Somos esclavos pero de la salud, de ayudar incondicionalmente a otros países que lo necesiten, de brindar nuestro aporte como parte de este ejército de batas blancas dispuesto a estar ahí, en cualquier sitio o situación, aseveró el enfermero Víctor Lázaro Guerra Viera quien combatió la COVID- 19 en Turín, Italia.
Con 31 años de edad, el profesional de Pinar del Río sabe de sobra el significado de la solidaridad, pues antes enfrentó el virus del Ébola en Sierra Leona y más recientemente cumplió misión internacionalista en Bolivia, hasta la decisión del gobierno de facto de esa nación de prescindir de los servicios cubanos.
En eso tienen razón: somos esclavos, no porque nos obliguen sino por la convicción humanista, y la Revolución nos ha enseñado a ser así, aseguró ante las campañas de los enemigos de Cuba y su pueblo para difamar a los profesionales de la salud de la mayor de las Antillas.
El miércoles Víctor Lázaro – el más joven de los vueltabajeros integrantes del contingente internacional de médicos especializados en situaciones de desastres y graves epidemias Henry Reeve que laboró en Turín- regresó a casa luego del periodo de cuarentena, y sin dudas el abrazo a sus tres hijos y esposa constituyó incentivo para nuevos proyectos.
Si el día de mañana me piden voluntariedad para otra misión, con mucho orgullo doy el paso al frente por mi país y mi Revolución, precisó quien junto a otros 37 profesionales vivió días tensos en la nación europea, al momento de su llegada considerada el epicentro de la pandemia en el mundo.
Estuvimos en hospital adaptado en tiempos de campaña, con 98 camas, cuatro unidades de terapia y bien equipado. Trabajamos con el personal italiano; pero el de enfermería eran muchachos recién graduados, sin experiencia profesional y nos tocó enseñarles, indicó.
Me impactó mucho la tecnología, realicé procederes con dispositivos que nunca había utilizado y lo hice tras una o dos clases de los profesionales de allá.
Logramos una buena interacción entre los más jóvenes, que no habían cumplido ninguna misión, y los de más experiencia, eso fue lo que engranó la brigada, dijo.
Atendimos pacientes con diversas patologías, la mayor parte adultos; incluso, a médicos italianos- acotó-.
Algunos enfermos ansiaban ver mi rostro, y me decían: “cuando salga de aquí, quiero verte porque no sé el hombre que hay debajo de esa máscara”.
Y no pudieron hacerlo por las medidas de seguridad; muchos otros, al ser dados de alta, mantuvieron el contacto con nosotros.
Una paciente con problemas auditivos me incitaba a quedarme con ella, a que fuera su enfermero particular, me trataba de convencer diciéndome que hacía pasteles de manzana muy ricos- sonríe-. Cuando le contestaba que yo regresaría a Cuba, entonces me decía que quería visitar la Isla.
Recibimos muchas muestras de gratitud, inclusive cuando caminábamos por las calles de Turín la policía al ver que éramos profesionales cubanos nos daba las gracias por nuestro aporte a la lucha contra la pandemia, rememora.
Por segundo año consecutivo no pude estar en el cumpleaños de uno de mis niños – el anterior se encontraba en Bolivia- pero mi familia siempre me dio la energía y la fuerza que necesité para seguir adelante.
A mis hijos les digo que confíen siempre en su papá, que siempre voy a regresar y daré lo mejor de mí en cada lugar, remarcó Guerra Viera.
Algunos italianos consideraban imposible que un país tan chiquito llegara allá con sus profesionales, y eso les cambió el modo de pensar sobre Cuba.
Ya no eran solo ron, tabaco, Fidel y el Che; ahora sabían de médicos, enfermeros, una cultura, humanos en definitiva capaces de auxiliar en cualquier parte del mundo con una ayuda de calidad.
Hoy son unos cuantos los colaboradores alrededor del mundo luchando contra la enfermedad.
Un premio Nobel de la Paz sería el reconocimiento, además, a tantos años de la presencia de brigadas médicas cubanas en numerosas naciones.
Yo no cambio un saludo y un agradecimiento de un paciente por dinero.
Muchos lloraron por mi partida y eso es lo que me paga lo que fui a hacer, puntualizó quien labora en el hospital pediátrico Pepe Portilla de Pinar del Río.