Juan Gualberto Pérez Mena nació para ser locutor. Lo prueban múltiples premios y reconocimientos; su voz limpia, firme, cautivante; también su soltura y naturalidad ante el micrófono; la pronunciación exquisita sin necesidad de esfuerzos; su don de simpatizar con los más disímiles públicos.
Es una especie de “Rey Midas” en la radio de Pinar del Río. Cuanto proyecto ha tocado con su talento, ha gozado de la siempre anhelada popularidad. La flecha de cobre, Domingo AM, Antología… y otros programas lo demuestran.
Resulta gracioso entonces que, en su natal Río Sequito, pueblo campesino por excelencia, Juan Gualberto no conociera de la radio más que como oyente, y que en ningún momento pasara por su cabeza la idea de trabajar, algún día, en el medio de comunicación, mucho menos como locutor.
LAS VUELTAS QUE DA LA VIDA
Tenía poco más de 20 años. Había concluido el Servicio Militar y regresado a su hogar para cultivar la tierra.
“En ese entonces trabajaba en la emisora Juan Barrizonte Blanco, que era el director del departamento Dramático y él se encuentra conmigo en Río Sequito y me dice: ‘Tengo una actividad para ti, o ¿tú vas a seguir cosechando tabaco?’. Me invita entonces a conformar un comité de protección física”.
Así llegó Juan Gualberto a la radio, en funciones distantes de la realización artística. Pero, como el destino se las ingenia para colocarnos en el camino que nos corresponde, alrededor de un año después, el jovencito pasó a laborar como operador de audio.
“Incluso, fui grabador de los programas dramatizados y un día, el gran actor Jesús Padrón en una conversación me dijo: ‘Guajiro, la voz tuya da para locución, además de actor’. Y le contesté: ‘Tú crees que yo sirva para eso, a mí nunca me ha pasado por la mente que pueda ser locutor de un programa de radio’.
“Me dio unos cuantos libretos que empecé a estudiar y a partir de ahí comienzo a hacer mis pininos como actor. Luego la emisora crea un minirecital dentro de la revista que se transmitía de cinco a siete y me proponen conducirlo. La gente empezó a llamar a la radio para reconocer mi trabajo, preguntando quién era ese nuevo locutor”.
La intuición de los oyentes no se equivocaba, estaba descollando entonces un ilustre radialista.
MUY POPULAR SIN LLEGAR A LAS CÁMARAS
El favor del público nunca le ha faltado a Pérez Mena en su larga trayectoria. Sin embargo, no le gusta presumir de ello.
“Para mí es un orgullo interno, no lo exteriorizo, la gente me celebra y yo respondo: ‘Como mismo lo pueden hacer otros colegas míos’, porque estoy rodeado de colegas muy valiosos. La popularidad te hace sentir que lo estás haciendo bien, pero no puedes atenerte a eso ni creerte superior”.
Más de 40 años de experiencia y buen hacer lo convierten en una de las voces emblemáticas de la radio en Pinar del Río. Según confiesa, nunca le atrajo la televisión, y cree que el ofrecimiento de incursionar en ese medio llegó tarde a su vida, por tanto, lo rechazó.
Pero sus habilidades como locutor radial las ha aprovechado al máximo. Dramatizados, informativos, musicales… ha incursionado en todos los géneros airosamente.
“No tuve la oportunidad de tener esa academia que otros tuvieron, prácticamente aprendí solo en el camino, por vocación propia. Después sí llegaron cursos, talleres, espacios que uno aprovechaba con avezados profesionales como Luis Alarcón Santana, Jesús Benítez, Luis Mujica Díaz, Roberto Canela, gente que me fueron formando, moldeando en la actividad de la locución”.
Fuera de los estudios de la radio, Juan Gualberto ha sido el presentador o maestro de ceremonias de momentos trascendentales en la historia de la provincia. También en esos escenarios, los pinareños le han profesado cariño y respeto.
