Uno de los indicadores económicos lastrados por la Covid-19 es la inversión extranjera directa (IED), signada por la incertidumbre en torno a la recuperación de la crisis sanitaria, y unido a la combinación de oferta, demanda y políticas eficientes.
Desde agosto, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) pronosticaba una disminución de los flujos de IED hasta un 40 por ciento desde los 1,54 billones de dólares (millón de millones) alcanzados en 2019. Año en que la inversión registró una modesta alza del tres por ciento luego de considerables caídas en 2017 y 2018.
Pero esas inversiones en su mayoría fueron destinadas hacia las economías desarrolladas, pues en América Latina y el Caribe la contracción llegó a un 7,8 por ciento.
De acuerdo con las proyecciones de la Unctad, desde 2005 la inversión extranjera se ubicará, por primera vez, por debajo del billón de dólares en 2020, y por si fuera poco, para 2021 podría caer entre un cinco y 10 por ciento adicional, con una leve tendencia a la recuperación en 2022.
Para el Secretario General de la Unctad, Mukhisa Kituyi, el panorama global es incierto y las perspectivas dependerán, en gran parte, de la duración de la crisis sanitaria y de la efectividad de las políticas para mitigar los efectos económicos de la pandemia.
Ya desde agosto el organismo internacional pronosticaba que la severidad del retroceso de la IED dependería de la región. Por ejemplo, las economías en desarrollo sufrirán una mayor caída en la inversión extranjera debido a su dependencia de las industrias intensivas en las cadenas de valor mundiales y extractivas que fueron severamente afectadas con la pandemia.
A la par de la imposibilidad de implementar las mismas medidas de apoyo económico que las economías desarrolladas, una proyección que se constataría después con el reciente informe publicado por la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La investigación del organismo regional mostró que la inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe se contrajo un 7,8 por ciento en 2019, y los flujos de capitales solo sumaron 160 mil 721 millones de dólares, a diferencia del incremento global del tres por ciento alcanzado ese año.
Para el 2020 se prevé un desplome cercano al 50 por ciento como consecuencia de la crisis derivada de la pandemia, afirma la Cepal.
Según el organismo económico, aunque la IED hizo aportes relevantes en la región -como complemento de la inversión nacional y fuente de nuevos capitales- los problemas estructurales de las economías latinoamericanas y los nuevos escenarios internacionales requieren impulsar un desarrollo con igualdad y sostenibilidad ambiental.
Recientemente la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, explicó que la IED recibida por América Latina y el Caribe no catalizó cambios relevantes en la estructura productiva de la región, debido a que las políticas de atracción de estos flujos no se articulan con las de desarrollo productivo.