En el universo literario cubano, el nombre de José Lezama Lima brilla como una constelación única, inalcanzable y compleja. Su obra, su vida y su legado son un entramado denso de poesía, pensamiento y una visión singular del mundo.
Hablar de su obra es adentrarse en un laberinto de símbolos, imágenes y significados que desafían el tiempo y la comprensión fácil, pero también es hablar de un hombre profundamente humano, que, desde su hogar en La Habana, construyó un universo propio que hoy sigue siendo explorado por lectores y críticos de todo el mundo.
Nacido el 19 de diciembre de 1910, en una Cuba que todavía buscaba su identidad republicana, Lezama llegó al mundo en una familia marcada por la figura del padre militar, cuya muerte temprana lo dejó como un eco poderoso en su obra. En medio de los vaivenes políticos de la época, el joven Lezama encontró refugio en los libros y las palabras. Su fascinación por el conocimiento lo llevó a convertirse en un lector insaciable, un coleccionista de saberes que abarcan desde la poesía clásica hasta la metafísica.
Sin embargo, la grandeza de Lezama Lima no reside solo en su capacidad de absorber conocimiento, sino en cómo transformó ese saber en arte. Desde joven, empezó a publicar poesía que rompía con las formas tradicionales. Sus versos eran un despliegue de imágenes ricas y complejas, llenas de referencias culturales y una sonoridad que parecía emanar de otra dimensión. Lezama no solo escribía; creaba mundos.
En 1949, el poeta que ya se había ganado un lugar en las letras cubanas, se atrevió a más. Fundó la revista «Orígenes,» junto a otros intelectuales de la época. Esta publicación se convirtió en un espacio de renovación literaria y espiritual, un templo donde la poesía, la filosofía y la estética dialogaban. Bajo su dirección, «Orígenes» no solo impulsó a una generación de escritores cubanos, sino que también conectó a la isla con las corrientes intelectuales más importantes del mundo.
Pero la cúspide de su obra llegó en 1966 con la publicación de «Paradiso,» una novela monumental que redefinió la literatura cubana y latinoamericana. En sus páginas, Lezama entretejió poesía, filosofía y narrativa para contar la historia de José Cemí, un alter ego del propio autor, en un recorrido que no solo es personal, sino universal. Aunque incomprendida por muchos en su tiempo, «Paradiso» es considerada una de las cumbres literarias del siglo XX.
El 9 de agosto de 1976, José Lezama Lima falleció en su casa de Trocadero 162, en La Habana. Su muerte marcó el final de una vida dedicada al arte, pero también el comienzo de un mito. Hoy, su obra sigue siendo estudiada, admirada y reinterpretada, no solo en Cuba, sino en todo el mundo.
Lezama fue más que un escritor: fue un alquimista de la palabra, un visionario que vio en la poesía la capacidad de transformar la realidad. Su legado no es solo literario; es un testimonio de cómo el arte puede resistir al tiempo, a la incomprensión y a la adversidad. En cada verso suyo, en cada página de «Paradiso,» en cada carta que escribió, resuena la voz de un hombre que supo convertir su vida en arte y su arte en eternidad.
Y así, José Lezama Lima permanece: como un eco inagotable en el alma de Cuba y como una de las voces imprescindibles de la literatura universal.