Fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en la Primera Gran Asamblea de los Comités de Defensa de la Revolución, en La Plaza de La Revolución «José Martí», el 28 se septiembre de 1961.
El movimiento de los Comités de Defensa de la Revolución es verdaderamente interesante, y nos enseña, algo acerca de las raíces de la Revolución.
¿Cómo surge la idea? Los contrarrevolucionarios comenzaron a organizarse, a los pocos meses del triunfo de la Revolución; el imperialismo comenzó a actuar; las clases privilegiadas, afectadas por las leyes revolucionarias, comenzaron a agitarse; las larvas gusaniles comenzaron a aparecer; la Agencia Central de Inteligencia comenzó a actuar.
El pueblo, ¿cómo se iba a defender? La Revolución en el poder no era el poder de una minoría privilegiada, la Revolución en el poder representaba el poder de las grandes masas del pueblo. La Revolución no se iba a defender, frente a sus enemigos, con un ejército de profesionales de las armas. La Revolución tenía un ejército, sí, surgido de las filas del pueblo, surgido principalmente de las capas campesinas y obreras; pero el pueblo tenía una fuerza incomparablemente superior, el pueblo contaba con su propia fuerza de pueblo liberado (…) Y así surgieron las Milicias Nacionales Revolucionarias, así surgieron las nuevas Fuerzas Armadas Revolucionarias: sencillamente, armando las masas, armando el pueblo.
Cuba era el primer país de este continente donde las masas organizadas se armaban; Cuba era el primer país del continente que, con un programa revolucionario, armaba a sus obreros y a sus campesinos, es decir, a las masas explotadas de ayer, para que defendieran sus derechos frente a la minoría explotadora que, apoyada en el imperialismo, pretendía regresar al poder. Si en cualquier país explotado, si en cualquier país que viva bajo el imperio de una minoría privilegiada, los obreros y los campesinos, es decir, las masas, reciben las armas, aquellos regímenes no duran más de 24 horas.
Pero las Fuerzas Armadas Revolucionarias representaban la organización destinada a defender el territorio nacional, destinada a combatir contra los enemigos en cualquier frente donde apareciesen armados y organizados. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias necesitaban un complemento; las Fuerzas Armadas Revolucionarias necesitaban la organización para luchar contra los terroristas contrarrevolucionarios, para luchar contra los saboteadores, para luchar contra los agentes del imperialismo que trataban de obstruccionar la producción, de sabotear nuestras industrias, de sembrar el terror en el pueblo; las Fuerzas Armadas Revolucionarias necesitaban el complemento de otra organización para realizar esa tarea, y así surgieron los Comités de Defensa de la Revolución. Es la organización en la retaguardia, retaguardia que a veces se convierte también en primera línea de la lucha, para luchar contra la quinta columna, para luchar contra los saboteadores y los terroristas, para luchar contra los agentes del imperialismo.
Los contrarrevolucionarios, para actuar, para desarrollar sus actividades terroristas y de sabotaje, tenían que moverse, tenían que reunirse, tenían que esconderse, tenían que utilizar distintos sitios para llevar a cabo sus proyectos. Y aunque contasen con toda la dinamita, y con todo el fósforo vivo, y con todo el dinero que les remitiesen de Estados Unidos, sin embargo, tenían que actuar en la ciudad, tenían que llegar a diversas horas, a determinados lugares, tenían que escoger sitio donde guardar esos equipos, tenían, en fin, que realizar una serie de actividades para llevar adelante sus planes contra el pueblo.
El pueblo no necesitaba confidentes, el pueblo no necesitaba una minoría para defenderse de las actividades de esos criminales. Cuando era el pueblo quien luchaba contra la tiranía explotadora, entonces aquella tiranía necesitaba un ejército de confidentes para luchar contra el pueblo; pero cuando era la minoría luchando contra el pueblo, ¡el pueblo estaba ahí presente para defender conscientemente sus derechos!; el pueblo no necesitaba a nadie que vigilara por él; el pueblo no tenía que buscar a nadie que vigilara por él; el pueblo no tenía que pagarle nada a nadie para que vigilara por él. Los pueblos tienen que defenderse por sí mismos.
El pueblo estaba presente en todas partes, el pueblo era capaz de organizar su propia vigilancia de masas, el pueblo era capaz de organizar su propio aparato de defensa de masas. Y las esposas, las hermanas, los hijos o los padres de los trabajadores de las fábricas, o de los milicianos que estaban en las trincheras, podían organizarse y podían realizar ese trabajo.
