La Jornada Martiana, que ya comenzó, me motiva a reflexionar sobre un calificativo muy empleado cuando nos aproximamos al pensamiento y a la obra del Maestro. Me refiero, desde luego, al término “orgánico”, que no puede pasar sin que advirtamos todas las connotaciones e implicaciones que lleva consigo.
En este caso, como en tantos otros, cualquier superficialidad o ligereza en la utilización del vocablo puede ocasionar una peligrosa distorsión conceptual. Y no exagero porque salte a la vista mi condición de filólogo: es que ese adjetivo apunta a un rasgo esencial de la estética martiana, o sea, a la plena y permanente correspondencia y coherencia que existe entre todas las facetas, o mejor, aristas que se palpan en su desempeño como ser social y humanista.
La organicidad está dada por esa evidente lógica y por ese carácter sistémico que, incuestionablemente, se percibe en su extraordinario legado. Entre el decir y el hacer no media discrepancia alguna, ya que su propia vida es el mejor ejemplo práctico de sus prédicas. Digamos que lo axiológico y lo conductual se dan la mano en un todo armónico impresionante. Eticidad y cumplimiento del deber se conjugan para ofrecernos en lo personológico una demostración de ese “equilibrio del mundo”, en el que creyó de manera sustancial.
La noción del bien asociada a la noble acción, el respeto por todos los hombres –sin discriminación ni exclusiones de ninguna índole–, el triunfo de la generosidad y la solidaridad sobre el daño y el maltrato, la constancia magnánima, la ausencia de cualquier tipo de manifestación de mezquindad, y más, mucho más… laten en sus textos, que se nos presentan como vigentes lecciones de moral.
“Es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos”, expresó tajantemente el Apóstol, y en pos de conquistarlo, dispuso alma y palabra, pensamiento y corazón.
Lo orgánico aparece en cada etapa de su biografía. Desde la niñez, el gesto altruista y las tempranas promesas de justicia; en la adolescencia, el presidio, el destierro y la pluma afilada para el verso y la denuncia; desde siempre, patriota; dueño de un verbo iluminado que brilló en la poesía, el periodismo, el epistolario, la narrativa, el ensayo, la oratoria, hasta en la crítica de arte.
Como buen hijo solícito habló de Nuestra América y con gran pasión por la especie vio que Patria es toda la Humanidad. Respondió fielmente, a cada instante, a su precepto de “con todos y para el bien de todos”. Así supo concretar la más eficaz fórmula del amor triunfante.
Pero lo orgánico también asoma cuando se nos revela claramente que total fue la probidad de su vida entera, marcada por las adversidades propias de quienes miran a los montes altos, pero sobre todo enfocada en una voluntad mayor, la libertad de Cuba. Murió por ella, de cara al sol, tal como lo había predicho, y a nada más que al sol se nos parece este cubano de pura cepa, de talla universal, que es la personificación misma de la dignidad y el decoro.
Entonces, mis caros lectores, no caben dudas sobre el calificativo de “orgánico”. Lo merece, con creces, sin reservas ni recatos. Por eso, no es extraño que su figura sea estudiada cada vez más en el mundo. Los más preclaros intelectuales del planeta tienen absoluta conciencia de la necesidad imperiosa de proyectar sus doctrinas.
Admirable resulta su modernidad, como asombrosa su cabal comprensión de que la libertad del individuo y de las naciones estaba estrechamente ligada a la cultura y a la capacidad creativa. Para él, la imitación de los modelos foráneos, por tentadores que parecieran, nunca fue una opción. El espíritu de todo un continente, situado al sur del río Bravo, debía levantarse contra nuevas formas de dominación, que ya se avizoraban en el horizonte, pues su pensamiento tiene un alcance descolonizador indudable.
Solo un intelectual orgánico puede contestar interrogantes como estas: ¿Qué país puede gozar de libertad y paz colonizado por otro? ¿De qué manera puede enfrentarse a la guerra cultural? ¿Cómo puede preservar su soberanía?
Sin dudas, la obra martiana nos orienta el camino y nos acompaña hoy en ese propósito.