Cumplirá 60 años la orquesta de la compañía lírica Ernesto Lecuona el próximo noviembre, y en la celebración, pesará la ausencia de su más fiel integrante. Que lo recordarán todos, es indudable; pero ya no estará junto al piano el memorable José Antonio Martínez de Osaba, el Pepe de cuantos le conocieron y le quisieron bien.
La partida física el pasado sábado 23 de marzo selló una vida entregada al arte, en especial al bello canto. Contaba solo 20 años cuando se unió como pianista acompañante a un grupo de jóvenes pinareños aficionados al arte lírico; de ahí surgiría el grupo lírico de Pinar del Río, en julio de 1962, que un tiempo después pasaría a llamarse compañía Ernesto Lecuona.
Corresponde entonces a Pepe el mérito de ser fundador del movimiento profesional del teatro lírico cubano, y la virtud mayor de haberlo defendido durante casi siete décadas de trayectoria artística, que es lo mismo que decir hasta el final de sus días.
“Fue un pianista con características muy sui géneris”, asegura Francisco Alonso (Panchito), director de la compañía Lecuona y su compañero de escenario en innumerables ocasiones.
“Tenía una prodigiosa memoria, tocaba la música sin usar partituras, podía transportar música a primera vista. De carácter afable, muy cariñoso, siempre el primero en llegar, casi siempre el último en irse cuando había ensayos”, afirma el intérprete.
Escenarios de Europa, Asia, América… piezas de Handel, Mozart, Puccini, Wagner… Cuba, siempre Cuba y sus compositores en el piano de Pepe Martínez de Osaba.
De la unidad docente del teatro lírico pinareño también fue fundador. Varias generaciones se formaron bajo su tutela en ese difícil arte. A raíz de la noticia de su fallecimiento, algunos de sus alumnos han contado en redes sociales que Pepe aconsejaba con voz muy dulce, que era capaz, incluso, de prestar sus zapatos si alguien más los necesitaba para subir al escenario. Que fue el pianista acompañante más paciente y amoroso, que hay mucha tristeza en su partida.
Los que conocen su vida aseguran también que fue el primer pinareño en acercarse a la excelsa poetisa Dulce María Loynaz, con quien mantuvo una hermosa relación de amistad evidenciada en cartas que Ediciones Loynaz tiene en imprenta. Pepe solo pudo ver una edición limitada del título que las compila.
En fin, se fue un grande de la cultura en Vueltabajo. Ojalá el arte de las nuevas generaciones ilumine siempre su memoria, y el recuerdo de su ejemplar vida de artista venza el paso de todos los tiempos.