Los primeros mercenarios que desembarcaron por Playa Girón el 17 de abril de 1961 no podían imaginar que los esperaba una derrota segura. Ellos estaban confiados en que se apoderarían de Cuba y los acaudalados, que dos años antes habían salido o huido del país, regresarían a sus propiedades, porque la Revolución era “cosa efímera”.
“Qué mal les salió la gracia”, diría siempre en vida mi abuela cuando se acercaba abril.
Tampoco podían imaginar los mercenarios que verían a Fidel en el frente de batalla, más que dando órdenes lo vieron combatir, batallar y ayudar a derrotar en solo 72 horas a la brigada invasora llamada 2506.
Uno de esos mismos mercenarios aseguraría que perdieron porque “Fidel está con ellos, peleando en el frente y los que estaban con nosotros, los que nos trajeron embarcados, se fueron después”.
Y ahí estuvo una de las diferencias abismales entre los mercenarios y nuestros milicianos y pueblo en general: el líder puso su pecho a las balas, el jefe de la Revolución tenía el deber elemental y el derecho de entrar a Playa Girón. Así lo hizo.
Más allá de cronología histórica de esos días, lo cierto es que la victoria que se logró en Cuba hace 61 años sentó un hito en América Latina, pues demostró que el imperialismo puede ser derrotado, que la victoria está segura cuando se lucha por ideales, que un pueblo unido es esencial en la coronación de los objetivos.
Aun cuando han transcurrido más de seis décadas de aquel acontecimiento las aspiraciones de Estados Unidos no cesan, hoy continúan en su empeño por acabar con la Revolución cubana. Articulan desde la matriz del “golpe blando” diversas variantes para socavar la unidad de esta isla, se replantean nuevas y diversas vías para adjudicarse el mérito de que el proceso revolucionario se fue a bolina y que el socialismo como sistema es insostenible. Pero olvidan nuestros enemigos que, a pesar de todas las vicisitudes y desafíos, el pueblo cubano conoce de resistencia y dignidad, que está dispuesto a pagar un precio muy alto por mantener la independencia y las conquistas alcanzadas, consciente de que Fidel sigue ahí, señalando el camino a perfeccionar en la aspiración máxima de demostrar la viabilidad del modelo escogido, ese que se declaró en abril de 1961 como socialista.