Debo confesar que desde hace algún tiempo llevo madurando en mi cabeza las siguientes líneas. No ha sido cuestión de días o semanas, sino de largos meses debatiéndome entre la observación participante, entre razones divididas relativas al asunto en sí; y por supuesto, el criterio propio que en ocasiones suele considerarse como agresivo.
Digo esto último, pues en muchas ocasiones los del gremio periodístico somos tildados de poco conservadores, o de radicales o reaccionarios si se quiere, por aquello de que no “usamos” medias tintas.
No obstante, el siguiente es un asunto que, a consideración propia, no puede aguantar por mucho más tiempo su status quo, sino a riesgo certero de colapsar o sucumbir a la involución. En esto, en las circunstancias actuales, al país le va la vida.
Idoneidad laboral versus completamiento de plantillas en los centros de trabajo. En esa oración se resume todo, ya que la no disponibilidad de recursos humanos necesarios para desarrollar de forma óptima una actividad, hoy da al traste con un sinnúmero de problemas harto conocidos.
Seamos objetivos y librémonos de prejuicios. Hablemos a camisa quitada y sin tapujos.
La reciente oleada de emigración masiva –ya sea por parole, travesías mediante terceros países o el llamado bombo– nos ha dejado desprovistos de cientos de miles de profesionales en todas las esferas.
Esto se suma, además, al cada vez más creciente y atractivo sector privado dentro de la Isla. Y digo atractivo, no por sus oportunidades de superación personal o prestigio, sino por razones únicamente económicas.
Lo cierto es que al combinar ambas problemáticas, el sector estatal sufre de fuga de cerebros con tendencia al aumento exponencial; fugas para las cuales hasta el momento no hay respuesta ni solución.
Haga usted dos simples ejercicios querido lector: el primero, piense sucintamente en cuántos profesionales conoce que hayan emigrado al exterior o al sector privado. El segundo, llegue a cualquier centro de trabajo e indague por el completamiento de la plantilla.
Y es aquí el punto de inflexión de este comentario. ¿Cómo saber entonces si las personas que quedan son las idóneas para el trabajo que realizan y el que además se les sobrecarga? ¿Qué estrategias buscar para devolver el atractivo al sector estatal?
La respuesta al primer cuestionamiento sería casi imposible de responder. Quisiera pensar que aquellos que aún deciden y optan por trabajar del lado de acá, lo hacen por sentido de pertenencia y porque su interés es una Cuba mejor.
Pero siendo honestos, imposible hacerlo bien cuando sobre esa persona recae un cúmulo de encargos para la que no está preparada, calificada o no le alcanza el horario laboral.
Tratar de llevar y cumplir con varias responsabilidades y plazas tiende a resultar en incumplimiento de alguna, para no decir en trabajo postergado. Por supuesto, no queda más remedio que bregar con los que queden, dirían algunos. De lo contrario habría que detener servicios, y ya eso serían otros cinco pesos, como dijera el refrán.
No obstante, y muy a pesar de la posible lentitud en los servicios, de la atemporalidad en la entrega de determinados trámites o de la extensión de plazos y turnos al cliente, paciente o demás, a criterio personal, aquellos que permanecen más que idóneos son hoy indispensables.
Pongamos la coletilla de que durante cierto tiempo, y con bastante vehemencia debo decir, en el país se realizó una campaña para eliminar las plazas infladas e innecesarias, todo con el objetivo de tener al personal estrictamente necesario. Bueno, por azares de la vida ya lo tenemos… ahora ¿qué hacer con él? ¿Cómo hacerles sentir que es allí en su puesto de trabajo de toda la vida donde pertenecen o que no hay mejor lugar? ¿Cómo hacerles sentir atractiva su plaza?
Para no andar con medias tintas, y por solo “revolver el avispero”, ¿por qué no proponer estímulos salariales jugosos o pagar por las plazas ocupadas a quienes se desempeñan así, o tienen a su cargo más de lo que les corresponde? Si son óptimos, idóneos, llevan meses con dualidades de este tipo y el presupuesto para ello está aprobado… no sé cuál sería el problema.
Estrategias siempre existen. Que en menor o mayor medida se utilicen si el sector es presupuestado o no, que se apliquen mientras se estudia una resolución definitiva o que se deban estudiar y proponer a estructuras superiores, está bien. Pero ya es hora de meditar sobre ello y ponerlo en práctica.
Esta es tan solo una idea de miles a considerar. Mientras, cada organismo y entidad debe jugar con su presupuesto y sus reservas salariales, y concretar medidas que garanticen que sus dependencias no se desprofesionalicen más de lo que ya están.
En ello, como decía, nos va la vida.