Con las botas empapadas por el rocío de la mañana y un sombrero de guano que le cubre el sol, Manuel Alfonso Porras interrumpe, por unos minutos, la faena.
En la zona conocida como Boquerones, en el municipio de Sandino, provincia de Pinar del Río, trabaja sin descanso este hombre que, con solo 35 años, es capaz de dirigir una finca de siete caballerías de extensión, mantener una cría de más de 400 cerdos, cultivar tabaco negro e incursionar en la ganadería.
Barbero de formación, se inició en la cría de cerdos como un hobby y una manera de ganar dinero. Hoy es socio de la CCS Rafael Ferro Macías y el único gran productor de carne porcina de ese occidental territorio. A la par, sus rendimientos en el cultivo de la aromática hoja son envidiables.
«Hace 11 años me dedico a la cría porcina y, después de la muerte de mi papá, comencé a trabajar en la vega, sembrando tabaco. Tengo siete caballerías; cinco heredadas de mi padre y dos otorgadas en usufructo.
«Dedico parte de la finca a los cultivos varios. Este año coseché 10 quintales de frijoles y me quedan como 15 aún en el campo; también recogí 300 de maíz.
“Hace alrededor de cinco meses que me decidí a probar con la ganadería vacuna. Tengo más de 70 reses en otra vega. Ahora en cuanto rompan las aguas hago el contrato de leche, y sé que a eso también le puedo ‘coger la vuelta’”.
SIN DARSE POR VENCIDO
Aunque cuando era barbero ya criaba algún que otro lechón, un amigo de Guane lo embulló a pensar en grande, pero no se decidía. “Cuando aquello tener 10 puercos ya era bastante. Poco a poco aprendí de ese mundo, yendo a casa de la gente y preguntando”.
Resaltan en la masa animal algunos de capa oscura y el clásico Duroc. Ahora son más de 400, pero en plena Covid-19 llegó a tener 1 200. Con ellos contribuía con donativos a los centros de aislamiento de Guane y Sandino y a instituciones hospitalarias y educativas.
“En aquel tiempo vendí solo cerca de 30. Ahora hago contratos con el matadero y con varias empresas. Al Porcino le cambio carne por comida y así voy asegurando la soya que mezclo con yuca y arroz en paja, que rinde bastante. Este es el mundo que a mí me gusta, tengo la vega y la trabajo duro, pero lo mío es criar cochinos.
«Para sostener las producciones es necesario mantener crías nuevas. Siempre le he dicho a mis compañeros que la producción de puercos en esta zona decayó, en gran medida, por el conformismo de los productores. Era más fácil criar vacas que gestionar la comida de los cochinos”.
Ya en los próximos cinco meses debe tener construida otra nave capaz de albergar 30 animales hembras para la reproducción con dos sementales de buena calidad genética.
A raíz de que el Porcino comenzó a mermar las producciones, sobre todo por la situación con la comida, decidió empezar a desmontar tierras y a sembrar tabaco. “Todo me ha salido bien y me han ayudado mucho”.
DE LLENO CON EL TABACO
En medio de la finca resalta la casa de cura que él mismo diseñó y construyó toda de guano. Hasta allí llegan las amas de casa de la zona para ensartar en tiempo de campaña.
“Cuando terminan les hago una fiesta, porque el trabajo de las ensartadoras es duro. Tengo también 20 hombres en la finca, a quienes además de garantizarles el almuerzo, cada viernes le pago a razón de 400 pesos el día trabajado.
“Llevo tres años en el tabaco. El primero debía coger 50 quintales y entregué 105, siempre siembro por encima. En esta campaña el plan es de una hectárea y voy a plantar siete”.
Sin embargo, aún muestra inconformidades con el cultivo de la hoja, pues a pesar de los buenos rendimientos que obtiene y la excelente calidad no recibe pago en divisa, solo por ser del municipio de Sandino.
“He planteado a varios niveles la inconformidad que tengo y me dicen que van a revisar, pero al final pasa el tiempo y no me dan respuesta. Solo una cerca me separa de Guane, entonces por no estar mis tierras entre las consideradas vegas finas de primera no puedo recibir componente en mlc, aun cuando está demostrada la calidad mi tabaco”.
Después de dedicar unos minutos a compartir su quehacer se incorpora con sus hombres a completar la siembra de 2,5 hectáreas más de Corojo 2012.
No descuida ni un segundo el resto de las labores. A la entrada de la finca ya lucen bien espigados los cerca de 100 limoneros que incluyó en sus tierras y se erige una valla que identifica, con su apellido, el legado que le dejaran su padre y su abuelo.