En el West Australian Ballet baila un pinareño. Es una gran pasión lo que ha guiado su recorrido desde Mantua, el municipio natal, hasta la condición de primer bailarín en la más antigua compañía profesional de Australia.
Según cuenta, de niño practicó judo y luego béisbol, hasta que un día cualquiera, una profesora preguntó desde la puerta del aula: “¿Quién quiere hacer las pruebas para la Escuela de Arte en ballet?”. Quizás fue el destino o alguna fuerza sobrenatural quien levantó su mano entonces, pues afirma que no tenía ningún conocimiento o inclinación anterior por el mundo del ballet.
“Pasé la prueba, pero sin el cuerpo idóneo, sin ningún tipo de condiciones… Desde esa edad temprana comprendí lo que es la voluntad y el sacrificio. Estamos hablando de un niño de nueve años que tuvo que empezar a hacer dietas, ejercicios, adentrarse en el mundo del ballet sin ningún tipo de conocimiento. Ahí comenzó mi pasión”.
El ardor de aquellos años le ha acompañado en todos los momentos de su exitosa carrera. Un bailarín verdadero tiene que estar enamorado de lo que hace. Solo así se vencen los dolores físicos, las exigencias, el rigor técnico y los otros muchos requisitos de la carrera.
“Fue lo que me pasó, me enamoré de ser bailarín”, confiesa.
EL REGRESO A LA RAÍZ
Invitado por la Editorial Cauce, Julio Blanes compartió sus vivencias recientemente en el contexto del festival de la cultura pinareña Nosotros. También, a propósito de la cita, se sumó a la clase magistral ofrecida por la compañía ProDanza, que dirige la maestra Laura Alonso.
El intercambio con infantes que sueñan con bailar en puntas lo hizo reencontrarse con el niño que fue y con los años de estudio en la Escuela Profesional de Arte de Pinar del Río, cuya cátedra de Ballet cerró en 2012.
“Es inconcebible que haya sucedido eso. Pinar del Río ha sido una de las provincias que más bailarines ha aportado al Ballet Nacional de Cuba y a otras compañías. Pero, no solo por la tradición, sino también por el hecho de que hay niños en la provincia que quieren estudiar ballet y no pueden hacerlo actualmente.
“Si no hubiese sido por esa escuela, yo no hubiese sido bailarín, no hubiese conocido esa pasión”, recalca.
Antes de aceptar contrato de trabajo en el West Australian Ballet, Julio Blanes formó parte de Revolution, Acosta Danza, y ante todo, del Ballet Nacional de Cuba, con el que llegó a interpretar papeles protagónicos en obras emblemáticas del repertorio de la compañía.
“Fue mi primera casa, ahí es donde en realidad empieza a crecer mi vida artística. Tuve el magnífico privilegio de que la gran Alicia Alonso me tomara ensayos. Ella tenía algo mágico, solo con escuchar los pasos y la música sabía si te estabas equivocando. Nunca olvidó sus consejos”.
El joven artista considera que la escuela cubana de ballet se ubica indiscutiblemente entre las tres mejores del mundo. Asimismo, da fe del prestigio de los bailarines cubanos ante públicos extranjeros. “La técnica del ballet es una, pero los cubanos tenemos una forma de bailar muy especial”, explica.
Al mantuano le faltan muchos triunfos por vivir, lo auguran los éxitos alcanzados hasta la fecha y la juventud de su carrera profesional. Pinar del Río agradece esa pasión que lo ha llevado a prestigiar a la provincia y al país en cada presentación allende los mares.
De acuerdo con sus propias palabras, siente orgullo de contar su historia, hablar de su raíz. “He bailado en grandes escenarios, pero nunca me he sentido tan acogido y tan bien como aquí, en mi tierra, en Pinar del Río”.
No hay dudas de que esta sigue siendo su casa. Bienvenido sea cada regreso.