“Han sido días muy tristes, de tener todas las camas llenas y saber que otras personas también necesitaban de cuidados intensivos, de ver morir gente joven, mujeres embarazadas, hombres fuertes. La enfermedad ha sido dura para todos nosotros. Y deja secuelas importantes que es lo que vamos a ver de ahora en adelante. Nunca vamos a olvidar este tiempo.
“Quizás dentro de 20 años las generaciones nuevas recuerden que hubo una pandemia, pero para los que la enfrentamos de esta manera, permanecerá ahí, muy cerca en la memoria”, refiere el doctor Jesús Rubio González, especialista en Cuidados Intensivos y Emergencia y en Medicina General Integral , quien labora en la UCI Uno del hospital León Cuervo Rubio.
Nos recibe en su casa del reparto Carlos Manuel apenas una hora antes de salir para la guardia. Va más tranquilo que hace unos meses atrás, cuando asegura: “Entraba por el garaje de la casa, ahí tenía que hacerlo todo. Dormía en la terraza. No podía besar a mi hija ni a mi esposa; por mucho que uno se cuide siempre queda el temor a enfermar a la familia. No podía abrazar a mi mamá, iba a verla, me alcanzaba la taza del café a la acera, me la tomaba, le echaba alcohol y se la devolvía. La niña apenas tiene nueve años y reclamaba no poder tocarme, no poder salir a jugar al patio, pero no podíamos correr más riesgos. Mi esposa decía que era como una misión dentro de Cuba. Pero fue gracias al apoyo de la familia, su comprensión y respaldo, que pude mantenerme en pie”.
DE FRENTE A LA COVID-19
En cada palabra suya está la satisfacción de haber servido y a la vez la tristeza de cuánto ocurrió: “Eran jornadas tensas. Tuvimos que trabajar el doble o el triple, hubo que renunciar al descanso y dedicarnos a la atención médica. Al principio trabajábamos una semana, hacíamos una cuarentena e íbamos para la casa. Ya después trabajábamos 24 por 72, malamente descansabas tres días, porque uno, afuera de hospital, sigue viendo pacientes.
“Era un cansancio físico y mental muy grande. El hospital estaba completamente lleno, se agregaron camas, se utilizaron las aulas, todas las consultas de cuerpo de guardia, observación; se trató de poner la mayor cantidad de camas para tratar de evitar que pacientes con síntomas moderados o graves estuvieran en los centros de aislamiento, que nos ayudaron mucho en ese tiempo, pero como había tantas personas con dificultad respiratoria, la mayoría los teníamos nosotros”, explica el doctor.
“Y se hizo compleja la situación también, porque con lo que teníamos inicialmente no era suficiente. Por ejemplo, el banco de oxígeno es pequeño; abastecía la demanda normal del hospital, los salones de operaciones, las terapias, pero al duplicarse la atención ya no alcanzaba. El Gobierno, el Partido, Salud, y los organismos centrales hicieron gestiones y se agregó otro banco de oxígeno. Con eso se mejoró la atención, pero ocurrió la rotura de la planta principal que nos abastecía. Se nos pidió a los médicos no malgastar el oxígeno, porque cuando está envasado en botellones y se administra, es un medicamento más.
“Eso nos afectaba mucho, ver tantos pacientes en el cuerpo de guardia con dificultad respiratoria y uno no tener nada en la mano para poderlos ayudar, se hacía complejo. Era difícil cuando los clínicos que atendían en la planta baja subían a la terapia solicitando capacidades porque se les agravaban los enfermos y nosotros no teníamos una cama para poder darle ventilación no invasiva o intubar a quien lo necesitaba”, así relata este médico las jornadas más duras del enfrentamiento a la COVID-19 en el “Hospital Viejo”.
“Afortunadamente comenzaron a llegarnos ventiladores mecánicos nuevos, con muy buenas prestaciones que nos ayudaron mucho porque los que teníamos ya nos estaban dando problemas. Cuando usamos la ventilación mecánica el ventilador no se apaga, es constantemente funcionando. Un ventilador debe estar seis horas en reposo cuando se le retira a un paciente antes de colocárselo a otro, y no teníamos ese tiempo, no había ese margen.
“Se cambiaba el circuito, que son las mangueras, se desinfectaba el equipo y se le ponía ventilación no invasiva o se intubaba a otro paciente y se encendía de nuevo el ventilador y ya, eso no se apaga más hasta que el paciente mejora y se le puede retirar o hasta que lamentablemente fallece.
“Por experiencia te puedo decir que en la mayoría de los casos cuando un paciente enfermo de COVID-19 tiene que ser intubado, tiene muy pocas probabilidades de vida. Esta enfermedad, cuando afecta las vías respiratorias, provoca fibrosis en el pulmón, eso quiere decir que este órgano se endurece, se pone rígido, cuando en realidad es suave, y eso es irreversible.
“Y fue muy doloroso ver a colegas nuestros enfermar y hasta fallecer; eso siempre lo marca a uno. Puedo decir que llegó un momento en el que no se dormía. Los partes no se daban presenciales, eran por teléfono y tener que dar esa noticia de que falleció un familiar es devastador, máxime cuando se trata de personas jóvenes.
“Cuando empezaron a bajar las cifras de contagios en la provincia, en el hospital no veíamos eso. La institución se mantenía completamente llena. No fue hasta principios de octubre que empezamos a apreciar una disminución de la cantidad de casos en el hospital y por ende en la terapia.
“Ya después del primero de noviembre comenzamos a trabajar en turnos de trabajo normal de ocho de la mañana a cuatro de la tarde con la guardia que nos toca en la semana”.
