No importa el momento del día, pues para alguien siempre es horario pico cuando alguna gestión se entreteje o se antoja un trámite de por medio. Ambos concursos necesitados urgentemente de papel moneda, precisémoslo así.
La cola no avanza, que si mujeres embarazadas, que si impedidos físicos, que si el que se coló…
– Señora, ¿detrá’ de quien usted va?
– Era detrás de un señor de piel morena con una gorra negra, pero el muchacho detrás del que él iba tampoco lo veo ahora.
– Ah caraj’ cajero en mantenimiento. Qué casualidad.
– Niño ven acá, mira a ver si tú entiendes esto aquí, ayúdame que no me deja sacar dinero.
Y así pasan los minutos, las horas… el día. Mientras, tus gestiones esperan pacientemente en el subconsciente del desespero, pues solo se trabaja hasta las dos de la tarde por motivos electroenergéticos.
Si bien el diálogo anterior es ficción, bien pudiera ser el día a día de cualquiera de nosotros, tras una cola intensa en cualquier cajero automático para extraer efectivo.
Claro, la sociedad cubana se ha “encaprichado” en informatizarse, y nosotros, junto con ella, como fieles escuderos de tecnologías que aún no apuntan ni están en punta.
Hablo precisamente de capricho, pues no son pocos los malos ratos y las frustraciones que experimentamos en la cotidianidad cada vez que nos lanzamos al mar de las transacciones tecnológicas.
No son solo los cajeros automáticos los “enemigos” íntimos de estas líneas, ya que a ellos se suman para completar el párrafo anterior… y las desgracias, las compras online, las “hazañas” por Transfermóvil y los pagos a través de POs en las tiendas que expenden por moneda libremente convertible.
Sin embargo, todo parte de nuestra tarjeta magnética. Un rectangulito plástico cuya función esencial radica en “facilitar” cobros, y fomentar y potenciar las transacciones de un comercio electrónico paupérrimo.
Y aunque el asunto en cuestión, y lo más comentado por estos días, sea la falta de efectivo requerido al momento de la extracción en los cajeros de la ciudad, no deben obviarse los cientos de factores que aún deben perfeccionarse, todo en aras de lograr la verdadera soberanía comercial en el universo electrónico que precisamos, queremos y tanto necesitamos.
Por supuesto, existen fallas reales a nivel objetivo como son las desconexiones por problemas eléctricos –vaya, el apagón desprogramado e inesperado de toda la vida–, la todavía ineficiencia e incapacidad de Etecsa de soportar todo el peso del tráfico de datos generado, y por último, los vertiginosos incrementos porcentuales del costo de la vida actual y de la cantidad de tarjeta habientes.
Quizás sea esta última línea la que justifique de cierta forma la carencia de dinero en los ya mencionados cajeros. Valdría la pena cuestionarse entonces si lo anterior responde o no a la poca disponibilidad de papel moneda en la provincia para tales aparatos, o si es cuestión de poco mantenimiento o atención.
Aunque a criterio personal del escriba, con la subida casi diaria de los costos actuales de la vida, bien que se debería pensar en acuñar denominaciones de mucha mayor valía.
Mientras, por la parte subjetiva, si es que debemos decirlas todas, aceptemos también que estamos bastante lejos de dominar este campo, que los pasos a ejecutar en las aplicaciones destinadas para ello son en ocasiones demasiado complicadas, y que ante una duda o reclamo al momento de la compra o gestión, no hay una respuesta ni efectiva ni segura detrás del mostrador.
La realidad es que desde los alegados problemas objetivos como subjetivos, y demás males que abarcan el factor de capital humano y las supuestas resolutividades finales, todavía quedan resquicios a resolver para que exista total y plena confianza en los servicios y alternativas que se brindan y proponen.
Corresponderá entonces a autoridades y especialistas valorar el tema profundamente, con el objetivo de poder explotar todas las ventajas que nos propone el comercio digital, ya sin posibles sustos, acaloramientos o indisposiciones magnéticas.