Además de numerosas hazañas durante la lucha armada en Cuba, el comandante Juan Almeida (1927-2009) legó una reconocida obra artística y sensibilidad humana que acompañó sus responsabilidades tras el triunfo revolucionario.
El aniversario 12 de su deceso recuerda la sui géneris mezcla de su labor como dirigente político y aptitudes artísticas.
La vocación de compositor cercano al mar y a la naturaleza acompañó sus creaciones, de acuerdo con el testimonio del hijo y también músico Juan Guillermo a la prensa local.
Más de 300 canciones y una docena de libros quedaron firmados por el comandante, que preservaba en su auto una libreta de notas y una grabadora para aprovechar el trayecto de un lugar a otro.
Según su hijo, ninguna otra ciudad de la isla como Santiago de Cuba lo acercó tanto al arte, quizás por el valor histórico para el proceso revolucionario o por los paisajes rodeada de mar y las montañas.
Allí, donde el autor de La Lupe llegó por primera vez en julio de 1953, participó junto al líder histórico Fidel Castro en el asalto al Cuartel Moncada el 26 de ese mes.
Tras su paso por el presidio modelo en la otrora Isla de Pinos, hoy municipio especial Isla de la Juventud, Almeida se mantuvo vinculado a las acciones organizativas durante el exilio en México y el desembarco del yate Granma por el oriente cubano.
Fue protagonista de la guerra de guerrillas en la Sierra Maestra y ocupó diferentes cargos tras el triunfo del 1 de enero de 1959, entre ellos, el de vicepresidente del Consejo de Estado y miembro del Buró Político del Partido Comunista.
Mereció el Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba y la Orden Máximo Gómez de primer grado, otorgados el 27 de febrero de 1998, en ocasión del aniversario 40 de su ascenso a Comandante en la Sierra Maestra.
Junto a sus responsabilidades y méritos, quedaron composiciones como Este son homenaje, El gran día de enero o Qué le pasa a esa mujer así como los textos El general Máximo Gómez, Por las faldas del Turquino y La aurora de los héroes.