“La presencia en nuestra Patria de Fidel Castro es el encuentro de dos pueblos, de dos pueblos unidos por su historia, por sus ansias de justicia, por la lucha, por la auténtica libertad”.
Con esas palabras despedía Salvador Allende a Fidel Castro después de más de 20 días de visita a Chile en el año 1971.
Había llegado el líder de la Revolución cubana a la nación austral el 10 de noviembre. Recorrería entonces el país para conocer detalles de diferentes aspectos de la vida económica y social del Chile que lidereaba la Unidad Popular con Allende al frente.
Intercambios; reuniones; encuentros con estudiantes, campesinos, obreros, fueron parte de su periplo. Cuenta la historia que en esos días usó ponchos, comió chirimoyas, tomó pisco y jugó baloncesto. Lo declararon Hijo Ilustre de Punta Arenas, de San Miguel y se pronunció a favor de la unidad y en contra del sectarismo, dejó a los estudiantes universitarios chilenos varias recomendaciones en términos de lucha, de reivindicaciones.
En Chile la CIA ordenó a dos de sus agentes (falsos periodistas) disparar sobre Fidel. Lo enfocan, lo tienen en la mira, más nadie dispara. Falta el valor para apretar el gatillo. El miedo los aplasta. Después se sabe que detrás de todo está la mano y el cerebro del terrorista Luis Posada Carriles, quien trabajaba para la policía secreta venezolana.
La derecha y el fascismo encontraron en el líder cubano un fuerte adversario, que sin ser imprudente, denuncia los peligros ocultos que pueden representar para el proceso que se ha iniciado el cuatro de noviembre de 1970 en este país. Alerta a Allende y deja sugerencias.
Poco tiempo después la vida le daría la razón a Fidel. Tanto poder a los militares no fue bueno, especialmente a los sectores más conservadores del ejército.
El Golpe de Estado, protagonizado por el general Augusto Pinochet, pondría fin al gobierno de la Unidad Popular. Se inicia una etapa de represión y autoritarismo que dejó secuelas en la sociedad.
Fidel en Chile quiso ver la estatua que se le erigió al Che Guevara en la comuna de San Miguel, y dejarle allí una ofrenda. Cuentan que la gente se agolpó y se apretujó para ver al visitante, un huésped que les dirigió la palabra y dejó en el auditorio una impresión que perdura a pesar de los años.