Desde que se anunció su presencia en Pinar del Río, como invitada especial, junto a su Compañía, para participar en la X edición del festival Nosotros, algo me dijo por anticipado que me iba a implicar bien hondo en todo su periplo, de acuerdo con el programa concebido con su anuencia, por parte del comité organizador de este evento territorial identitario que ya muestra su adultez en muchas de sus aristas.
Ella, toda una personalidad sobresaliente de la cultura cubana: me refiero, desde luego, a Laura Alonso, directora general del Centro PRODANZA y del Ballet que lleva su propio nombre. El apellido descubre la talla de su figura y lo que representa para la danza en nuestro país. Hija de Fernando y Alicia, sobrina de Alberto, toda una estirpe consagrada al desarrollo del arte danzario.
Parece mentira que esté próxima a cumplir en marzo venidero sus 86 años, pues su porte y distinción la siguen identificando. Hay quien dice que esa fisonomía es un legado genético, de familia.
Desde que la conozco mantiene la misma sonrisa, reflejo de la seguridad que comunica, sin perder en feminidad y delicadeza. La vida quiso que pudiéramos entablar una hermosa amistad desde aquellos años en que me desenvolvía como decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad pinareña. Ya en aquel entonces percibí dos de sus rasgos más notorios: la bondad y la sencillez. En más de una ocasión ofreció un espectáculo gratuito y la comunidad universitaria le agradece ese gesto eternamente.
Ella ostenta la condición de Visitante Ilustre de la Casa de Altos Estudios, y acaba de declarar su disposición de volver en febrero, mes del amor, para presentar su versión de Romeo y Julieta, la antológica tragedia de William Shakespeare, especialmente para los jóvenes de la Educación Superior.
La trayectoria artística de esta mujer es realmente admirable como bailarina y como maitre. Y esa doble condición justifica con creces el título escogido para este trabajo periodístico. Pretender un recorrido por su amplio currículo de carrera sería una verdadera osadía y no lo intentaré, pues bastaría hacer una búsqueda ágil por varios sitios de internet para obtener una información minuciosa.
Solo señalaré que una línea ascendente imparable desde el punto de vista profesional ha sido la invariante de su historia de vida. Consagración y perseverancia son atributos que aprendió muy bien de sus progenitores, lo que explica perfectamente que el éxito la acompañe en cada proyecto, en cada montaje, en cada puesta en escena.
La Premio Nacional de Danza de 2021 es incansable. El rigor y la disciplina son sus banderas, tanto en la labor pedagógica como artística, ámbitos que en su quehacer cotidiano se entremezclan y complementan en feliz simbiosis. Durante 25 años fue solista principal del Ballet Nacional de Cuba y hoy la respalda un aval enorme como formadora de nuevos valores.
Siempre nos cuenta que, estando su mamá de viaje, el padre necesitó una bailarina para una de las funciones, y la metió en el cuerpo de baile. Tomar clases de ballet era una cosa, pero actuar ya en el teatro era otra. Cuando su mamá regresó dijo: “Ya lo probó. El aplauso es más fuerte que la droga, ahora no va a haber quien se la quite”. No se equivocó la Prima Ballerina Assoluta, pues la suerte estaba echada.
Más de una veintena de países de América, Europa y Asia la han acogido y aplaudido, y los roles interpretados también han sobrepasado esta cifra. Diversos han sido los cursos internacionales impartidos, y entre sus discípulos saltan a la vista bailarines destacados en varias latitudes.
Una hoja de servicios que impresiona, así de sencillo. Mucho tino tuvieron los organizadores y el Consejo de las Artes Escénicas cuando pensaron en ella para que nos honrara con su presencia. Durante cinco días la tuvimos aquí, en nuestra ciudad, y ella gustosa de estar, lo que confesó en la rueda de prensa de manera hasta poética:
“Pinar es como un canto de sirenas, que nos llama e invita con su música…, por eso estamos aquí”.
Los que la escuchamos en ese momento, en el vestíbulo del “Milanés”, nos sonrojamos, y un sano orgullo ciudadano nos atrapó.
Seguidamente nos refirió sus lazos sentimentales que la unen a nuestra provincia, especialmente las vivencias de su abuelo en Viñales; tuvo frases de elogio para Vueltabajo y su gente.
Este espacio de intercambio con periodistas de los disímiles medios de comunicación y otras personalidades devino clase magistral, ya que dio lecciones técnicas y éticas muy interesantes. Incluso, reveló aspectos de índole personal y familiar que aportaron mucho para la cabal comprensión de la importancia del centro que dirige, como garantía de proteger la tradición de la escuela cubana de ballet.
Con total desenfado manifestó que “Por desgracia, como hija única, recayó en mí todo el peso de la responsabilidad de defender un estilo, no permitir que se contamine; nosotros somos nuestro propio museo”, reiteró en más de tres ocasiones.
