Camilo era el típico cubano jaranero, ocurrente, que siempre tenía una anécdota a su paso. Valiente a toda prueba como jefe y guerrillero, asumía con la mayor naturalidad las tareas políticas y militares más complejas a las que les imprimía en su cumplimiento el sello indeleble de su personalidad.
Era alegre. Su amplia y sincera sonrisa lo caracterizó ante el pueblo y se convirtió en símbolo de su carácter.
Al decir del General de Ejército Raúl Castro Ruz, «Camilo Cienfuegos no era el héroe de Yaguajay. Era el héroe de todos los lugares por donde pasó. En una reunión (…) lo declaramos el comandante más audaz y más valiente del Ejército Rebelde».
El Che dijo que Camilo fue el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel en los momentos difíciles de la guerra, y el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un instrumento para templar su carácter y forjar el de la tropa. Practicaba la lealtad como una religión, era devoto de ella, tanto de la lealtad personal hacia Fidel, que encarna como nadie la voluntad del pueblo.
Desde enero de 1959 hasta su trágica desaparición, Camilo participó al lado de Fidel en todas las decisiones de importancia que tomó la Revolución. Y en su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del pueblo, el Comandante de la eterna sonrisa. (Edición Juvenal Balán)