La selección cubana de béisbol que participa en la III Copa Mundial sub 23 no pudo tomar desquite ante la escuadra de Colombia, al caer con pizarra final de 5×3 en el partido que definía la medalla de bronce del torneo.
Más enfocados y combativos que en jornadas anteriores, los de la mayor de las Antillas pelearon su juego con las herramientas que tenían disponibles y dejaron una imagen en el estadio de Sonora más cercana a su verdadera calidad colectiva.
Comenzaron impetuosos marcando una rayita en la misma primera entrada cuando combinaron un boleto a Loidel Chapellí, un sencillo de Yandi Yanez, y un elevado de sacrificio de Yuddiel Rodriguez, pero la alegría solo duro unos minutos.
Un imparable de Jordan Díaz y un bambinazo enorme del designado Andrés Angulo frente a los envíos del zurdo matancero Naikel Cruz, les dieron una ventaja tempranera a los cafeteros que no perderían jamás en el resto del partido.
Un par de anotaciones más en el segundo episodio avivó la hoguera donde se quemaban las esperanzas antillanas. Una jugada infantil de robo demorado con corredores en las esquinas y un fly de sacrificio de Gustavo Campero, se encargaron de rayar las tarjetas.
La aguerrida tropa de Eriel Sánchez, con su carga pesada de limitaciones, logró marcar otra en el tercer episodio remolcada por Geisel Cepeda, pero una vez más Angulo, en jornada de bates calientes, volvió a desaparecer la esférica halando para su mano para mantener ventajas.
Un estacazo de vuelta completa en solitario del hoy inicialista Iván Prieto justo en la mitad del choque, acercó a los suyos en el marcador pero a pesar del buen trabajo de contención del relevista Marlon Vega durante 3.2 entradas herméticas, la ofensiva de los criollos no carburó lo suficiente para darles alcance a sus rivales.
A pesar de esta derrota hay que ponderar a esos muchachos que salieron todos los días al ruedo atacados por los demonios psicológicos que surgen inevitablemente por el abandono de más de un tercio de sus peloteros, por poder darle puntos a Cuba en el Ranking Mundial con una tropa diezmada, que aunque algunos aficionados se nieguen a reconocer, altera la filosofía de un partido de béisbol y hace humo las estrategias de juego que pueda tener un colectivo de dirección.
Más allá de las deficiencias técnicas que otra vez afloraron en nuestros atletas, del estancamiento de nuestro deporte nacional motivado por múltiples factores externos e internos, y de todos esos problemas que tenemos que acabar de resolver para rescatar esos puestos de privilegio que una vez tuvimos; hay que aplaudir a esos que se quedaron hasta el final de la competencia y cumplieron el compromiso con su equipo, con Cuba, y con todos esos aficionados que aman de verdad este deporte que se llama béisbol.