En estos momentos pienso en mi abuela Teresa, en cómo le gustaría haber presenciado los logros de mi tío Francisco Javier Sabat Gonzalo (Panchito, como lo conocemos en casa).
A ella que tanto velaba por su familia, y sobre todo por su hijo más pequeño, le hubiera encantado sus títulos de Maestro ronero (2019) y el reciente: la certificación de Personalidad.
No es Javier un hombre joven ya, pero el deseo de crear lo hacen ágil y certero en cada una de sus mezclas y nos confiesa que mientras Dios lo permita seguirá en su labor en la fábrica de ron El Valle.
Inició su vida laboral hace 50 años, fue profesor, lleva más de tres décadas dedicados a los rones y toda una vida rindiendo pleitesía a la Química, la especialidad en la que se licenció en el Instituto Superior Pedagógico de Vueltabajo.
En la Empresa de Bebidas y Refrescos de Pinar del Río comenzó como tecnólogo y ha ido cambiando de denominación, hasta que hace más de 30 años su vida transcurre entre toneles, frascos de cristal y ese olor inconfundible que se respira al entrar a la bodega de la fábrica.
JAVIER Y LA QUÍMICA
Amante de esta especialidad nos confiesa que la Química es la base de la industria también.
“No la he abandonado nunca, la estudié desde que tenía 15 años y a partir de ese momento siempre me desempeñé en algo que tiene que ver con ella.
“Esta industria es derivada de la química, por tanto, me he sentido perfectamente en este trabajo. Desde que empecé traté de vincular los conocimientos recibidos en mi carrera y en mi desempeño como profesor con la fabricación de estos rones”.
PARA CREAR…
“Lo principal es amar la profesión que realizas”. Nos dice con la voz pausada que lo caracteriza, y continúa, “que los rones sean algo muy importante en tu vida, que veas la fabricación como algo cultural y que tú realmente consideres que tomar una bebida alcohólica constituye una fiesta y que por lo tanto tienes que hacer un producto que haga que los sentidos de las personas se sientan gozosos al probarlo.
“No dejamos de saber que el alcohol es una droga, pero que de una forma moderada y cultural es realmente importante para el desarrollo de las personas, para sentirse bien y alegrarse en una actividad y demás.
“Siempre he querido hacer un producto que el pueblo lo asimile, que le guste. Todavía no he conseguido el ron que persigo, que sea con una calidad muy alta y un precio muy bajo.
“Es una continuidad, para hacer un ron no puedes partir de cero. A veces digo que los rones son mis hijos, porque tú vas teniendo otros y otros, pero todos son un derivado del antecesor, y van a estar en una línea.
“Tengo en estos momentos tres marcas que son la Arecha, El Valle y Vegas del Río, además de un ron de consumo nacional Campechano.
“Para que esas marcas estén bien diferenciadas y cada una tenga su tipicidad lleva mucho esfuerzo, para que cuando una persona pruebe un ron, aunque sea a ciegas pueda decir: ‘Esto es El Valle’, este es Arecha’ y los pueda reconocer por sus características intrínsecas.
“Es bastante complejo en una fábrica pequeña, con una bodega que no es realmente muy grande poder hacer tanta diversidad de productos, pero se logra si tú tienes una continuidad, cuando haces uno piensas en dejar un espacio para el próximo”.
Luego del primer “hijo”, el refino El Valle, el precursor que se metió de lleno en la cultura del pinareño, vinieron otros, y actualmente en esa marca producen el carta blanca, el dorado y un elixir, y los tres se dedican fundamentalmente a la exportación. También nos habla de las marcas Arecha y Vegas del Río, y de otros que han ido quedando por el camino.
“Exportamos la línea El Valle con sus tres rones, y en la Arecha desde el ron silver dry hasta el añejo reserva. Además, tenemos un extra añejo, el 15 años Arecha, y fabricamos el 15 años Legendario, los cuales fueron medallas de oro en la Feria Internacional de La Habana en 2009 y 2010”.
¿Cuál es el secreto?
“Trabajar, amar lo que estás haciendo y la divisa es mezclar, mezclar y mezclar”.
Aunque habla sobre el tema y sé que prueba (o cata) cada uno de sus rones en cada proceso, nunca le he visto beber un trago en casa.
“Es necesario tener una disciplina estricta. Por ejemplo, en el caso mío, no hubiera podido resistir ese tiempo tomando cada día un nivel de ron que está por encima de los estándares que establece la Organización Mundial de la Salud, es decir, que a estas alturas sería un alcohólico.
“Por lo tanto, hay que tener una disciplina férrea. No puedo como placer ir a un lugar y beber, porque eso sería demasiado para mi organismo, y entonces lo que hago es que utilizo en lo profesional esa posibilidad que tengo de poder apreciar un ron.
“Comienzo por probarlo, pero contamos con un equipo de evaluación sensorial, que es lo que llaman catadores; personas que los adiestro para que puedan analizar y ver cosas que yo no veo.
“Tengo un equipo bastante adiestrado, somos cinco integrantes oficiales y una cantera para que cuando esas personas dejen de estar se sustituyan. Nunca que hago un producto es mío, es de todos”.
SIN BODEGA…
En una industria de este tipo la bodega es lo más importante, de ella depende todo lo que se puede hacer en la fábrica.
“Lleva una dedicación especial destinarle la mayor parte del tiempo, seguirle los pasos a los rones desde que los pones en la barrica hasta que los vas a sacar para hacer una producción determinada, es llevarle como una historia clínica de lo que sucede durante los trayectos, que pueden ser muy largos, en estos momentos tenemos algunos que tienen más de 30 años en el barril,
“La persona que uno considere que es su brazo derecho, que más posibilidades tiene, pues ese es al que uno coloca al frente.
“La bodega es el misterio, el secreto y el corazón de la industria. Son barriles de una sola madera que es el roble blanco, en sus diferentes variedades. Nosotros utilizamos preferentemente el americano, pero para que un árbol de roble pueda ser utilizado en esta industria necesita tener de edad como mínimo 90 años”.
ORGULLO DE RONERO
Javier piensa que el principal logro es haber sido reconocido como maestro ronero, porque constituye el colofón de su quehacer.
“Para cualquier fabricante, independientemente de que sea tecnólogo o el nombre que se le ponga, significa su aspiración máxima.
“Los maestros roneros son un grupo que se caracteriza no solo por sus conocimientos, sino por su trayectoria y por lo que significa el ron para ellos y ellos para el ron. Esas personas en las cuales me han incluido a mí, son pocas, solo nueve en Cuba.
“Los requisitos para obtenerlo son muchos, el primero es la voluntad de que tú entregues todo tu trabajo a esa causa, que entiendas que el ron es algo completamente cultural, que es una herencia de los antepasados desde hace más de 150 años y que hemos asimilado esa continuidad y herencia.
“Perseguí muchísimo el título y tuve bastante constancia, pero no porque tenía esperanza, porque hay personas en Cuba que tienen conocimiento vastísimo sobre el tema y no lo han conseguido. Un cúmulo de características que ven en uno y me designaron para esto, ni yo mismo me imaginé que iba a serlo.
“Ahora lo que tengo que tratar es que algún otro compañero sea el relevo mío como maestro, de hecho ya lo tengo, al especialista de la calidad, que se encuentra en la cantera de aspirante, que se llama Lester Alberto Bencomo”.