No es posible entender que en una serie nacional se le permita a un novato, a alguien que recién comienza y le queda muchísimo camino por andar, utilizar el número de una estrella, de uno de los intocables de la pelota cubana: es, a criterio de muchos y que comparto, un sacrilegio.
Sin embargo, llama la atención que algo que hasta ahora se había respetado en nuestras series nacionales por los equipos de cada provincia, en la actual miniserie Sub-23 se permita.
En Cuba no hay costumbre oficial de retirar los números de las figuras históricas de las nóminas provinciales o del nacional, pero hasta ahora siempre se han respetado, e incluso, en los estadios se les rinde homenaje a sus peloteros más famosos con la representación de los números emblemáticos en vallas, gigantografías y hasta en las puertas de entrada a los campos deportivos.
Pinar del Río tiene varios números que tradicionalmente han sido venerados por aficionados, directivos y jugadores y que, por tanto, hasta ahora no llevaban en su dorsal los que se incorporan a las nuevas nóminas de vegueros.
Como datos adicionales, es curioso conocer por qué algunos peloteros escogen el número que tratarán de llevar a la fama y que, por supuesto, sueñan con ser recordados por generaciones tras generaciones de seguidores de sus equipos.
Los menos son por casualidad, porque fue el que le otorgaron o el que quedaba libre al comenzar a jugar en un equipo grande, ya que la mayoría responde a números que tienen que ver con algo de la fecha de nacimiento (día, mes o año), con tributos a figuras que admiran, con diversas supersticiones, por su vínculo con algún santo o fecha religiosa, o simplemente porque les gusta.
El llevar a lo largo de una estelar carrera deportiva un número en el uniforme provoca en muchas ligas del mundo que determinados dígitos sean retirados en las nóminas de los equipos en los que brillaron sus poseedores, para reconocer así a los peloteros que estuvieron muy por encima de los demás.
En una rápida búsqueda por internet para corroborar lo que acabo de escribir, encontré que en las ligas profesionales de Venezuela, República Dominicana, México y Puerto Rico casi todos los equipos han retirado números de sus nóminas.
En las Grandes Ligas estadounidenses el 42 no puede llevarlo ningún jugador como homenaje al primer afroamericano que pudo jugar en la gran carpa, Jackie Robinson. Además, hasta el momento, el equipo New York Yankees retiró 22 números, los Cardenales de San Luis lo hizo con 14 y los Gigantes de San Francisco lleva 12 excluidos, por solo citar unos ejemplos.
¿Si en otras ligas han decidido oficialmente distinguir a determinados peloteros con el honor de que el número con el que brillaron no sea utilizado por nadie más, por qué no hacerlo en Cuba?
Confieso que si esa indicación está dada en nuestro país lo desconozco, porque el día a día me indica que no, que no existe esa prohibición, ya que si es un sí se está violando lo legislado.
El ejemplo más reciente está en la actual miniserie nacional Sub-23 y el equipo Pinar del Río: varios muchachitos llevan números de estelares, aunque ellos todavía tengan muchísimo camino por andar para tratar de, al menos, emparejarse un día a los dueños históricos de esos dorsales.
Que un atleta joven quiera parecerse a alguien que es su ídolo no está mal, lo aplaudo, pero permitir que bisoños sin historia tomen números privilegiados me parece una herejía.
Puede que este comentario le parezca a algunos una exageración, pero defiendo mi punto de vista con lo visto y escuchado a lo largo de 60 de las 61 series nacionales efectuadas: a los grandes se les respeta en todos los sentidos, incluido el no permitir que los números con los que se hicieron grandes sean usados por otros que no se sabe qué darán.
En Pinar del Río hay más de 20 números que debían en su momento retirarse de las nóminas porque sé que una de las mayores distinciones individuales que puede recibir un pelotero (o un director) es que, en vida, su equipo haga algo así como contribución a su paso a la inmortalidad.
Mientras alguien decida analizar y aprobar esta propuesta, al menos debe prohibirse que cualquier aprendiz de pelotero luzca en su espalda un número que es símbolo y orgullo de quien lo hizo grande y de los aficionados que lo veneraron.