Desde la acera se hace notar entre el resto de las casas aledañas o las construcciones del pueblo. Al cruzar la verja blanca de madera, enseguida te atrapa un mundo acogedor que se mezcla constantemente con risas y voces pequeñas.
“¡Una foto, tírame una foto”!, dice Davián, uno de los más grandes del grupo que juega con la “seño” en una de las áreas. Cada salón parece tocado por la magia que vive solo en los niños.
Desde julio pasado fue inaugurada la casita infantil El Viverito, segunda de su tipo en la red socioeducativa del poblado de Manuel Lazo, en Sandino, y que beneficia a madres trabajadoras de la Empresa Agroforestal Guanahacabibes y de otros sectores.
Con capacidad para 24 infantes, hoy poseen una matrícula de 16 que se distribuyen de tercero a quinto año de vida.
“La ‘Forestal’ restauró el inmueble y corrió con todo el mobiliario y las excelentes condiciones de vida con que contamos aquí. Tenemos dos baños, tres salones, dos áreas de juego, una recepción, una oficina y una cocina equipada con refrigerador, microwave y fogón”, explica Liuba Poo Sánchez, responsable de la instalación.
Desde las siete de la mañana se comienza a recibir a los pequeños. Y no son solo quienes laboran en la Empresa las madres que han sido beneficiadas por esta obra, sino que es una oportunidad para quien lo necesite, independientemente del sector que sea.
Beatriz Montero es trabajadora por cuenta propia. Su niño Yan Carlos estaba en proceso de adaptación el día de nuestra visita, y aunque reconoce que es difícil la etapa del desapego, agradece la oportunidad que le han ofrecido.
“Ahora voy a poder trabajar más tranquila, además, las educadoras son muy buenas, y qué decir de las condiciones de la casa”.
La mayor parte del claustro de “El Viverito” es muy joven; sin embargo, se nota la dedicación y el empeño que le ponen a su labor. Así lo corroboramos con Yelaine Vázquez Delgado, la “seño” de quinto año.
“Antes había hecho prácticas en círculos infantiles de la cabecera municipal, pero, como tal, es esta mi experiencia laboral inicial, y me encanta el trabajo con la primera infancia. Por algo escogí esta profesión”, refiere.
Asegura que la dinámica es constante, por lo que hay que extremar el cuidado con los niños, pero al final todo fluye y trabajan como un equipo bien unido.
“Tengo que superarme constantemente, planificar clases y elaborar mis propios medios de enseñanza. De aquí van para prescolar y necesitan una base para llegar más preparados e independientes. Los padres saben que aquí sus hijos se cuidan y aprenden”, añade.
La Empresa Agroforestal Guanahacabibes, con el apoyo de Educación y los factores de la comunidad, materializaron un viejo anhelo del poblado en cerca de cuatro meses. La instalación es hoy una garantía para que muchas madres puedan incorporarse al trabajo y para que sus hijos se formen mejor para el futuro.