Como quien dice, estamos a mitad de los vientos de cuaresma. Sí, esos que son fuertes y cálidos, y que soplan de dirección sur en esta zona occidental de nuestro país que habitamos.
El viento no es un tema de discusión o debate en sí, muchos menos para hacer catarsis en estas escasas líneas periodísticas que rondan la opinión. Sin embargo, las situaciones que pudiesen ocurrir por la incidencia de los mismos, sí es algo para meditar.
La cuestión o el problema que interesa abordar es la falta de poda consciente de los grandes árboles, dentro y fuera de la ciudad. Aquellos que se yerguen al costado de las principales vías de acceso a las cabeceras municipales a todo lo largo de la Carretera Central.
Esos macizos que nos mantienen a la sombra durante todo el recorrido, y que extienden su manto sobre la casi totalidad del espacio aéreo de dicha carretera, de a poco se han convertido en accidentes de tránsito potenciales.
Y no es que sea cosa de regionalismos, sino que el trayecto Pinar del Río – Consolación del Sur es uno de los que más padece de esta “enfermedad”.
De seguro usted, amigo lector, en no pocas ocasiones ha sido testigo de cómo se sacuden las ramas y gajos adyacentes de estos árboles, y de cómo pueden verse caer hacia la vía, en gran medida, durante estos periodos ventosos.
Algunos pudieran decir “esto no es algo para alarmarse y mucho menos para tomar en seria consideración”; pero lo cierto es que la caída fortuita de ramales completos ha dificultado el tráfico en ocasiones, y ha hecho sus estragos sobre parabrisas y carrocerías de vehículos.
Recién la pasada semana, quien suscribe fue casi víctima de una de estas casualidades en el tramo conocido como La Lechería, perteneciente al propio territorio consolareño.
Situación que oportuna y rápidamente conoció y solucionó la intendente municipal.
Un breve y rápido sondeo realizado con algunos choferes y propietarios de vehículos que transitaron por el lugar ese día, bastó para conocer que este asunto es un planteamiento viejo, un reclamo vial que año tras año se desecha, y que solo en ocasiones de temporadas ciclónicas se tiene en cuenta.
“Como no hay casas y el circuito eléctrico está poco comprometido, es más fácil venir después a recoger lo que interrumpe en la carretera tras la tormenta, que emplear recursos para podar”, comentaría uno de ellos.
“Todos los años en esta época se parten y se desprenden trozos y brazos completos de estos árboles. Son muy viejos y están demasiado grandes, y si por casualidad llueve, es peor”, mencionó otro de los encuestados.
Recordemos que ante el posible temor o reclamo de que un árbol pueda representar un riesgo en las vías nacionales, el procedimiento debe ser, al menos, la consideración y atención de los encargados.
Para ello, sería prudente realizar una evaluación técnica a conciencia que derivara en la presentación de un plan de riesgos y parámetros seguros de poda o destajo, sin que ello dañe demasiado la salud forestal del territorio o el medio ambiente.
Quizás sea cierto que el escenario actual –por cuestiones relativas al bloqueo, la entrada de hidrocarburos al país, y escaseces de todo tipo– no sea el más propicio para conducir a la ejecución de estas acciones.
No obstante, para evaluar el tema con mirada crítica y realizar un levantamiento de posibles escenarios y accidentes, solo se necesitaría el factor humano. Lo importante es abrazar el problema con seriedad. Ese sería un muy buen primer paso hacia su solución.
Por último, y sin la malicia de inquirir responsables, sería bueno y provechoso, entonces, que las máximas autoridades de cada territorio se reunieran con especialistas y directivos de Viales, Comunales, la Empresa Eléctrica, Forestales y cualquier otra entidad afín, con el objetivo de establecer y delimitar deberes y obligaciones al respecto.
De seguro, la salud e integridad vial y poblacional ganarían.