“Me eleva la autoestima haber presentado al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la reinauguración del Palacio de Computación de Pinar del Río, eso fue un tremendo orgullo; también lo fue presentar a Raúl Castro Ruz en la inauguración del memorial de Los Malagones”.
Asimismo, por muchos años, este experto de la palabra narró los desfiles del Primero de Mayo en la ciudad vueltabajera, que constituyen un gran desafío para cualquier locutor.
“Recuerdo que la primera vez que me lo propusieron, lo hice junto a la maestra Elina Pelegrí Trujillo, me temblaban los pies, pero me dije ‘tengo que ser capaz de hacerlo porque ellos confiaron en mí’”.
Asegura, además, que el rigor en la preparación previa es fundamental, de ahí que siempre fue consecuente con ese principio.
“Yo mismo, desde la casa, estudiaba los libretos, me imaginaba ya en el acto, ensayaba y me autocorregía; tenía como eslogan no hacerlo bien, sino perfecto”.
Varias polémicas rondan hoy el ejercicio de la locución. Unos jerarquizan las habilidades técnicas; otros, la preparación cultural de los hablantes; hay quienes descuidan ambos aspectos y avalan como correcto lo que resulte popular. Están también los que hablan de intrusismo profesional en tiempos de actores, periodistas y otros ejerciendo la locución, y están los que consideran eso una ganancia. En medio de tales debates, Juan Gualberto no pierde de vista lo que considera más importante.
“Un locutor, ante todo, debe procurar ser versátil, tiene que aprender todos los géneros. El talento innato es fundamental, la academia te perfecciona después. Y uno se va preparando entonces desde el punto de vista cultural, desde el punto de vista de las técnicas de la locución, porque pronunciar bien te embellece la voz, partiendo de que el oyente se identifica, fundamentalmente, con esa voz que tú le regalas.
“La autopreparación es importante, si vas a improvisar, no queda bien. Como en toda profesión, hay que estudiar, uno no puede creerse nunca que lo sabe todo. Y hay que tener ética, eso también te prestigia ante la audiencia para la cual trabajas”.
POR SIEMPRE GUAJIRO
Aunque aún es el locutor del programa Antología -con el que casi todos lo identifican-, desde hace dos años Juan Gualberto pasó a la jubilación laboral, a pesar de su experticia y su voz todavía potente y encantadora.
“Los más experimentados tienen que interiorizar que el puesto que ocupan hoy, mañana hay que cedérselo a los más jóvenes, con el orgullo de haber colaborado en su formación y que ellos hablen el día de mañana de tus enseñanzas. Nunca tuve celo profesional del que venía detrás”.
Luego de esta lección de sencillez y ética, Guerrillero se permite dos preguntas finales:
¿Qué sientes al mirar en retrospectiva hasta llegar a aquel jovencito que pasó del campo a los micrófonos?
“Me siento satisfecho por lo que logré, insatisfecho porque quizás pude dar más en determinado momento; pero de cierto modo, realizado, pues todo lo que me encargaron lo cumplí con dignidad, aportamos e hicimos los sacrificios que hubo que hacer, como por ejemplo, madrugar 14 años y medio para hacer la revista informativa En torno A, sacrificios que realizamos contentos y orgullosos”.
Durante todo este tiempo en la radio, no has podido librarte del calificativo de “guajiro” con el que la mayoría te llama cariñosamente. ¿Qué piensas tú: sigues siendo aquel guajiro?
“Yo me aferro al terruño donde nací. Los campesinos de allí, aún se identifican conmigo, y mucho más porque me escuchan por la radio, porque hago programas que a ellos les gustan, por lo que seguir junto a ellos, aunque sea un poco desde la distancia, es continuar queriéndolos.
“En esa familiaridad que busco con el oyente está lo de guajiro: la honestidad, la nobleza, la gentileza, que si viene desde el campo, nunca se te va. Sí, guajiro, guajiro al fin”.