Cuba llevaba dos ausencias seguidas en citas olímpicas, cuando su delegación acudió a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, primera de las cuatro versiones estivales donde nuestros gladiadores alcanzaron, al menos, un metal dorado.
En esa ocasión fueron los pinareños Alejandro Puerto y Héctor Milián los conquistadores de las tierras catalanas, el primero logró el oro en los 57 kilogramos del estilo libre, mientras el otro vueltabajero lo hizo en los 100 de la greco.
El ilustre hijo de Taco Taco, en el municipio de San Cristóbal, llegó con amplio cartel de favorito para dominar su división en esa cita, pues había reinado en el Mundial de 1991 de Varna, Bulgaria.
También en esa temporada anterior a la olimpiada había merecido la distinción de deportista más destacado de nuestro país y se había coronado en los Juegos Panamericanos de La Habana por segunda ocasión en su carrera, pues ya lo había hecho en Indianápolis ’87. Resta agregar que fue el abanderado de nuestra delegación en Barcelona.
Sin embargo, sería el magno evento de Barcelona su corona más importante y a la vez la más difícil de obtener en su trayectoria, entre otras causas por el rival que le tocó enfrentar en la discusión del título, el norteamericano Denis Kolowski.
Resulta que, según declaraciones a la prensa deportiva cubana de Milián, el estadounidense Kolowski llevaba varias temporadas retirado de competiciones internacionales, tiempo en que se dedicó a estudiar al cubano mediante los videos de los eventos en que este participaba.
Precisamente, desde la final de los Panamericanos de Indianápolis ambos gladiadores no se veían cara a cara en un colchón, ocasión en que también resultó vencedor nuestro representante y esto favoreció la dificultad del combate.
‟Me lancé sobre él como una fiera” dijo Milián en una entrevista a Joel García, mientras relataba lo duro de ese combate ante Kolowski en la final del ’92, decidido por un solitario punto, apenas unos segundos antes de cumplirse el tiempo reglamentario de la pelea.
El pinareño logró cumplir la proeza y se convirtió en campeón olímpico, mérito por el que fue elegido el mejor luchador del mundo en 1992 por la Federación Internacional de esa disciplina y, al año siguiente, subió a la división inmediata superior, los 130 kilogramos, apartado donde se enfrentó en tres ocasiones a Alexander Karelín.
LOS DUELOS CON KARELÍN, OTRO GRAN CAPÍTULO
Destacó Milián por ser un luchador muy técnico y veloz para su peso corporal, características que le rindieron no pocos frutos en los 130 kilos, división en que reinaba desde 1988 el ruso Karelín, conocido como el indomable oso siberiano.
Ambos gladiadores se enfrentaron por primera vez en el Mundial de 1993 en Tampere, Finlandia, donde perdió el cubano; el próximo compromiso fue en un Match de Retadores en Moscú.
En esa segunda oportunidad tampoco pudo hacerle la famosa técnica a Karelín, una brutal llave turca que dejaba vencido a sus rivales; la tercera pelea de esta saga, llegó en el Mundial de Praga, en 1995, cuando ocurrió algo poco conocido en la carrera de Héctor: el pinareño estuvo bien cerca de ganar, gracias a su gran velocidad; sin embargo cuando fue a marcarle un punto al ruso con un paso atrás, su entrenador, Pedro Val, le gritó que no lo hiciera para que no se lastimara de una lesión y ganó, por tercera vez, Karelín.
Milián, además, ganó los panamericanos de Mar del Plata, 1995, y Winnipeg, 1999, al tiempo que participó en las olimpiadas de Atlanta, 1996, y Sidney, 2000, eventos estivales en que no pudo obtener ninguna presea.