La memoria histórica de Cuba conserva aún intacto el recuerdo de uno de los crímenes más horrendos cometidos por el régimen colonial español, el fusilamiento hace hoy 150 años de ocho inocentes estudiantes de Medicina.
Los sucesos tuvieron lugar en medio de las tensiones por las crecientes derrotas del ejército ibérico a manos de los líderes de la guerra de independencia, y del clima de terror que como respuesta creó España por campos y ciudades de la nación.
El 23 de noviembre de 1871, un grupo de jóvenes de primer año de Medicina, impulsados por la pasión y la inocencia de su edad, recorrieron el Cementerio de Espada de la capital, mientras esperaban la llegada de uno de sus profesores.
Algunos dieron vueltas sobre la carretilla que trasladaba los cadáveres, otros jugaron entre ellos, y uno arrancó una flor de los jardines de la necrópolis, según refieren las investigaciones históricas.
Pero ninguno pudo advertir, siquiera, lo que sobrevendría luego: la acusación de haber profanado la tumba de un periodista español defensor del colonialismo, las horas de prisión e incertidumbre, la muerte.
Cuentan entre las injusticias que rodearon el caso el encarcelamiento de 45 estudiantes que fueron llevados a dos Consejos de Guerra.
En un primer juicio, que no encontró razones para incriminarlos, unos quedaron absueltos y otros recibieron condenas menores, pero el rechazo del Cuerpo de Voluntarios español provocó la realización de una segunda vista oral con un nuevo tribunal, que decidió inculpar a cinco de ellos como escarmiento.
Tres alumnos más resultaron elegidos al azar para completar la cifra de ocho, incluyendo uno que el día de los hechos ni siquiera se encontraba en la capital, todos condenados a la muerte por fusilamiento, de forma inmediata.
Varias fueron las muestras de rechazo contra el atroz suceso, entre ellas, la renuncia de sus cargos de los capitanes españoles Nicolás Estévanez y Federico Capdevila, este último abogado de oficio de los jóvenes.
Hasta el periodista y escritor José Martí, quien en ese momento se encontraba en Madrid en condición de deportado, llegaron también los detalles del hecho por su amigo de la infancia, Fermín Valdés, uno de los alumnos penados a prisión.
Desde entonces, a lo largo de su carrera diversos escritos del Apóstol de Cuba hicieron referencia al crimen; entre ellos, el poema A mis hermanos muertos el 27 de noviembre de 1871, donde sentenció: “Cuando se muere// En brazos de la patria agradecida// La muerte acaba, la prisión se rompe;// Empieza, al fin, con el morir la vida”.
A 150 años del crimen, y como es tradición cada año, los jóvenes evocarán hoy la efeméride con actividades por toda la isla de Cuba.
En la universidad de La Habana se desarrollará el acto de recordación, que concluirá con una marcha hasta el monumento erigido en la isla a los ocho estudiantes de Medicina.