Lamentablemente llevamos ya algún tiempo padeciendo la falta de combustibles. Esto se traduce a una escala mayor en carencias y dificultades de diferentes índoles. Tales problemas pasan por contingencias energéticas en el sector residencial –los llamados apagones–, deficiencias en las cargas de la canasta básica y la no entrega a tiempo de paquetes postales y correos, descensos en las gestiones automotores personales, entre otras muchas aristas.
Sin embargo, dentro de los problemas más acuciantes de esta crisis en la entrada de hidrocarburos al país, está la transportación masiva de pasajeros hacia las distintas localidades.
Y es que el cubano promedio es viajero por naturaleza. Ya sea por trabajo, familia, negocios o placer, prácticamente vivimos en la carretera. Y para no pocos, esto equivale a la imposición de “coger botella” o esperar pacientemente en los puntos de transportación alternativos adecuados para tales fines.
Mucho se ha hablado del tema, pero por desgracia seguiremos ahondando en la llaga hasta el punto del cansancio, o hasta tanto se encuentre una solución efectiva, atractiva y liberadora para quienes sufren día a día el terrible destino de esperar por la “caridad” de terceros.
Por supuesto, esta situación no le es ajena al país, razón por la cual se priorizan y se protegen rutas, destinos y medios de transporte estatales para que cada quien pueda llegar lo más temprano posible a su hogar o a su gestión.
No obstante, el accionar anterior aún es insuficiente. Téngase en cuenta que es en estos meses de verano, y por ende de rencuentros familiares, cuando más nos impera la necesidad de trasladarnos hacia otros confines.
Pero a lo que nos ocupa. El asunto de los hidrocarburos patenta hoy mucho más la necesidad de que los mencionados puntos de transportación alternativos jueguen en mejor y más activo papel en la vida diaria.
Nuestro semanario ha denunciado en varias de sus ediciones los terribles pesares de las largas esperas, las innumerables indolencias y el “acomodamiento” de los propios gestores de estos puntos, pues en ocasiones pareciera que solo están para cumplir.
Habría que detenerse a analizar entonces dos tendencias importantes, y diría que únicas en esta madeja enrevesada de la transportación: el papel de los “amarillos”, “azules” o como se les quiera llamar, y la indolencia e impunidad de quienes no paran a la señal, a pesar de que al menos por conciencia deberían hacerlo.
La transportación alternativa en la actualidad es más que nunca una asignatura pendiente. Y con referencia a los primeros, duele ver en ocasiones cómo la falta de tenacidad, capacidad y respeto al viajero se convierten en mera plasticidad, acomodamiento y practicidad. Todo ello dando al traste con una población incómoda que espera de pie, atenta y ansiosa.
Pudiera asegurar que más del 60 por ciento de las veces, ante el reclamo de esos que observan a los carros continuar viaje impunemente sin parar, el gestor suele farfullar razones ambiguas sobre su trabajo y sus conocimientos empíricos sobre si era factible parar o no esos vehículos.
“Esos nunca paran”, se referiría quizás a carros pequeños estatales mientras descansa de su fatigada faena entre un camión particular y otro. “Esto es lo único que hay hoy, caballero, hoy el día está malo”.
Pero, como digo una cosa también digo la otra, pues hay que ser objetivo y crítico… de nada servirían las acciones de control y señalizaciones si los choferes estatales o particulares obvian y burlan dichos sitios de embarque de pasajeros.
Este segundo –y más importante punto– no es siquiera por falta de mensajes de bien público, o de reuniones o análisis sobre el tema. No. Es únicamente por falta de conciencia e indolencia.
Recordemos que la eficiencia en la transportación alternativa requiere del apoyo de las administraciones, que tienen no solo la obligación moral sino también legislativa de reprender a los choferes que incurren en violaciones y que atentan contra el flujo adecuado de personas de una región a otra.
Resulta lamentable ver cómo a pesar de las reiteradas denuncias hechas por los trabajadores de transporte y los propios viajeros a las entidades que tienen conductores involucrados en esta indisciplina, que aún se nota falta de control y exigencia por parte de los directivos.
Por eso me pregunto: ¿ante esta situación de escasez nacional de hidrocarburos, deberían primar entonces las reprimendas por sobre la solidaridad?
Pensemos que cuando ayudamos al prójimo, a nuestros semejantes en tales traslados, no solo auxiliamos a una persona: ayudamos a una madre a llegar a tiempo para la comida de sus hijos, ayudamos a un padre para que provea a su familia, ayudamos a un hermano a llegar a tiempo para la visita y el almuerzo de quien yace en la cama de un hospital… más que eso, estamos ayudando a Cuba.