La exhortación que aparece como título de este trabajo anticipa la intención comunicativa misma de todo el texto: incitar a la actuación responsable y comprometida en el propósito de frenar el ostentoso deterioro que hoy muestra nuestra Lengua Materna, partiendo del presupuesto teórico y metodológico de que no habrá recetas ni fórmulas mágicas en este desafío ciudadano.
El mejor modo que tenemos para revertir esta desfavorable situación radica en la disposición individual y colectiva de romper la inercia para integrarnos en este afán, que en su esencia tiene que ver con la identidad cultural, pues nos parece claro que estamos tratando sobre un componente fundamental que nos identifica como pueblo y nación.
Debiéramos colocar ese llamado que se nos hace en cada recinto o espacio público para que se convierta diariamente en reto a tomar en cuenta a cada instante, como una especie de brújula que nos vaya definiendo el rumbo a seguir.
Esta bien claro, entonces, que se trata de concretar, de una vez y por todas, una política lingüística, que de manera holística declare y norme lo que es correcto o no, según la gran heterogeneidad de los contextos en los que nos movemos.
Tengo la certeza de que es esta la mejor manera, o al menos la más pertinente, de celebrar el DÍA DEL IDIOMA este 23 de Abril: concientizando el problema y aprovechando el tiempo para estudiar la lengua, prepararnos para profundizar en los vericuetos de nuestro rico español. Desde la casa, toda la familia puede unirse con tal objetivo y así fomentar los niveles de lectura que tanto ayudan al enriquecimiento de nuestro léxico, en el mejoramiento de nuestra ortografía, en el conocimiento de la gramática. Podemos revisar cualquier folleto o manual que seguramente permanece cerrado, como esperando que se le dé vida al abrirse, podemos aprovechar las teleclases dirigidas a todos los grados de la escuela cubana, sobre todo aquellas que se conciben como preparación para el ingreso a la Educación Superior.
Estas y otras iniciativas podrán materializarse ahora que la terrible pandemia nos impide realizar, como en años anteriores, eventos, simposios, talleres o jornadas de celebración. Se nos ha enseñado con gran vehemencia, y así lo hemos repetido casi miméticamente, que defender el idioma es defender la nación, por tanto, actuemos en consecuencia y ocupémosnos de nuestra expresión oral y escrita.
Con independencia de la existencia de otros códigos, la palabra constituye la herramienta principal para la comunicación humana. No la abandonemos, pues, en este mundo contemporáneo en el que la imagen visual la amenaza con fuerza. Seamos protagonistas de su resistencia y su triunfo. Esa es la cuestión.