¡Llegó el pollo al quiosco! Enseguida averiguas y estás en el rango. Dejas todo lo que estás haciendo y vas directo a la cola, pues después de tantos meses con la tarjetica en blanco, la oportunidad no se puede perder.
Es entonces cuando te encuentras la novedad: una caja para tres núcleos, ¡y debes fraccionarla tú mismo! Como todo cubano que no se amilana ante las dificultades, echas mano de la creatividad y en pleno portal o acera compartes el tan añorado producto.
No solo tienes que contar todas las “piezas” que trae la caja, sino que a la hora de repartir debes ser cuidadoso, porque si te toca un vecino de los “atravesa’os”, no querrás que te acuse de llevarte las más grandes.
Aunque pueda parecerlo, lo anterior no es un chiste. Lejos de dar risa resulta lamentable que hayamos llegado a situaciones como estas, que por desgracia son reales y se convierten en la nueva modalidad en estos establecimientos.
En algunas zonas, las más alejadas de la ciudad, se ha hecho por CDR: tres vecinos cercanos se ponen de acuerdo, adquieren el producto y luego en la casa se da a cada quien lo que le toca. ¿Pero entre tres desconocidos y en plena calle?
Muchas preguntas se agolpan rápidamente en mi cabeza: ¿No existe personal en esas cadenas de tienda encargadas de fraccionar el producto? ¿A dónde van a parar las medidas de higiene e inocuidad de los alimentos? ¿En qué eslabón de la cadena queda el respeto al consumidor?
Este es solo uno de los tantos ejemplos negativos que acontecen en los llamados quioscos de Pinar del Río. Y me refiero solo a mi provincia, porque no sé cómo está estructurado en el resto del país, y porque es además la ciudad que me duele.
La tarjetica blanca llegó como salvadora en tiempos de pandemia y se mantiene como aliciente para quienes (la mayoría) no pueden comprar la carne en MLC o dar 10 000 pesos por una caja de pollo o 2 500 por un paquete revendido.
Pero, ¿cómo se organiza la distribución en cada quiosco?, ¿quién decide cuándo termina una bodega y comienza la otra?, ¿por qué se convierte en una especie de ruleta rusa lo que te toca o no?, ¿realmente hacen falta cuatro personas para organizar una cola?
Es frecuente que en algunos de estos establecimientos le corresponda a una bodega en la mañana y ya en la tarde saltan para otra y hasta con un producto distinto. También sucede que todos los meses compran los números del mismo rango, mientras otros pasan hasta tres sin llenar la casilla del picadillo, por ejemplo.
Muchos se preguntan por qué en puntos donde surte TRD hay mayor entrada de mercancía y variedad que en aquellos donde es Cimex el encargado de la distribución.
Y a todo eso se suma los que entran y salen como Pedro por su casa, con mochilas o bolsas que engordan en el interior del lugar. Incluso, algunos que con varias tarjetas logran llevarse hasta 25 unidades de un producto que después revenden a los mismos vecinos que no alcanzaron, porque no estaban en el rango.
Claro, todo el mundo tiene que resolver y hay que “vivir”, ¿no?
Por supuesto, existen lugares donde se trabaja de manera adecuada y se vela por que la distribución sea lo más equitativa posible, de acuerdo con la entrada de mercancía y las características de la comunidad donde se encuentran. Sin embargo, esa no es la regla.
Lo que en un momento fue un aliciente hasta para quienes cada mes guardan una parte de la jubilación con la garantía de que adquirirán un producto más asequible, hoy se ve reflejado en tarjetas anémicas que esperan por alguna marca en sus casillas.
Las interrogantes sin respuesta generan especulación y descontento en la población. Hay muchas cosas que no dependen de la escasez de alimentos o la crisis económica. El problema, a veces, está en los recursos humanos, en la falta de gestión, de control y sobre todo, de organización.