CUIDANDO CUBANOS EN OTRAS TIERRAS
El doctor Chuchy, como lo conocen los más allegados, relata que llegó de su misión en Venezuela el 29 de abril de 2021, estuvo unos días de vacaciones y se incorporó a su centro de trabajo, el “León Cuervo”, institución hospitalaria en la que presta servicios desde que terminó su especialidad en 2011
Pero allá también estaba enfrentando la pandemia, con la alta responsabilidad de atender a cubanos enfermos.
“Inicialmente estaba en el estado de Carabobo. Me trasladan para la Dirección Nacional a trabajar en la Comisión Médica donde asumí las tareas de la atención a los colaboradores de todos los estados, hasta que en junio de 2020 se nos comunica que hay que abrir un hospital de campaña para atender los casos que venían apareciendo.
“Me designan como coordinador médico del hospital que estuvo ubicado en el poliedro de Caracas y comenzamos a preparar todo el andamiaje que llevaba de conjunto con militares venezolanos. Allí se reunió la décima brigada Ernesto Che Guevara; antes hubo otras, que prestaron servicios sobre todo en la frontera.
“El dos de agosto empezamos a recibir casos. Estuve como jefe médico del hospital hasta el 26 de abril de 2021. Allá se montaron 290 camas para atender a colaboradores de la Salud que habían enfermado y en las afueras, bajo carpas, había otras 500 camas para población venezolana con síntomas leves, que cuando agravaban nos pasaban para el interior del hospital. Estaban en literas, ocho literas, es decir, 16 pacientes bajo cada carpa.
“Pero se tornó muy complicado; el trabajo era intenso. Las carpas estaban repletas y los médicos militares, que eran muy buenos y prestaban atención a los venezolanos apenas alcanzaban; entonces cuando alguien se iba de alta les decía a los que ingresaban, ‘que te pasen para adentro que es donde están los cubanos’ y eso generaba tensiones porque de verdad no teníamos espacio, pero es cierto que le llegábamos más a los pacientes, estábamos con ellos todo el tiempo. Allí tuvimos el apoyo de las organizaciones juveniles de Venezuela, que se encargaban de la limpieza, de la recogida y de repartir las comidas.
“Y fue complejo, porque enfermaron muchas personas y aunque no tuvimos tantos fallecidos como en otros lugares, sí hubo un momento en el que aumentaron los decesos, como ocurrió en casi todas partes. Tuvimos dificultades con el oxígeno. Por suerte pudimos contar con 15 ventiladores. Se hizo un trabajo muy grande desde la coordinación, porque era de conjunto con la parte exterior del hospital, se hacían entregas de guardia unidas, lo veíamos como un todo”.
LOS PRIMEROS AÑOS COMO MÉDICO
Chuchy habla pausado y bajito y se refiere a los pacientes con mucho cariño. Es graduado de Medicina en 1995 y prestó servicio social en Bahía Honda, en la zona conocida como Las Cuarenta. “De allí tengo un buen recuerdo. Después me enviaron a Viñales, donde fui médico de la familia, y asumí otras responsabilidades.
“Cuando me trasladé a Pinar en el 2005 empecé a trabajar en el Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, directamente en la Atención al paciente con VIH/sida, lo que era el sanatorio. Fueron dos años y constituyó, sin dudas, una bonita experiencia. Hice varios trabajos con ellos. En esa época había muchos recelos hacia estos pacientes y recuerdo con agrado el poder ayudarlos a tolerar su enfermedad y a que se aceptaran a sí mismos y también por la sociedad.
“Después trabajé en la Dirección Municipal de Salud, coordinando el Sistema Integrado de Urgencias Médicas y cursé un diplomado de Cuidados Intensivos. Los tres meses iniciales se convirtieron en ocho y me dieron la posibilidad de hacer la especialidad. Empecé en 2007, terminé en 2011 y desde entonces trabajo como especialista en Cuidados Intensivos y Emergencia, siempre en el hospital León Cuervo Rubio. Ahí estoy hasta hoy”.
El día de la entrevista apenas tenían cinco pacientes ingresados en la UCI Uno, cifra mucho menor que en el pico pandémico.
“Allí tenemos 11 camas, de ellas 10 para la terapia intensiva y contamos con un riñón artificial para hacer hemodiálisis. Ya el hospital abrió y está asumiendo los otros servicios. Nuestra unidad sigue destinada a pacientes con COVID-19, en tanto la número dos está funcionando como polivalente. Ya en el hospital se está operando, se están haciendo las demás consultas”.
La rutina vuelve a ser más tranquila. Sin embargo, para este doctor la urgencia hoy es cuidarse. “A veces me parece que la gente no tiene percepción del riesgo. Todas las familias han quedado marcadas, todos tuvimos un familiar, un amigo, un conocido, un vecino que enfermó o murió.
“Y esto no se ha acabado, estamos muy lejos de que termine. Hay una nueva cepa con mutaciones en la proteína, y tenemos la fortuna de la vacunación. Aún no sabemos si las vacunas son efectivas ante la nueva variante, yo espero que sí, y confío en que si no, vamos a tener la capacidad de mejorar alguna de las que tenemos aunque haya que poner una dosis más.
“Pero a la salud hay que ayudarla y siento que falta mucha conciencia de la población. Sales a la calle y ves los tumultos. Es cierto que es complejo buscar las cosas del hogar, montarse en una guagua porque vives lejos, pero hay que cuidarse. El hecho de que estemos vacunados no nos exime que podamos volver a enfermar”.
Para este doctor estudiar Medicina siempre fue un anhelo: “Quería ayudar a las personas y la Revolución me daba la oportunidad en ese momento de hacerme médico sin que me costara más que el mero sacrificio de estudiar y devolver después todo lo que aprendí”.