Era imposible que los gusanos y los parásitos pudieran moverse si el pueblo, el pueblo, que sabe demasiado bien quiénes son los gusanos y quiénes son los parásitos, los vigilaba por sí mismo. Y eso era con lo que no había contado el imperialismo, eso era con lo que no había contado la Agencia Central de Inteligencia yanki. Con lo que no había contado es que frente a sus propósitos criminales, frente a sus propósitos contrarrevolucionarios, iba a encontrarse un pueblo vigilante. Y esa es otra de las lecciones que el pueblo de Cuba le ha dado al imperialismo.
Cada hombre y mujer de la Revolución en su casa, en su manzana, en su edificio de apartamentos, en su barrio, se convirtió en un defensor activo de la Revolución. Y los contrarrevolucionarios se encontraron con un aparato nuevo, un aparato imprevisto, un aparato que es producto histórico de la Revolución Cubana, porque los Comités de Defensa de la Revolución son un aparato de masas, una organización de masas, que surgen por primera vez en nuestro país. Es una organización de masas que viene a llenar una necesidad que las demás organizaciones de masas no podían llenar.
El pueblo todo, el verdadero pueblo, se organiza. ¿Quiénes son los que no se organizan? ¿Quiénes son los que no tienen ningún interés en organizarse? Los gusanos, los parásitos, los holgazanes, los que no trabajan. No quiero decir con esto que toda persona que no pertenezca actualmente a alguna organización sea necesariamente un parásito o un holgazán, puede haber algunas personas que todavía no se hayan incorporado a la masa de la Revolución, aunque realmente es una exigua minoría. Pero los que realmente no tienen ni tendrán jamás interés en organizarse ni en pertenecer a ninguna organización de masa, son los enemigos del pueblo, los enemigos de las masas, los parásitos, los explotadores, los holgazanes, los que no trabajan, los que viven, sencillamente, del trabajo de los demás.
Los Comités de Defensa de la Revolución son órganos de la Revolución, son órganos del poder revolucionario. Además de las tareas revolucionarias, como organización revolucionaria de masas, ustedes están llamados a desempeñar distintas tareas necesarias e imprescindibles a la Revolución, que deben realizar con alto sentido de responsabilidad, con alto sentido de sacrificio. Porque una de las cosas que ustedes deben tener siempre presente es que ser miembro del Comité de Defensa significa tener espíritu de sacrificio, ser el ejemplo para los demás ciudadanos, trabajar, observar a los contrarrevolucionarios; pero, además, hacer una labor de captación, una labor de proselitismo.
Ya ustedes tienen mucha más experiencia, ya el aparato está mucho más perfeccionado, y en cualquier contingencia pueden cumplir sus tareas con mayor eficiencia, hasta con más equidad, con más cuidado, de manera que en el barrio vean al Comité de Defensa, todos los ciudadanos, como una organización que es amiga, como una organización revolucionaria, como una organización que está dispuesta a ayudar, aunque está dispuesta a actuar con toda la energía que sea necesario cuando se lo ordene la Revolución.
Tenemos que seguir adelante en el trabajo de organización, hacer con los Comités lo mismo que estamos haciendo con las milicias: avanzar en la organización. Un pueblo, cuanto más organizado, más fuerte. Organicemos a todas las personas decentes, a todas las personas útiles, a todas las personas trabajadoras, que los trabajadores jamás podrán ser vencidos por los parásitos; que los hombres leales a la patria, leales a los humildes, leales a los pobres, jamás podrán ser vencidos por los explotadores, por los parásitos, por la gusanera de los privilegiados. La razón y la justicia jamás podrán ser vencidas por el crimen.
¡Adelante, compañeros de los Comités de Defensa de la Revolución! ¡Adelante! ¡A luchar, a librar cuantas batallas sean necesarias! ¡Que cuando el enemigo lance de nuevo sus ataques, no solo se encuentre un ejército y una milicia más fuertes, sino que también tengan que chocar con una organización revolucionaria de los Comités de Defensa de la Revolución mucho más fuerte!
- Lea el discurso completo pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en la Primera Gran Asamblea de los Comités de Defensa de la Revolución, en La Plaza de La Revolución «José Martí», el 28 de septiembre de 1961.