“Me gusta que la idea me seduzca, coqueteo con ella, la dejo asentarse para ver si es un latido fuerte o efímero. La creación llega en los lugares menos sospechados, cuando uno está haciendo cosas incluso que nada tiene que ver con la literatura, pero la idea comienza a sonsacarte y entonces la anotas para recordarla después. Los textos salen así, a cualquier hora”.
Me cuenta la palmera Hevelyn Calzada Tabares en la pérgola de nuestra filial de la AHS. Estamos en plena Feria del Libro, pero ha accedido a concederme su tiempo. Hace semanas que quiero entrevistarla porque ha sido merecedora de más de un premio en los últimos meses, pero no había coincidido con ella.
“Mi barrio en el municipio de La Palma, en la intersección entre Comandante Cruz y Francisco Cruz, es muy sonoro, y como vivo en una esquina todo está muy cerca. Soy disociable y los ruidos externos me molestan, me sacan de lo que estoy haciendo. Por eso los horarios de la madrugada son los mejores para escribir. Igual, los escritores tenemos que trabajar bajo presión, y ese estado me impulsa mucho, cuando estoy a contrarreloj eso me da adrenalina.
“En la casa tengo un rinconcito reservado donde entra la luz que me hace feliz, tenue, del lado derecho. Y me motivan los eventos de la naturaleza, el amanecer, el atardecer, los días nublados”.
“Provengo de un grupo muy inquieto en la escuela: de la banda, de la literatura, del coro, participábamos en casi todo y de ahí ha salido mucha gente que siguió camino dentro del arte. La Palma es un municipio donde se da un fenómeno muy raro: hay muchas personas que escriben y, mayormente, diferentes vertientes de la literatura, todos con voz propia”.
Calle Galería fue su primer libro. Lo comenzó a escribir cuando estaba en quinto año de la carrera de Estudios Socioculturales. Le fascinan las artes visuales, “si pudiera ser pintora lo sería”, dice. Un día, en una exposición, vio un cuadro de un amigo que le dio el pie para escribir el primer poema de este libro. Con él ganó la beca Sigfredo Álvarez para talleristas. Al terminar el libro lo mandó al concurso Alcorta de la Uneac, y también lo ganó. Así se le abrieron las puertas del universo editorial.
Por aquellos años, su formación en el centro literario Onelio Jorge Cardoso le ofreció la perspectiva del narrador. Ya tenía dos visiones: la de la poesía y la de la narrativa. Pero, como ella misma cuenta, en su carrera “la poesía se comió a la narrativa, porque tiene otras oportunidades, es un género que es mejor visualizado en recitales; como soy nerviosa me resulta más fácil leer un texto poético que un texto largo de narrativa, y es (la poesía) menos extensa, más onírica, a la hora de crear”.
A finales del año pasado Hevelyn ganó el concurso Hermanos Loynaz con un segundo libro de poemas, La vendedora de palomitas, que de alguna manera tiene puntos de contacto con Calle Galería, porque es un libro sistema en el que todos los poemas están en función del poema anterior; como una obra en pequeños capítulos, los poemas conforman una idea mayor, una historia; también porque está visto desde un personaje femenino, en este caso, la vendedora, que trabaja en la nocturnidad de una plaza “X” en la que suceden muchas cosas. Este libro tiene elementos de la narrativa y los personajes evolucionan dentro de la historia, “es mi manera de hacerle un homenaje a la narrativa que dejé trunca”, expresa sonriendo.
Este abril mereció el premio Chicuelo, que otorga Ediciones Loynaz a cuentos para niños, con La vaca o demasiado torpe, sobre una vaca que persigue en la madrugada a una estrella fugar y choca con un tronco, vuela por los aires y cae con las patas hacia arriba, sin poderse levantar. Ahí comienzan a sucederle muchas cosas… sobre las cuales, la autora, no adelanta.
“La literatura infantil debe tener lo lúdico para intercambiar con el niño y que él se sienta parte. Descubrí ese mundo por la cercanía de muchos amigos que escribían para niños y por la participación en el evento Cuentos de la Bahía Honda convocado por la editorial Cauce y la Uneac, que como requisito indispensable tenía escribir para niños. Participé algunas veces y quedé fascinada con los ilustradores, los diseñadores y sobre todo, con el público. Nunca tienes la verdad sobre lo que escribes hasta que no la sometes a los niños, pero es un público muy agradecido, sincero y te enamora. Cuando comienzas difícilmente te sales de ahí. Y en lo personal, me queda cómodo a la hora de la creación: la niña que vive en mí -y que vivirá toda la vida (porque soy una niña grande)- trata de estar a la altura de lo que los niños están demandando, y eso me da satisfacción”.
Al preguntarle por las personas importantes en su vida me dice:
“Personas a las que quiero y he querido: mi abuela, mi mamá, mis tíos, -soy hija única y siempre he estado rodeada de amor- mis hijas, mis dos nietas. Tuve la dicha de conocer a Naldi (Arnaldo Vélez, poeta, padre de sus dos hijas) y vivimos una apasionada relación, murió hace unos años y ha sido difícil, pero tengo muy buenos amigos dentro y fuera de Cuba que me cuidan y están pendiente de mí. Siempre digo que hay bastantes caminos que te llevan a la soledad, pero también hay muchos trillos que te sacan de ella. Han sido años para el aprendizaje, para intentar ser feliz, hacer una obra, compartirla con los demás”.
Ahora escribe el libro infantil Camino al perejil, que tiene que ver con las culturas africanas. Pero ella, tan avezada, advierte que, aunque uno no ponga todo el conocimiento dentro del texto, es importante que el texto tenga un conocimiento de fondo. “Alguna persona que te lee lo verá, aunque no lo imagines”.
Cree en casi todo: en la energía que dan los buenos procesos, la amistad, la capacidad que tiene la creación para modificarnos y modificar a otras personas; cree en los proyectos cuando son verdaderos, cuando nacen del corazón, y cree muchísimo en la literatura como posibilidad de exorcizarnos o de darnos mucho placer. Y, definitivamente, no cree en el fatalismo geográfico, por eso asegura que nunca se mudaría. “La obra trasciende según seas capaz de trascender con ella, se trata de no chocar contra la pared, sino de poner la mano y encontrar la grieta por la que puedas filtrarte”.