También esbozó ideas muy sui generis que me permito citar a modo de sumario:
“El arte no debe tener ni color, ni tamaño, ni sexo: si es arte y tiene qué decir, eso es lo que importa”.
“Cada bailarín le da un toque diferente a cualquier personaje”.
“Los elencos y roles deben estar en función del sentido de inclusividad”.
“Todo ballet tiene dos significados: el de la historia misma y el que está detrás”.
“El bailarín si es sincero consigo mismo… lo será con el público”.
La audacia mental aflora una y otra vez, ella te lleva a pensar sin encasillamientos ni moldes que puedan trabar la comunicación.
Sobre el espectáculo preparado para el disfrute de los pinareños, se detuvo un largo rato en Carmen, y subrayó que Alberto Alonso le inserta al personaje una desbordante cubanía, por lo que difiere notablemente de la imagen ofrecida por la escuela rusa. Asimismo, hizo énfasis en la sensualidad y el espíritu libre de esta mujer.
Luego, fue apuntando como claves de los restantes ballets que conformaron la gala concierto: Sinfonía en D, como divertimento que reúne comicidad y complejidad técnica; Mutto, con su carácter cinematográfico por presentar lo secuencial en la vida y su constante transformación; Ne me quitte pas (no me abandones, no me dejes) como alegoría del dolor de la separación; La muerte del cisne, síntesis que recrea los últimos momentos de agonía de un cisne herido, que aún lucha por levantar el vuelo y que evoca así el sufrimiento ante la pérdida del primer amor.
Un tiempo nada breve fue el de caracterización de El Corsario, que tiene como motivo de inspiración inicial el poema de Lord Byron, ícono literario del romanticismo, que exaltaba la vida de aventuras de los hombres de mar y los ambientes exóticos, hasta que Marius Petipá le adiciona la más popular escena, conocida hoy como La esclava y el mercader. Toda esta información fluía de sus labios, prácticamente sin pausas, a la altura de la gran experta que es.
A medida que reseñaba, su rostro adquiría rasgos sorprendentes, porque era su imaginación la que viajaba por las historias y sus respectivas coreografías.
La primera de las tres noches de función estuvo dedicada a Alicia Alonso en su natalicio y al Día Iberoamericano de la Danza. Pude verla, desde mi butaca, intensamente emocionada.
Los ensayos generales de estas funciones constituyeron una demostración de su exigente metódica. Quienes pudimos presenciar su dinámica, nos convencimos de su exigencia contenida pero nunca disimulada, así como de su ductilidad al tener que introducir adaptaciones y reacomodos debido a las pequeñas dimensiones del escenario de nuestro principal teatro, sobre todo en lo que concierne a tramoya y utilería.
Su clase práctica con los estudiantes del taller vocacional de ballet resultó una oportunidad única para admirar cuánta maestría y humanismo puede reunir esta dama consagrada. El tabloncillo de danza de la Casona del Lírico fue la mejor sede para que ella pudiera compenetrarse con niños y docentes de la especialidad.
Opinó sin rodeos acerca de la necesidad de que reabriera sus puertas la escuela de ballet de Pinar del Río, y en torno al tema aseveró. “Pinar es un surtidor de bailarines; nadie puede poner en duda esa verdad, por tanto, no se cansen de luchar por lo que sobradamente se merecen. Glorias como Alberto Méndez son hijos de esta tierra”.
Y en su comparecencia por TelePinar, en el espacio Visión 27, repitió esta valiente posición e hizo público su compromiso de apoyar, como pudiera, con algunos insumos o asesoramiento técnico para el correcto funcionamiento de dicha escuela.
LAURA ES MUCHA LAURA, exclamó alguien muy cerca de mí -y con tremenda razón- porque su empuje, su pujanza se captan enseguida. Claro, eso lo lleva en la sangre, de Papá y Mamá. El Centro Prodanza ha sido conducido por ella, a fuerza de inquebrantable voluntad. Todos la respetan y la quieren. Aunque no desperdicia ningún momento para decir que su principal método se llama LÁTIGO y más LÁTIGO… la otra cara -de nada le vale tratar de ocultarla- asoma para hacerle justicia a su real personalidad.
Ya casi al cierre del macroevento que la trajo, damos nuevamente gracias a la vida por seguir conociéndola, por ratificarnos la convicción de que la danza clásica en Cuba tiene quien la defienda a ultranza. Al día siguiente de regresar a la capital escuchamos por el Noticiero de la Televisión Nacional una entrevista que finalizaba con esta cláusula concluyente en boca suya: “Me parece que Pinar del Río está lleno de vida”.
Entonces, Laura,… larga vida para ti también.