Merecedora de varios premios de la Academia de Ciencias y de Innovación Tecnológica, la ingeniera Tania González Vázquez fue reconocida como la estudiante más integral de la maestría de Gestión Ambiental, en la reciente XVI Graduación de Posgrado de la Universidad de Pinar del Río (UPR) Hermanos Saíz Montes de Oca
Pareciera que el cambio climático y la ingeniería no tienen mucho que ver. Sin embargo, la transversalidad que el medio ambiente ejerce en todos los procesos y aspectos de la vida la han llevado a no separarse de la investigación constante.
Su lema es que el saber no ocupa espacio, por eso ha dedicado casi 30 años de vida laboral a prepararse y a liderar proyectos de desarrollo científico.
“Lo que sabes, nadie te lo quita. Compártelo con todo el mundo, que nadie aprende como tú. Ayuda a todos, apoya, pero sigue adelante que eso da resultado.
“Cuando uno sabe y está preparado, puede trabajar en cualquier lugar, en cualquier espacio, y, además, defender los intereses de la institución que representas”.
Es esa la máxima de la máster en Ciencias Tania González Vázquez, ingeniera civil y directora técnica de la Empresa de Proyectos de Arquitectura e Ingeniería Génesis, quien en marzo pasado fue reconocida como la maestrante más integral en Gestión Ambiental, de la XVI Graduación de Posgrado de la UPR.
Varias de sus investigaciones le han regalado múltiples galardones, entre ellos, el premio Academia de Ciencias de Cuba, en 2024. No obstante, a la par lleva las responsabilidades que le corresponden en la Empresa y en la vida familiar, un reto nada fácil para la mujer cubana de estos tiempos.
LA PRÁCTICA, LA INVESTIGACIÓN
Es muy fácil conversar con Tania. Su sinceridad y sensibilidad impresionan. En sus palabras se reconoce al instante la disciplina, la seriedad y el empeño que le impregna a cada cosa que hace.
“No tuve vocación definida de pequeña. Mi papá era ingeniero químico pecuario, y eso era lo que veía en mi casa todo el tiempo. Fue hacia esa visión que me incliné. Sí sabía que no me gustaba la Medicina. Soy muy sensible a los problemas de los demás, a los de la casa. La Estomatología tampoco, porque soy escrupulosa.
“Cuando vinieron las carreras me apoyé en mi papá para definir lo que iba a estudiar. Escogimos Ingeniería Civil, porque tenía un diapasón amplio, y se podía trabajar en muchos lugares. Tampoco quería quedarme en La Habana, pues no iba a dejar a mis padres aquí”.
Desde que se graduó se vinculó al Ministerio de la Construcción (Micons). En Obras Industriales y en la Microbrigada Provincial fue donde reconoce que se forjó como ingeniera.
“La práctica es el criterio de la verdad. A mí me gusta más la ejecución. El diseño lo das en la escuela, te perfeccionas cuando te gradúas, pero lo fundamental para un ingeniero es pasar por la fase de hacer.
“Hoy no me subo ni arriba de una silla, pero cuando empecé a trabajar, hacía lo mismo que los hombres”.
Desde 2016 se desempeña como directora técnica en Génesis, y aunque se ha alejado un poco de la práctica, descubrió en la investigación otras pasiones que le han labrado un camino de superación, esfuerzo, sacrificio y múltiples alegrías.
“Llevo años trabajando en investigaciones. Como líder de un departamento de desarrollo, eso implica hacer, y para que las personas te sigan tienes que dar el ejemplo. Sin embargo, estudiar cuando uno peina canas es un poco difícil.
“Cuando empecé la maestría, a mi mamá le dio una hemorragia cerebral, la tuve ingresada hasta que, desgraciadamente, la perdí. Pero mientras estaba allí, en los momentos de lucidez que tenía, me decía que no renunciara”.
Para Tania era la segunda vez que se enfrentaba a estudios de posgrados de esa magnitud. En 2005, con todos los módulos vencidos y una tesis sobre vulnerabilidad y riesgo en el sector de Educación, se quedó con el sinsabor de no convertirse en máster por problemas ajenos a su voluntad.
La atrapó entonces la Gestión Ambiental, y su Sistema de acciones prospectivas para la prevención de desastres en el polo productivo Hermanos Barcón la hicieron merecedora del premio Academia de Ciencias de Cuba y a la Innovación Tecnológica.
“Fue un trabajo muy importante, insertado en un proyecto nacional. Quise relacionar mi actuar como ingeniera con el medio ambiente, aprovechando las potencialidades que tenía con el anterior estudio de vulnerabilidad y riesgo en Educación y viendo los problemas que hoy son palpables en el polo productivo.
“Tuve que hacer varias visitas, sumergirme en ese mundo de la agricultura, conversar con los productores, interesarme por las características de la tierra, lo que sembraban. Era un estudio que nunca se había hecho en el país. Tenía que llevar al campo lo que había investigado sobre vulnerabilidad y riesgo en estructuras. Me decían que estaba loca”.
Con la tutoría del doctor en Ciencias Raymundo Vento Tielves, perteneciente al Cemarna (Centro de Estudios de Medio Ambiente y Recursos Naturales), y varios expertos que la ayudaron, cerró la tesis con la elaboración de los mapas de vulnerabilidad y riesgo para las diferentes fincas del Polo.
“Hubo esfuerzo, falta de sueño, poner a la familia en un segundo plano. Pero queda el regocijo de que es una investigación que no va a quedar engavetada y que puede evitar muchos daños, sobre todo, ante fuertes vientos e inundaciones.
“Me gusta estudiar, prepararme, saber, ayudar a los demás. Eso me hace sentir útil. Para poder dirigir algo hay que conocer y si no, prepararte para saber el espacio en que te desenvuelves. A todas las cosas que salen de mi dirección les pongo la mano. De aquí no sale nada que no fiscalice o apoye”.
Y así lo evidencian varios logros en diferentes ramas de la investigación con su equipo de trabajo.
De lo que ha hecho como investigadora, ¿qué es lo que más le satisface?
“Realmente, la investigación es algo bonito y que queda, lo aplicas y después ves el fruto. Cuando haces algo y consigues el objetivo, te sientes realizado. Pero mi mayor satisfacción a la hora de investigar es ser un ejemplo para mis hijos. Los dos son muy estudiosos, y pienso que es sobre la base de lo que ven en la casa.
“Los hijos se parecen a sus tiempos, pero copian siempre algo de los padres. Y sentirme ejemplo para ellos, aunque a veces la investigación no te lleve comida a la mesa, para mí es un regocijo”.
¿Y cómo ingeniera?
“El simple hecho de pasar por los lugares donde has construido, y decir ‘esto lo hice yo’, aunque a veces sientas frustración por el estado constructivo de esas obras.
“Estuve en la Microbrigada por años y reparamos la mayoría de las escuelas, hicimos casi todas las salas de rehabilitación y video, y a pesar de que muchas están desahuciadas, el gusto más grande es ir a los lugares y que todavía te reconozcan. Eso te hace sentir bien, porque sabes que fructificó tu trabajo.
“La mayor satisfacción que uno puede tener es el deber cumplido, y saber que donde has estado, has dado lo mejor para que las cosas salgan bien. Ese es el reto.
“Que la gente te reconozca como trabajador, te respeten, te admiren, te quieran y sigan tus pasos, es lo que me hace decir que si volviera a nacer volvería a ser ingeniera civil”.
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