detenidos por 2 años los asaltantes al Moncada.
Al entrar a ese recinto Fidel se me acercó y comenzó a hacer preguntas. Yo, sólo atiné a decir: “Este sitio debe tener para usted recuerdos imborrables”.
“Este es para mí un lugar sagrado”, me dijo. “Aquí reescribí mi autodefensa, aquí nació La Historia me Absolverá”.
Y continuó de corrido la explicación que no recuerdo con exactitud, pero coincide con esta declaración hecha por el propio Fidel en la Televisión cubana años después:
“Había hecho la Defensa en el juicio, yo tenía buena retentiva y después tuve que reconstruir el texto en la prisión, lo copié en limón, escribir en limón no es fácil, porque no se ve. Para eso se requiere la concentración de una hormiga paciente y yo tenía mis técnicas de cómo ir haciéndolo, durante unos segundos se ve en la humedad, luego le pasas una plancha, lo pones en un horno y sale completo. Tiraba al patio unas peloticas de papel que luego se fueron juntando. Así se difundió La historia me absolverá”.
Las encargadas de develar y reproducir clandestinamente el documento fueron Haydée Santamaría, Lidia Castro y Melba Hernández.
Finalmente, quedó listo en junio de 1954, con el título de La Historia me Absolverá. En una de sus misivas Fidel les pidió distribuir en cuatro meses no menos de 100 000 ejemplares. “Ahí está contenido el programa y la ideología nuestra, sin lo cual no es posible pensar en nada grande”, les dijo. Y agregó: “No se puede abandonar ni un momento la propaganda porque es el alma de toda la lucha”.
Lamentablemente, aquellos singulares y originales mensajes se perdieron. Según le contó Enma Castro, hermana de Fidel, a la periodista Katiuska Blanco, en su libro Fidel Castro Ruz. Guerrillero del tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, ella los tuvo escondidos dentro de un libro de música en la escuela religiosa donde estudiaba por entonces. Cierto día, una trabajadora los encontró por azar y se los llevó para su casa. Pero una requisa policial por las cercanías la alarmó tanto que decidió quemarlos.
Fidel confesó a la periodista Katiuska Blanco:
“Todo corría el riesgo de perderse, pues no pude grabar mis palabras ni tomar notas de ellas; entonces tuve que reconstruirlas. Como estaba en prisión, ello consistió en un meticuloso trabajo de escribir entre líneas de las cartas con zumo de limón, para poder burlar la censura.
“Le concedí importancia al rescate del discurso, su publicación y distribución, y también a todo lo que constituyera una denuncia.
“Tuve que escribir las misivas con limón, tú sabes que el jugo de limón se seca y luego cuando planchas el papel sale lo escrito –es increíble que no hubiera falla–. Lo escribí con jugo de limón, en un papel de cartas. Escribía, por ejemplo, una carta a Enmita: ‘Querida Enmita, estoy bien, estudiando…’ o cualquier otro tema, cuatro o cinco líneas, un telegrama era lo que le mandaba, y ahí mismo empezaba yo a escribir con limón; tenía que aprovechar la luz y la hora adecuada.
“Es muy difícil, porque a medida que avanzas, desaparece el texto. ¿Cómo continuar escribiendo, si apenas se veía la línea en que uno se quedó? Tenía que poner línea por línea, con lápiz, y después comenzar a escribir, cuando tenía la línea completa, iba marcando. Llenaba la hoja por ambas caras, y en el medio la inocente carta, breve, a Enmita, a Lidia. Nunca se ha dicho más literalmente: ‘era un mensaje entre líneas’.
“Permanecía atento por si día se les ocurría hacer la prueba. Nunca lo descubrieron, fue increíble. ¡Ni se sabe los mensajes que escribí!
«En tal sentido, contamos también con el secreto total de la gente que recibía los mensajes con tinta invisible, el grupo donde estaban Lidia, Myrta, Haidée, Melba, ellas nunca dijeron una palabra, porque nunca, jamás, en los dos años interceptaron un mensaje, y a pesar de estar incomunicado, la correspondencia era copiosa. Cuando los compañeros los recibían, ponían en el papel en el horno o le pasaban la plancha para que apareciera el mensaje.
“Por entonces mis padres ya estaban viejos, sobre todo mi padre. No viajaban prácticamente nunca a La Habana. Para ellos un viaje a Isla de Pinos era casi un viaje a España. Ya no salían de Birán. Nosotros mismos les sugerimos siempre que no fueran.
“Además, había otra razón de tipo práctico: los pocos contactos que teníamos eran para comunicaciones, los utilizábamos en eso; en las visitas, que eran una vez al mes. Si venían de mi casa, yo no iba a poner a mi padre y a mi madre a realizar actividades de tal índole. Para nosotros la visita era una oportunidad de comunicación con el exterior.
“¡Es increíble cómo pudimos mantener aquella comunicación durante dos años y que Batista no lo descubriera!”, contó Fidel.
En 1955, cuando Fidel y sus compañeros fueron liberados producto de la presión popular, La historia me absolverá fue publicada en la ciudad norteamericana de Nueva York. A esa edición le sucedieron otras muchas en diferentes países e idiomas. Con el tiempo, el texto devino documento raigal e imprescindible de la historia cubana del siglo XX.
El programa de La Historia me Absolverá se cumplió. El proyecto socialista cubano desde sus inicios (1959), -sin ser declarado aún como tal-, privilegió la satisfacción de los problemas sociales. La intervención de los grandes laboratorios farmacéuticos, la rebaja de medicamentos y de alquileres de viviendas, educación y atención médica gratuitas, más otras medidas populares, pusieron a los cubanos en las puertas del Olimpo. Las vidas de las clases bajas mejoraron notablemente. Pero solo tres años después, llegó el Bloqueo Económico de los Estados Unidos a Cuba. No digo más.
En su alegato Fidel describe la realidad de la Cuba de entonces.
“El 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos pagaba rentas por sus parcelas, además de vivir con el perenne sobresalto del desalojo. ‘Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en manos extranjeras’, dijo.
Agregó que, excepto algunas industrias alimenticias, madereras y textiles, nuestro país era en aquel entonces una especie de factoría productora de materia prima. “Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para importar arados”.
Sobre el tema de la vivienda apuntó: 200 000 bohíos y chozas; 400 000 familias del campo y la ciudad hacinadas en barracones, solares y cuarterías carentes de higiene; dos millones de la población urbana pagando alquileres; y casi tres millones del sector rural y suburbano sin acceso a la electricidad.
Acerca de la educación, denunció: “A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande?”.
En el drama de la salud recordó: el 90 por ciento de los niños campesinos padecía de parasitismo y crecía raquítico; el acceso a los hospitales solo era posible con la recomendación de algún magnate que les exigiría sus votos a los menesterosos.
La situación actual que hoy vivimos los cubanos, sería tema de otro artículo, pero fuese de otra manera si no tuviéramos la pesuña yanqui arañando nuestros sueños desde hace 60 años.
Lo que resulta innegable es el giro que dio Cuba y los cubanos a partir de 1959, fue un viraje contundente, en el orden material, social y espiritual; y eso, en lo esencial, fue gracias a aquel proyecto discursivo que ahora cumple 70 años.