Hace algunos días, en el sitio digital Cubadebate se anunciaba el inicio gradual de la transición parcial a la televisión digital en el occidente del país a partir del 30 de noviembre. Y aunque por el momento solo se “irían del aire” los dos canales educativos, no cabe duda de que es un tema que hace saltar las alarmas.
La población cubana, en un gran porciento envejecida, tiene hábito de mirar la televisión, a pesar de que a veces sus propuestas no merezcan la pena y muchos prefieran conectar un dispositivo USB para ver series, novelas o películas.
Pero, ¿qué es lo más inquietante ante la necesidad de que el país salte de una transmisión prácticamente obsoleta a una tecnología que permitirá otro tipo de bondades? Sin duda alguna las famosas cajitas decodificadoras se llevan el protagonismo, pues tanto para disfrutar de la programación televisiva como para consumir los productos del “paquete” son casi igual de necesarias.
Según refirió a Cubadebate Ana Julia Marine López, viceministra de Comunicaciones, se ha priorizado la comercialización de estos dispositivos en el occidente cubano con la venta de alrededor de 300 000 entre febrero y noviembre de este año. Y sobre ese aspecto el jefe del grupo de compras de Tiendas Caribe añadió que se comercializan tres modelos, todas de alta definición, con puerto de entrada USB y a un valor de 1 250 pesos.
Hace algunos meses estuvieron disponibles a ese precio en las tiendas La Chiquita y La Mía, antes de que este último establecimiento pasara a comercializar en divisas. Ahora el precio se ha multiplicado en el mercado informal a “números locos”, como dijera un colega.
Las también llamadas set-top boxes dejaron de ser un lujo. Poco a poco se convierten en necesidad, y aunque no compiten con otras más imperiosas (harto conocidas y que no vale la pena mencionar), se suman a la larga lista de “pendientes” que acumulamos mes tras mes cuando apenas tocamos el salario.
Para nadie es secreto que la mayoría de las tiendas del municipio cabecera operan en moneda libremente convertible (MLC). Entonces, resulta casi imposible para un trabajador con sueldo promedio o para un jubilado, por ejemplo, “cazar” alguno de esos equipos.
Primero tendría que comprar 50 MLC (actualmente a más de 65 pesos cada uno) en el mercado informal. El precio ya superaría los 3 000 CUP, un monto equivalente a muchos salarios actuales. Luego, además de madrugar, vendría la lucha contra acaparadores y coleros, y por si fuera poco exponerse al SARS-CoV-2 que sí está a la orden del día.
O sea, que no es solo cuestión de dinero, sino de que estés también en el lugar y momento justos para “empatarte con la bola”.
Otra alternativa sería, después de muchos meses de angustiante ahorro, pagar más de 7 000 pesos a esos mismos revendedores con los que no puedes competir en las colas.
Son opciones para nada atractivas, verdaderos “harakiri” para no quedarnos detrás, desconectados del desarrollo y que pondrían en riesgo esas necesidades imperiosas de las que depende el bienestar de nuestros hijos. “Mejor renunciar a la televisión, si total…”, es un comentario recurrente.
De acuerdo con los funcionarios entrevistados en Cubadebate, se ha diseñado un programa para que las personas beneficiarias de la asistencia social puedan acceder a los dispositivos de manera subsidiada. Igualmente el Banco Central habilitó la opción de créditos solo para estos fines a personas con ingresos regulares.
Pero no basta con plantear mecanismos o vías, sino garantizar que funcionen correctamente: se trata de crear métodos eficaces para que el acceso al producto sea lo más equitativo y asequible posible y que no vaya directamente a las manos equivocadas.
Para el año 2024 está programado el apagón analógico, por ello es prudente reconocer que la vida útil de los equipos es limitada, entonces surgen otras interrogantes que van más allá de la mera posesión del producto: ¿cuenta el país con la disponibilidad necesaria de partes y piezas para su reparación? ¿Existe el respaldo de la industria para garantizar que cada cubano reciba la señal digital? Esperemos que así sea.
Tal vez sea la televisión una de las pocas vías que nos deja la COVID-19 para esparcir nuestra mente en medio de la dura realidad que vivimos hoy. El hecho de que acceder a ella se pueda convertir en un problema más o en una batalla en la que llevamos desventaja es injusto. Apostemos entonces para que el apagón sea solo analógico y no emocional.
No entiendo, como sin garantizar lo mínimo indispensable para garantizar el tránsito ordenado de una señal a otra estén pensando en televisión digital, finalmente se sigue beneficiando de esas noticias los que no trabajan y viven en las colas en la calle, los que trabajamos y no recibimos remesas, si queremos disfrutar de televisión digital antes de noviembre tendremos que pagarlas a los precios de los especuladores porque no hay el suficiente abastecimiento para que todos las puedan alcanzar y los que las venden en las calles dejen de negociar con ellas.
¿como procederá entonces la comercialización de las cajitas?