Cuba ha sufrido muchas injusticias que la han marcado y herido para siempre, uno de los hechos más horrendos fue el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina de la Universidad de La Habana el 27 de noviembre de 1871.
El hecho surgió de una delación del vigilante del cementerio Vicente Cobas, que por repulsión a los jóvenes y buscando simpatía del gobernador Dionisio López Roberts, hizo una falsa acusación de que los estudiantes habían rayado el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos de Gonzalo Castañón, un periodista español de baja catadura moral.
El odio subió a los más crueles escenarios políticos de la época y en aquellos voluntarios que patalearon tanto hasta ver derramar la sangre de los jóvenes inocentes.
José Martí en su poema A mis hermanos muertos en la estrofa final expresa: (…) Déspota, mira aquí cómo tu ciego anhelo ansioso contra ti conspira: mira tú afán y tu impotencia, y luego ese cadáver que venciste mira,/ que murió con un himno en la garganta, que entre tus brazos mutilado expira y en brazos de la gloria se levanta/ No vacile tu mano vengadora; no te pare el que gime ni el que llora: ¡mata, déspota, mata, para el que muere a tu furor impío, el cielo se abre, el mundo se dilata!