A 11 kilómetros de la cabecera del pinareño municipio de La Palma, la finca La Elena sobresale por producciones agropecuarias basadas en la conservación, el manejo sostenible de suelos y el cuidado del medioambiente.
Esas han sido las premisas de Rubén García Ravelo, profesor de Educación Laboral y Dibujo Técnico durante 18 años, quien regresó al campo y desde 2014 produce en un sitio impactado por la fuerte sequía.
Comenzamos mi hermano y yo con apenas seis hectáreas (ha) y la tierra estaba llena de maleza, pero fuimos limpiando de forma organizada para no afectar el medioambiente; y dejamos ocho metros de espacio donde íbamos plantando cultivos de ciclo largo, explicó a la Agencia Cubana de Noticias.
Lo primero fueron café y mamey y posteriomente cubrimos con mango, viandas y hortalizas en los años iniciales, apuntó.
Cuando el mango cogió fuerza, a favor de la corriente de agua hicimos un trabajo de contención a cada surco para mantener la humedad con vistas a su protección; al funcionar, solicitamos más tierras y ya tenemos un área total de 26 ha, detalló.
También sembramos en cuadrantes para que cada planta recibiera los rayos de sol y garantizar pasto para el ganado menor, del cual obtenemos abono orgánico, apuntó García Ravelo.
Hace unos meses su hermano no está físicamente pero La Elena sigue siendo un proyecto familiar; y a Rubén lo acompañan, entre otros, su hija y sobrinos de cara a continuar una faena que reporta beneficios para no pocos.
Con orgullo asegura que sus producciones – rondan, por ejemplo, la veintena de frutales- llegan a puntos de venta del territorio, del municipio de Pinar del Río, centros educacionales y los hospitales provinciales.
Hoy los rendimientos son superiores en un 50 por ciento a los de otros lugares en los que no se realizan medidas de conservación y manejo sostenible de suelos.
Todos los desechos de cosechas nos sirven para proteger los suelos y que mantengan más la humedad; porque lo importante en el campo es aplicar la ciencia y la técnica, advirtió.
Si los recursos escasean hay que buscar alternativas; si el cambio climático nos afecta y las temperaturas son tan elevadas hay que proteger más las plantas, hacer más acciones para que perduren en el tiempo, refirió.
Aquí no usamos nada químico, incluso recurrimos a herramientas manuales: arado, peine, bueyes, machete… Ya ni nos damos cuenta de que faltan recursos, porque hacemos de todo para no detener las producciones, señaló.
Procesar industrialmente frutales y hortalizas constituye ahora su principal reto, de cara a mayor rentabilidad, eficiencia y el consumo durante todo el año.
Por eso Rubén, de 62 años de edad, ansía la puesta en marcha de una minindustria gracias a un proyecto de desarrollo local.