Un hongo de humo gigantesco se dibujó en el aire del puerto de La Habana la tarde del cuatro de marzo de 1960. La popa del vapor francés La Coubre, atracado en el muelle, había desaparecido en cuestión de segundos. De ella solo quedaron astillas flotantes sobre el mar. El ruido ensordecedor de aquella detonación hizo vibrar los postes eléctricos y las paredes de los almacenes cercanos y estremeció a los obreros portuarios que sobrevivieron aquella trágica jornada.
Los integrantes del cuerpo de bomberos no tardaron en llegar y abrirse paso en medio del destrozo para auxiliar a los heridos. Entre los rescatistas hubo además oficiales de la Policía, soldados del Ejército Rebelde y personas comunes del pueblo que quisieron colaborar en el salvamento.
Muchos de esos valientes murieron con el impacto de una segunda explosión. El saldo final del siniestro consistió en más de 100 fallecidos, incluidos seis marinos franceses, y centenares de lesionados.
Evidencias de investigaciones posteriores apuntaron a la vinculación de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) con dicho sabotaje.
El objetivo era impedir que Cuba recibiera armas para su defensa, ya que en las bodegas del barco se transportaban 31 toneladas de granadas y 44 de municiones. De igual forma se pretendía aterrorizar al pueblo, provocar su inacción y debilitar el apoyo del mismo al gobierno de la Isla.
En la despedida de duelo de las víctimas, oficiada a la entrada del Cementerio de Colón al día siguiente el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó la voluntad de los cubanos de afrontar toda embestida.
“No solo sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión», dijo y más adelante aseveró:
«Nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir Patria. Y la disyuntiva nuestra sería Patria o Muerte”.
Esa frase, nacida en medio del dolor, ha acompañado durante más de medio siglo, las batallas cotidianas del pueblo cubano, su lucha por crecer en medio de la asfixia económica y la adversidad. La misma resume todo el patriotismo esculpido generación tras generación y constituye la mayor expresión de radicalización del pensamiento revolucionario cubano.
Atender a su significado es un reto que imponen los tiempos actuales, donde es preciso construir Patria desde el amor, la tolerancia, el respeto a los que en este país habitan y a los cubanos que edifican sus vidas desde otras tierras, el apego a la legalidad y a la honradez, el cambio oportuno de lo que debe ser cambiado, el enfrentamiento a la corrupción y a la mediocridad, la apuesta por la excelencia en todos los ámbitos y la garantía de una vida más próspera para los ciudadanos.